Los gemelos de la  esposa despreciada

Los gemelos de la esposa despreciada

book_age16+
2.0K
FOLLOW
18.9K
READ
contract marriage
family
HE
fated
second chance
friends to lovers
playboy
kickass heroine
drama
sweet
kicking
city
office/work place
secrets
like
intro-logo
Blurb

Giselle "Gigi" Falconi es obligada a darle el divorcio a su esposo Justin después de tres años de matrimonio. El matrimonio se llevó a cabo a petición el abuelo que desea dejar a su único nieto al lado de una buena mujer, sin embargo, Justin siempre ha creído que Gigi ha utilizado algún tipo de "brujería" para convence al anciano, ya que no suele ser como las mujeres que conoce, quienes viven pendientes de la apariencia y al frivolidad.

Gigi se va con el corazón roto, pero en su vientre la semilla de los Dornan.

¿Será que habrá alguna segunda oportunidad para el amor?

chap-preview
Free preview
1.Donde termina el engaño, comienza la libertad
1.Donde termina el engaño, comienza la libertad Giselle —¿Falta mucho? —pregunto, incapaz de ocultar la zozobra que se desliza entre mis palabras y tiñe mi tono de voz. —No, señora, ya casi llegamos —responde el chofer con serenidad. Aprieto con fuerza los pliegues de mi vestido entre los dedos, intentando calmar los nervios que se retuercen en mi pecho. No dejo de pensar en lo extraño de esta situación. Que Justin me pidiera vestir el hermoso vestido que me había enviado y que me arreglara con esmero para una cita, es algo que no había sucedido en los últimos dos años. Dos años de un matrimonio que ha sido, hasta hace apenas dos meses, poco más que un acuerdo de palabra. El cambio fue repentino y notorio, aunque no puedo negar que la idea me había ilusionado. Tal vez, después de todo, los esfuerzos de su abuelo por mantener este matrimonio estaban dando frutos. Siento que el auto se detiene, pero no sé si es por un semáforo o si hemos llegado a nuestro destino. Pronto, Douglas, el chofer, despeja mis dudas. —Llegamos, señora. Permítame ayudarla a bajar. Espero a que abra la puerta y, con una cortesía impecable, me ofrece su mano. La tomo, agradecida por el apoyo, mientras él me guía con cuidado. —Atención, hay tres escalones adelante —me advierte con suavidad. Camino con cautela; hoy elegí —o más bien, Justin eligió por mí— unos zapatos más altos de lo habitual. Recuerdo que una vez él bromeó diciendo que, con tacones, parecía un "mono espinado" y que no tenía nada de femenino. Aun sabiendo de mi torpeza, me envió un par de zapatos que, lejos de ayudar, complican mis pasos. Al subir los escalones, escucho cómo se abre una puerta. Sigo caminando, guiada por Douglas, hasta que la voz de Justin rompe el silencio. —Llegaste, esposita... ¡Sorpresa! Douglas retira con delicadeza la venda que cubre mis ojos, y lo que veo me deja sin aliento. —¿Qué es esto, Justin? —pregunto, con la voz entrecortada, temiendo la respuesta. —Bueno —responde con desdén—, ya que el abuelo murió y la herencia me fue entregada, ya no necesito que una mujer tan fea como tú esté a mi lado. Aquí está mi abogado. Solo falta tu firma y estaremos oficialmente divorciados. No… No puede ser. Esto no está pasando. —P-pero… dijiste que me amabas —logro decir, pero mi voz se quiebra al pronunciar esas palabras. Él responde con una mueca de desprecio. —Te dije lo que querías oír —se burla—. Además, era para tener contento al abuelo. Siento las lágrimas acumularse, amenazando con caer. Me esfuerzo por contenerlas. Instintivamente, me froto el vientre con discreción, como buscando proteger algo más valioso que mi propio orgullo. —¿No vas a arrepentirte de esta decisión? —pregunto, la voz temblorosa. Él estalla en carcajadas que resuenan crueles en la sala. —¡Por Dios! ¡Mírate! ¿Cómo podría arrepentirme? Te pedí que te arreglaras y pareces un payaso. Además, en cuanto firmes, me casaré —señala hacia adelante, donde descubro la figura impecable de una mujer rubia, vestida y maquillada a la perfección. —Ya veo… —respondo con amargura, y entonces él desvía la mirada por un instante. ¿Será culpa lo que asoma en sus ojos? —Así es —dice, con voz firme—. Quiero que Hailey y mi bebé tengan una familia, y tú solo estorbas. Una sonrisa amarga se dibuja en mis labios. Bien, Justin… le estás quitando a mi hijo la oportunidad de tener una familia, solo para dársela al hijo de otra mujer. —No hay más que hablar —digo, tomando aire—. Firmemos el divorcio. Su sonrisa vacila un instante, como si no esperara tanta facilidad de mi parte. Camino con cuidado, temiendo tropezar, hasta acercarme al abogado, que sostiene la carpeta con el contrato. Sin dudarlo, firmo. Una lágrima traicionera intenta deslizarse por mi mejilla, pero la limpio de inmediato. Por el rabillo del ojo veo a la mujer rubia sonriendo con cinismo. —Bien, ya está hecho —digo, extendiéndole el bolígrafo a Justin. Él vacila apenas un segundo antes de firmar con determinación. Se acabó. Ya no soy la señora Dornan. "Lo siento, abuelo." —Procederé a ingresar los papeles de inmediato —anuncia el abogado. Justin saca un fajo de billetes y se lo entrega. —Con esto, quiero que todo quede listo hoy mismo. El hombre asiente. —Se hará como pide. —Perfecto. —Justin sonríe con satisfacción—. Prepara todo. En este mismo momento voy a casarme con Hailey. El abogado baja la mirada hacia mí, con algo de compasión. Pero no digo nada. Ya no importa. —Les deseo felicidad en su matrimonio —es lo único que respondo, antes de dar media vuelta y dirigirme a la salida. Me doy cuenta de que no traigo dinero. Afuera, saco mi teléfono y llamo. —¿Puedes venir por mí? Te enviaré mi ubicación en tiempo real. La voz al otro lado me promete llegar lo antes posible. Siento una mirada clavada en mi espalda, pero no me giro. Ya no tiene sentido. —¡Giselle! —su voz me detiene. —No pienses que soy un miserable. Toma esta tarjeta. Tiene una buena cantidad de dinero. Me giro solo para verle una última vez. Tomo la tarjeta, la examino durante unos segundos y, frente a él, la doblo lentamente. —No es necesario. Estás comenzando una familia, y necesitarás cada centavo. Que te aproveche —digo, lanzándola al suelo con desdén. Me doy cuenta de que mis pasos son pesados, como si el peso de la humillación no me dejara avanzar. Me quito los zapatos y los arrojo a un lado. Salgo descalza a la calle, sintiendo el asfalto frío bajo mis pies. No he caminado mucho cuando un lujoso auto se detiene a mi lado. Un hombre atractivo baja apresuradamente, me toma en brazos como si fuera la cosa más valiosa del mundo. —Pequeña Gigi… ¿Al fin terminaste de jugar a la familia feliz? La voz de mi hermano mayor logra arrancarme una sonrisa. —Nunca fue una familia feliz. Solo algunos breves momentos —respondo con sinceridad—. Y sí, ya he terminado. Llévame a casa, por favor. ***** El auto avanza por la avenida, dejando atrás el edificio que por un instante había albergado mis esperanzas rotas. Me recuesto contra el respaldo del asiento, sintiendo el tacto suave del cuero y la calidez de los rayos del sol filtrándose por la ventanilla. Aún tengo la garganta cerrada, como si cada palabra no dicha se hubiera quedado atorada allí. —Gigi… —la voz de mi hermano me saca de mi ensimismamiento—. ¿Me vas a contar qué demonios ha pasado o prefieres que lo averigüe por las malas? Le lanzo una mirada cansada, pero llena de esa confianza que solo él podía inspirarme. —Se acabó, Ethan. Justin consiguió lo que siempre quiso: la herencia del abuelo Sam. Y a mí... a mí me dejó con las manos vacías —respondo, mi voz temblorosa pero firme. Ethan maldice en voz baja, apretando el volante con furia contenida. Su mandíbula se tensa, y por un instante temo que reviente por la rabia. —Ese malnacido… —masculla—. Siempre supe que no era trigo limpio. Si su abuelo hubiera sabido la clase de víbora que estaba criando... Un silencio incómodo se instala entre nosotros. Yo bajo la mirada hacia mi vientre y, casi de forma automática, vuelvo a acariciarlo. La vida que crece dentro de mí es lo único que me mantiene en pie. —No llores por él, Gigi —dice Ethan, más suave esta vez—. No merece ni una de tus lágrimas. —No estoy llorando —miento, aunque una gota salada traiciona mi fachada de fortaleza. —¿Él sabe del bebé? —pregunta, aunque la respuesta parece evidente. —No. No lo sabe —niego—. A partir de ahora solo es mi hijo. Un Falconi. Estando en un lugar seguro, me permito que las lágrimas bajen por mi rostro. Después de sus mentiras, me cambió por esa mujer como si yo fuera un mueble viejo. Un estorbo. Ethan suspira hondo y acelera ligeramente. —Pues mejor así. Si le hubieras dicho, solo lo habría usado como moneda de cambio. Ahora tú y ese pequeño que llevas en el vientre están libres de ese parásito. Sus palabras, aunque duras, me reconfortan. Tal vez por primera vez desde que me casé, siento que esa palabra —libertad— tiene un significado real para mí. El auto se detiene frente a la vieja casona familiar. Es imponente, de ladrillos rojos y grandes ventanales, pero a diferencia de la frialdad de la casa de Justin, esta siempre tuvo aroma a hogar. Ethan se baja rápido, rodea el auto y abre mi puerta como el caballero protector que siempre ha sido para mí. —Bienvenida de vuelta, hermana —me dice con una sonrisa cálida. Ayudándome a bajar, me toma del brazo mientras entramos en la casa. Apenas cruzamos el umbral, la nostalgia me envuelve como una manta cálida en medio del frío. La ama de llaves, la señora Miriam, viene corriendo desde la cocina. —¡Señorita Giselle! —exclama, su expresión mezcla de sorpresa y preocupación—. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué viene descalza? Sus ojos se deslizan hasta mis pies descalzos y luego hacia mi rostro demacrado. Sin darme cuenta, las lágrimas que había contenido todo este tiempo comienzan a brotar con fuerza. —Fue un largo camino, Miriam… —respondo con un suspiro—. Pero estoy en casa. La mujer me abraza con ternura, como una madre que reconforta a su hija después de una pesadilla. Siento mis defensas caer, permitiéndome, al fin, llorar con libertad. —Todo va a estar bien, mi niña —me susurra al oído—. Ahora está donde siempre debió estar. Ethan acaricia mi espalda con suavidad, y por primera vez desde la humillación sufrida, siento una chispa de esperanza prenderse dentro de mí. Mi historia con Justin ha terminado… pero la mía, la de verdad, apenas está comenzando. —Mañana veremos al médico —anuncia Ethan, decidido—. Y luego haremos los arreglos necesarios. Nadie volverá a jugar contigo, Gigi. Nadie. Asiento, aún sin poder hablar. Me aferro a esa promesa, a esa certeza. Porque aunque las cenizas de mi vida pasada aún estén calientes, algo nuevo empieza a nacer de ellas. Algo que será solo mío.

editor-pick
Dreame-Editor's pick

bc

Enamorada de mi CEO

read
13.1K
bc

Mi Sexy Vecino [+18]

read
77.3K
bc

Prisionera Entre tus brazos

read
98.5K
bc

Quiero huir del diablo

read
82.1K
bc

Profesor Roberts

read
1.6M
bc

Salvada por el CEO

read
9.2K
bc

La esposa rechazada del ceo

read
207.1K

Scan code to download app

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook