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¿Ángel o demonio?

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Blurb

Ava estaba cambiando de vida huyendo de los hombres infieles y mujeriegos como su ex, con quien había pasado sus últimos años sufriendo sus deslices. Era una chica inocente, aunque con carácter, que buscaba un futuro tranquilo, sin complicaciones en el departamento de Recursos Humanos. Sin embargo, al llegar a la nueva empresa, tiene que hacer frente a mucho más que unas caras bonitas. Hombres que amenazan con poner su mundo y sus ideales patas arriba. Cada uno completamente distinto al otro, aunque comparten una personalidad que Ava deseaba evitar, pero que la persigue y la atrapa en una vorágine de lujuria. ¿Oscuridad salvaje? ¿Sensualidad cristalina? ¿Sexo? ¿Amor? ¿O la soledad tranquila que ella deseaba?

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Primer día
Odio madrugar. Creo que es una de las mayores torturas legales del mundo. ¿Por qué hay que iniciar la jornada laboral a las 7:30? Seguro que más de uno cambiaría su semblante amargado si empezara a trabajar a las 9. Como el conductor del autobús al que acababa de subir para ir a mi primer día en la empresa B&W, un señor con cara de pocos amigos y, al parecer, mudo, porque no había respondido a mis “buenos días”. Daba igual, bastante tenía con lo mío, había dormido poquísimo por los nervios, conseguí dormirme a las 5 de la madrugada, y aquí estaba en el autobús, a las 7, con ojeras mal disimuladas (no sabía maquillarme así que hice lo que pude) y prácticamente en ayunas porque tenía el estómago cerrado. Solía estresarme mucho ante los cambios, y más cuando se trataba de un nuevo trabajo en una empresa de informática en auge que por alguna razón que escapaba a mi entendimiento había decidido contratarme. Mi entrevista fue mal, porque mi carácter tímido unido a mi sinceridad exagerada no ayudaban, pero menos ayudó el hecho de que mi entrevistador (y mi futuro jefe directo) fuera tan atractivo. Solo podía pensar en ese pelo castaño claro tan bien peinado, esos ojos verdes y ese hoyuelo en la barbilla. Madre mía, cuando se rió ante alguna de mis ocurrencias, fruto del despiste y de los nervios, descubrí que también se le formaba un hoyuelo en la mejilla. Daniel De Santos. Tomé nota mental para buscarlo después en **, pero no lo encontré. Y allí estaba yo, a dos paradas de mi destino, babeando por mi jefe. Llegué 10 minutos antes de la hora, así que dediqué unos minutos a intentar relajarme. Mi departamento era el de Recursos Humanos, yo iba a ser la asistente del director (Daniel De Santos). Era licenciada en Psicología, y esto era lo más parecido que había encontrado de mi gremio, ya que había dejado mi anterior empleo en Servicios Sociales. Entré y me enviaron a la tercera planta, así que cogí el ascensor. Al ser mi primer día, no sabía las reglas implícitas de vestimenta, por lo que me había vestido un poco neutra (blusa celeste y pantalón pitillo n***o) y añadí unos zapatos con algo de tacón, que era lo que solía hacer cuando quería ir un poco más arreglada, pero como acostumbraba a usar zapatillas, subir por las escaleras tres plantas en tacones no era una opción viable. Al salir del ascensor encontré un pasillo abierto a la izquierda, otro igual a la derecha y una sala acristalada en medio, delante de la cual había una chica en un escritorio, que me saludó alegremente y me indicó que me esperaban en el pasillo de la derecha. Efectivamente, mi guapo jefe me esperaba sonriendo. Madre del amor hermoso, necesitaba un abanico, soy muy pálida y se me subían los colores enseguida debido a mi timidez, lo que algunos consideraban adorable, pero que yo detestaba con toda mi alma. Al acercarme, me saludó afectuosamente. - Buenos días, bienvenida a tu nuevo puesto, Ava. Espero que estés cómoda, ya que trabajaremos codo con codo -yo preferiría uno encima y otro abajo pero bueno… Cállate Ava, que es tu primer día. - Buenos días, señor De Santos. Estoy encantada de estar aquí -le sonreí de forma profesional, para contrarrestar el sonrojo. - Por Dios, no me llames señor De Santos, te llevo solo cuatro años. Mi nombre es Daniel, y así es como quiero que me llames dentro Y FUERA de la oficina -¿me lo estaba imaginando, o había recalcado lo de fuera? - Como quieras, Daniel. Estoy lista para empezar -seguro que eran suposiciones mías, así que hice caso omiso a sus palabras. Daniel empezó a hacerme un tour por toda la planta, explicándome cada lugar, aunque mi zona de trabajo se limitaba a ese pasillo, pero era un hombre muy amable. También me presentó a los compañeros del departamento y luego comenzó a contarme algunos cotilleos de ellos. Yo me distraía por momentos mirando a mi alrededor, ya que estábamos en la puerta de su despacho y ésta estaba a la entrada del pasillo, por lo que había bastante ajetreo de gente subiendo y bajando del ascensor y las escaleras justo al lado. Intentaba memorizar las caras de todos los que pasaban cerca, y entonces lo vi, mirándome con atención. Acababa de salir del ascensor y de repente todo lo de alrededor desapareció y el parloteo de Daniel se convirtió en un murmullo a mis oídos. Jo-der. Si Daniel De Santos era un héroe griego, este hombre había bajado de los mismísimos cielos. Tenía una mirada penetrante, con el ceño fruncido. Sus ojos eran oscuros, al menos se veían así de lejos. Tenía el pelo castaño corto pero lo suficientemente largo como para que se le rizara un poco aunque intentaba peinarlo hacia arriba, y una pequeña barba de un par de días pero bien cuidada. Llevaba un traje gris sin corbata. Una pena, porque me habría encantado agarrarlo de ella y traerlo hacia mí. Me volví a poner roja (maldita reacción del sistema simpático), así que desvié la mirada y cambié de posición para evitar mirarlo desde nuevo. De Santos seguía con su charla sobre Chris y Tanya, por lo que no se había dado cuenta del momento “creo-que-he-visto-un-ángel”. Intenté seguirle la conversación, y nos acercamos a mi mesa, justo al lado de su puerta del despacho -sí, bendigo a mi suerte por tener estas privilegiadas vistas, si el ángel caído del cielo solía visitar esta planta, iba a deleitarme bastante- cuando oí una voz profunda y grave a mis espaldas. -Buenos días, De Santos. ¿Tiene por fin nueva asistente? -Sí, señor Bianchi -Daniel borró la sonrisa de su cara, creo que no le caía bien ese hombre, que por su apellido imaginé que era el director, ya que yo estaba de espaldas y no lo había visto llegar, aunque por otra parte tampoco sabía el aspecto del dueño de la empresa-. Ella es Ava Sainz. Me di la vuelta para presentarme ante el director. Oh. Dios. Mío. Era él. Me había equivocado, no tenía los ojos oscuros. Bueno, no negros. Eran azul oscuro, y me estaba mirando muy fijamente con ese ceño fruncido permanente. También había errado en otra cosa: no era un ángel, parecía más Lucifer, un ángel caído con un aura de oscuridad que emanaba un magnetismo difícil de ignorar. -Esto… Hola. Buenos días señor Bianchi. Estoy encantada de formar parte de esta empresa -conseguí decir sin tartamudear, aunque notaba mis orejas arder, por lo que ahora mismo debía de parecer un tomate bien maduro, pero tenía años de experiencia con este problema y mi mejor estrategia era hacer como si nada. -Buenos días, Ava -mmmm qué bien sonaba mi nombre en sus labios-. Espero que formes parte de mi empresa mucho tiempo. -Todo el que usted quiera -se me escapó, porque era tímida, sí, pero como ya había mencionado, también era de sinceridad exagerada, como yo lo llamaba-. Quiero decir, ustedes, la empresa, los jefes -cállate ya, que la estás liando. El señor Bianchi esbozó una pequeña sonrisa ladeada y relajó el ceño. Menos mal que no se lo había tomado a mal. Debería aprender a callarme. -Eso dependerá de ti siempre -contestó mirándome con los ojos entrecerrados-. Ya nos veremos por aquí, trabajo en el pasillo de enfrente. Se dio la vuelta y se marchó, dejándome allí plantada pensando en sus palabras, hasta que Daniel De Santos carraspeó y me sacó de mi ensimismamiento. -Ya has conocido al jefe. Marc Bianchi, uno de los dueños de la empresa Black&White. Y, antes de que me lo preguntes, sí, los otros dueños son también parientes, por lo visto la empresa es un patrimonio familiar, pero es él solo quien lleva la empresa. Un tío agradable cuando se lo propone, pero un c*****o la mayor parte del tiempo. Borde, serio, lleva las normas a rajatabla y además es un ligón. Ten cuidado con él -creo que estaba celoso de que el señor Bianchi fuera aún más atractivo que él. -No me ha parecido borde, aunque impone bastante -admití. -Es un lobo en los negocios y en la vida, y te ha mirado como si fueras su presa -entrecerró los ojos, pero yo no pude evitar sonreír ante la ridícula idea de que quisiera cazarme-. Yo que tú no me liaría con el jefe, más de una en la empresa lo ha hecho y luego ha dejado el trabajo. -No digas tonterías, no voy a liarme con el jefe. Es mi primer día, ni siquiera recuerdo dónde está el baño, ¿cómo voy a montarme películas de ese tipo? -ay Dios, si él supiera que ya me había montado una con él tras una entrevista de 20 minutos. Lo que podría hacer mi mente con el nuevo material que le había proporcionado…

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