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Pero te conocí

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Blurb

Estella es una joven, soltera, de treinta y siete años, la mitad de su vida la trabajo para el señor Alfonso Belanger presidente de T & A Belanger Compañia, la cual es una importadora de telas de alta gama. Al señor Belanger le han diagnosticado cáncer de prostata, haciendo mestatasis por todo su cuerpo, por lo que decide reunirse con su abagado de confianza el señor Eduardo Villalba, para dejar las cosas claras. Ninguno de sus hijos, Alexander de treinta y ocho años y Julio cesar de treinta y seis, se han preocupado por aprender los oficios de llevar adelante la empresa. Alexander, el hijo mayor, es el tipo de persona que todo lo consigue con una sonrisa, a dónde pasa. Julio César, bohemio amante de la música y un buen vino, el más alejado de su padre después de confesar que es gay. Ellos creerán que seguirán teniendo todo seguro incluso después de la muerte de su padre, pero este ha dejado unas clausulas que ellos deberán cumplir, para así poder seguir el legado de las empresas T & A Belanger Compañia, nombrando así a Estella como la albacea de la gran fortuna junto a Daniel el gerente de operaciones, quienes acompañados del abogado Eduardo Villalba, deberán velar que se cumplan cada una de ellas, las cuales sabrán el día de la lectura del testamento. Llegado el día de la lectura los hijos deberan firmar el acuerdo, dónde específica que cada uno dirigirá la empresa treinta días, superando las espectativas de su padre. Lo que ellos no saben es que existe un tercer hijo, Julián, de Cuarenta años, doctor de profesion, romántico hasta los huesos, quien también será llamado para formar parte de la empresa, sorprendiendo así a todos los asistentes.

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Capítulo 1
Se abre el ascensor en el piso veintiuno de la torre T & A Belanger Compañía. Todos se quedan paralizados de repente, las personas corren a su sitio de trabajo, otros murmurando entres si. Se siente una tensión en el ambiente, todos esperan oir la noticia, que confirme lo que hasta los momentos son solo sospechas. —Señores y señoras, presten atención, porque solo lo diré una vez. Como ya habran escuchado, el señor Alfonso Belanger ha fallecido en la mañana —hace una pausa mientras ve la expresión de todas las personas presentes— ya dicho y aclarado esto, espero que todos y cada uno de ustedes, regresen a su puesto de trabajo, no estamos para andar de holgazanes, asi que ¡TODO EL MUNDO A TRABAJAR! —grita el Gerente de Operaciones, Daniel Sifuentes quien viene acompañado de la señorita Estella Duarte, quien ha sido la secretaria del señor Alfonso los últimos quince años. —¡Tu! Apúrate, que debemos asistir al funeral, en representación de la empresa. —le dice muy fríamente Daniel a Estella, quien vine atiborrada de papeles, mientras caminan a la oficina principal. —¡Pero señor! ¿tengo que ir con usted? —responde Estella mientras intenta no dejar caer todas las carpetas que trae en sus manos. —Pero nada Estella, aun hay mucho que dejar listo que para mañana. —entran juntos a la oficina. Estella deja las carpetas sobre la mesa y le dice a Daniel. —¡Dijiste que no tendría que ir! —mientras acomoda sus anteojos. —¡Por favor Estella, tienes que acompañarme —con un tono de suplica, mientras camina de un lado a otro— sabes que nunca le he gustado a su esposa y a sus hijos. Desde que el señor Alfonso me dio la oportunidad siendo muy joven. Gracias a todos mis estudios, colocándome en la empresa. ¡Incluso por encima de su hijo Alexander!, ellos solo creen que quiero la fortuna. Pero solo soy una persona que ha trabajado y se ha ganado todo con mucho sacrificio. Estella lo ve con una ceja levantada y semisentada sobre la mesa, le dice —hasta yo te odio, y soy tu mejor amiga. Además no son solo ellos, ¡TODOS! en la empresa creen que eres un saca pelotas, pero es que ¡Anda! —se acerca Alfonso, agarrándolo por el brazo y lo sienta en una de las sillas que estan en frente del escritorio, dandole un masaje en el cuello, continua —el poder se te ha subido a la cabeza. ¡Mira como le has hablado a todos!. Incluyendome a mi. —ella se aleja. Daniel se voltea intentando ver la cara de Estella —pero es que tu sabes que si yo no los tratara asi, ellos nunca me habrian respetado. Y en cuanto a ti —se levanta para abrazarla— Sabes que te quiero mucho, eres una de mis mejores amigas. Y nadie mejor que tu sabe que no puedo mostrar debilidad delante de ellos. Ella se suelta de sus brazos y le dice —siempre dices eso. Pero sabes que me ¡saca de los cojones! que me grites y me hables feo delante de los demas. —Por favor Estella, necesito que vayas conmigo, solo será una hora, para que noten nuestra presencia, te prometo que lo compensare. —le dice agarrándola por su mano. Estella lo ve seriamente y le dice —yo no necesito que me vean alli. El señor Alfonso murió sabiendo que era una persona especial para mi, no necesito demostrarle a nadie que me duele su partida. —voltea sus ojos hacia arriba— Ahora si quieres que te acompañe no estaría mal una sesión de masajes en el Spa Nails, con limpieza de cutis, manicura y pedicura. Daniel la ve directamente a los ojos esperando que aquello sea solo una broma. —Uno, dos, tres, si llego a cinco caducara la oferta, cuatro, cinc... —¡Esta bien! Estella, iremos en cuanto tenga tiempo. Yo tambien voy a necesitar un día de spa después de lo de mañana. Estella se rie y le coloca la mano encima de su hombro. —tranquilo, todo va a estar bien. —el la observa con cara de preocupación. —No se como puedes estar tan tranquila, a ti tambien te odiaran después de mañana. —Ya sabíamos que esto iba a pasar, desde que el señor Alfonso nos lo propuso, y nosotros aceptamos el año pasado. Ya deberías haberte mentalizado de que tarde o temprano llegaría el día. Daniel y Estella se quedan en la oficina por varias horas, ordenando todo lo que el Señor Alfonso les había pedido para la lectura de su testamento, antes de morir. —Si, debes estar aqui a las nueve de la mañana... cuando llegues a recepción pregunta por la señorita Estella ...., yo les dejare las indicaciones para cuando tu llegues... tranquilo, no tienes que tener miedo, nosotros estaremos aqui para darte todo nuestro apoyo. —Estella cuelga el teléfonos viendo a Daniel y le dice con un tono de sorpresa. —¡Si! va a venir. —Mañana va ser un día de mucha tensión. Tendré que buscar mis gotas de valeriana, porque morire de tanto estres. —dice Daniel mientras saca un pañuelo para secar el sudor de su frente.— al levantar su mano, ve su reloj, el cual marca las siete y cuarenta de la noche. —¡Ya Estella!, ¡terminemos!, debemos cambiarnos para ir a la funeraria. —apresurando sus manos para terminar de recoger todas las carpetas que habían estado ordenando durante el día. Al salir de la oficina, todo esta solo. Ya el personal se había ido, solo quedaba el conserje de la noche, el cual estaba limpiando. —¡Buenas noches! señorita Estella. —le dice con una sonrisa de cortesía en su rostro, pero esta se borra cuando ve a Daniel— Buenas noches Señor —baja su cabeza —¡Buenas noches! Don Ignacio —responde Estella— ¿como esta?. Responde con un tono de tristeza —¡Hay señorita! Muy triste, todos queriamos mucho al señor Alfonso, el siempre fue un señor muy humilde. Para el nunca hubo diferencia entre los empleados, todos eramos iguales. Y ahora ¿que va a pasar con la empresa? —pregunta con un tono de curiosidad, y con los ojos muy abiertos, esperando escuchar una respuesta. —¡Si! el señor Alfonso era muy cariñoso con todos nosotros. —¡ESTELLA!, ¡ESTELLA!, ¡APÚRATE!, —grita Daniel desde el ascensor. —Bueno don Ignacio, debo irme. Fue un placer verlo como siempre. Que pase una Feliz Noche. Estella corre antes de que las puertas del ascensor se cierren. —¡Ves! Que todos te odian, deberías ser mas amable con la gente, te sorprendería la cantidad de personas buenas que trabajan para nosotros. ¡Por cierto! —acordandose de algo— Rafael, el de recursos humanos, te estuvo buscando —dice con tono de picardía viendolo de reojo. Daniel con un tono de desinterés 0l y serio le responde —¡ah! Rafael, ¿y se puede saber que quería? —Tal vez “tus recursos” —dice Estella riendose. Daniel la ve con una mirada fulminante. —No se de que estas hablando. —acomoda su corbata y fija su mirada hacia adelante. —¡Hay Daniel, nose por que, siempre me estas ocultando las cosas, si sabes que siempre me terminaras contando. —Daniel la ve de reojo pero guarda silencio. El ascensor se abre en la planta baja. Hay una persona de seguridad la cual sale corriendo hacia la puerta del edificio, para abrirla. —¡Buenas noches! Señor Daniel, aqui tiene las llaves de su auto, hice lo que me pidió. —Daniel le responde sin verlo al rostro. —¡Gracias! Luis, luego te lo compensare. Al salir del edificio Daniel se dirige a Estella quien se va hacia el estacionamiento a buscar su auto. —¡ESPÉRATE!, yo te pasaré buscando. No querrás llegar en esa —señalando el auto con el dedo— carcacha de allá. —Estella voltea los ojos hacia arriba y le responde. —No, todos ganamos, tanto, como para tener su estatus, ¡Señor! —con tono burlón— Ahora si te da vergüenza andar conmigo, yo muy feliz puedo quedarme en mi camita, muy acurrucadita. —¡Esta bien! ¡esta bien!, nos veremos allá. —la observa de pies a cabeza— Por favor trata de lucir presentable, por lo menos. —Estella era el tipo de persona que se preocupaba mucho más por sacar buenas notas en la universidad, que por su apariencia, la cual nunca cambio a pesar de los años. Ella voltea hacia abajo, viéndose los pantalones marrones holgados, que solo dejan ver la punta oscura de los zapatos. levanta la mirada para decirle —¡Si!, nos vemos allá. Estella al llegar a su casa, la recibe su gato Dino acostado sobre el sofá junto al televisor, ella como siempre, lo toma entre sus brazos. —¡Hola! mi pequeñito. ¿que hiciste hoy? mi pechocho. ¡muack! ¡muack!... —después de acariciarlo y llenarlo de besos, se dirige a la cocina y abre la nevera. —¡No puede. ser! olvide que tenía que hacer la compra. —estira su mano y toma con desdén un trozo de sandwich algo mordido, que ha dejado de la noche anterior. Lo coloca dentro del horno para calentarlo, y se dirige al cuarto. «¡Jum! con que bien presentable. Yo siempre ando bien presentable», piensa mientras abre el viejo armario, en el que pareciera que los colores estaban prohibidos. observa de punta a punta, buscando el atuendo perfecto. De pronto sus ojos se posan en una bolsa azul que cuelga en uno de los ganchos, lo que la hace recordar en el conjunto que uso para su graduación, y para el funeral de la tía Paulina. «hace mucho que no me lo pongo, espero que aún me quede» piensa, mientras abre la bolsa. Al sacarlo, nota que está muy arrugado y expide un olor a madera húmeda y vieja —Nada que una buena planchada y loción no quiten. Agarra la Falda negra con cuadros blancos, la coloca sobre el colchón de la cama, le rocía un poco de agua y empieza a plancharlo. —Con este atuendo, no creo que Daniel diga nada, me lo compre hace diez años, en la mejor tienda del centro. —lo mismo hace con la blusa manga larga blanca, la cual tiene pequeñas hombreras. Mientras que plancha, se detiene a pensar el el señor Alfonso, y lo bueno que fue con ella, cuando su madre se enfermo de Cáncer, de no haber Sido por el, ella habría muerto. eso hace que le salgan unas lagrimas. Cuando vuelve en si, hay un ligero olor a quemado, ¡es la plancha¡, Estella la retira rápidamente la plancha, quedando expuesta una marca triangular en la parte trasera de la blusa. —¡Hay! ¡no! lo que faltaba, —ve hacia su derecha, y observa el suéter que está colgando del copete de la cama, es de color beige —tendré que usarlo, y ¡que bueno que combina! Se desviste y se va al baño a ducharse, cuando ya se ha vestido, se observa en el espejo. «no me queda nada mal, es increíble que esto me quedé después de diez años» se arregla el cabello, en cual tiene todo enmarañado en un moño recogido. Pasa un lápiz n***o por sus ojos, lo que hace que resalte el azul de su iris, un labial rojo por sus finos labios y un poco de loción detrás de su cuello. Va hacia la cocina y saca el sandwich del horno, calienta un poco de café y se sienta en el sofá, mientras que Dino pasa por medio de sus piernas buscando que está lo tome en sus brazos. —No Dino, ahora no puedo, tengo que irme, voy muy tarde. —dijo Estella mientras dejaba la tasa de café a un lado, y el sandwich, con varias mordidas más, caminaba hacia la puerta en el momento que su gato le pasaba entre las piernas, frotando su pelaje entre sus piernas y moviendo su cola. Ella toma el picaporte para abrir la puerta. —Mama volverá pronto, ¡pórtate bien!. —cierra la puerta y se va, esperando poder regresar pronto, y no dejar a su gato tanto tiempo solo. Mientras va conduciendo hacia la funeraria recuerda aquel veinte de Abril, el día en que supo que el Señor alfonso moriría. Estaba sentada en mi escritorio, mientras hablaba por teléfonos, agendando las reuniones de la semana. —¡Si!, para el miércoles a las diez y media, el señor con gusto, tendrá el placer de atenderles. Se escucha por el intercomunicador —Señorita Estella, por favor, cuando pueda, pase a mi oficina, necesito hablar unas cosas con usted. —una voz ronca, pero débil y temblorosa, algo cansada. —Fue un placer atenderles —cuelgo el teléfono y respondo por el intercomunicador— ¡Si! señor, ya voy. Agarro la libreta donde anoto todo lo que el señor Alfonso me dice, ya que siempre tenemos mucho trabajo y no le gusta que olvide nada. Al entrar a la oficina, veo que esta sentado junto al abogado que lleva tres horas mas de lo habitual, hablando con el. —Con permiso señor. —entra a la oficina— Dígame señor, que necesita. ¿quiere café? ¿agua?... —No señorita Estella, tome asiento por favor. —eso me parece muy extraño, y me causa una gran intriga, ya que a el, no le gusta que nadie interrumpa sus reuniones con su abogado personal, ni siquiera yo. De pronto entra muy deprisa Daniel acomodando su corbata. —Disculpe señor, teníamos un problema en producción y vine lo mas rápido que pude. —No te preocupes Daniel, por favor, cierra bien la puerta, tengo algo muy delicado que hablar con ustedes. —Daniel se sienta al lado de Estella, quien inmediatamente comparte un sonrisa al verlo. —Como habran notado, mi salud no ha estado muy bien el último año, y temo que ya no habrá mejora. —se tapa la boca con un pañuelo para toser, al retirarlo, este tiene unas gotas de sangre en el. Me asusto —¡Señor! ¿que tiene?, ¡llama al medico! —y le digo a Daniel muy angustiada. —¡No! Estella, estoy bien, pero necesito que te calmes. El cáncer de próstata a vuelto, pero de la peor manera —toma una pausa— ha hecho Metástasis en todo mi cuerpo. Aquella noticia me impacta, no puedo creer lo que nos esta diciendo, volteo a ver a Daniel, quien esta igual de sorprendido que yo. Los ojos se me empañan, pero me controlo, no puedo llorar frente a el. —Pero debe haber algo, algún tratamiento, debe existir algo que podamos hacer señor Alfonso —dice Daniel tratando de buscar una solución. —No, Daniel, ya es casi el final de mi vida —pone una sonrisa en su rostro— la cual ha sido esplendorosa. Este es el ciclo que debemos pasar, por eso hay que aprovechar cada instante que nos da la vida, para vivirla al maximo. —voltea su mirada al abogado quien inclina levemente su cabeza. —Los he citado aqui a ambos, ya que son las personas en las que mas confio —se dirige a Daniel, viendolo fijamente a los ojos— Tu Daniel, quien ha dado todo por aprender cada cosa que te he enseñado, nadie mas que tu sabe como es el funcionamiento de cada sector dentro de la empresa. —Lo he hecho con todo el gusto del mundo señor. —suena su nariz, se nota que esta tratando de no llorar. —Y tu Estella. —fijando ahora su mirada en mi— Sabes lo que dice cada papel escrito en esta empresa. Necesito que sean mis ojos y mis oidos cuando yo no este— Daniel y yo nos miramos con extrañeza. —He hablado con el Abogado Eduardo, para dejar ciertas clausulas con respecto a la empresa, pero necesito que ustedes dos, vean que se cumplan. —Se levanta y empieza a caminar mientras explica— como saben, mis hijos nunca han estado al pendiente del negocio de la familia, ni siquiera saben como se maneja esta empresa. y dejársela seria declarar la banca rota. Es por esto que necesito que ustedes me ayuden a que eso no suceda. El señor Eduardo les va a pasar un documento —señalando hacia el abogado— el cual necesito que lean detenidamente, porque al filmarlo ya no habrá vuelta atrás. —se detiene detrás de nosotros y pone sus manos en nuestros hombros. —No los puedo obligar hacer nada que no quieran, pero son los únicos que pueden ayudarme, y ya no me queda mucho tiempo. —me levanto y lo veo a los ojos. Señor usted sabe que ha sido como un padre para mi, y puede contar conmigo para lo que sea. —Daniel, tambien se levanta y coloca su mano en la espalda del señor Alfonso. —Nunca nadie, había confiado tanto en mi como usted lo hizo, y ahora que puedo pagarle, no lo dejare solo. —el Señor Alfonso se rie cariñosamente y nos abraza a ambos. —Se que su cariño hacia mi es sincero, ojala mis hijos fueran como ustedes. Pero lo que les estoy pidiendo es bastante serio —se aleja de ellos y vuelve a sentarse en su silla, al igual que Daniel y Estella.— por eso necesito que se lleven este documento a sus casa, y lo lean con mucha calma. El abogado nos entrega una carpeta marrón a cada uno, que contienen varias hojas. Los ojos de Estella se nublan al recordar aquel día. Pasa sus dedos por debajo de sus anteojos, para secar sus ojos. Al llegar a la funeraria, busca un puesto para estacionar. Hay muchos autos y poco espacio para estacionar. Después de un rato ya con el auto aparcado. Va hacia la entrada de la funeraria, esperando encontrarse con Daniel. Quien ya tiene media hora esperándola. ———————— Hola queridos lectores, gracias por darme la oportunidad una vez más, de poder compartir una nueva historia con ustedes. Recuerden que si les gusta, no olviden darle al corazoncito que está lado de LEER CAPITULO, para guardar la historia en la biblioteca. ¡Gracias! Espero que la disfruten.

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