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Ella.

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Blurb

“Sentí como sus caderas se presionaron contra las mías suavemente, mis labios siguieron dejando una estela de besos un poco más apresurados por su abdomen plano, mientras mis manos recorrían con timidez sus muslos y sus caderas, temblé de anticipación y ella acarició mi rostro con ternura.

Tomé su suave cabello oscuro con mis manos y tiré de ella hacía arriba, sus ojos se clavaron en mis labios y su sonrisa se extendió hacia un lado. Me acerqué apresuradamente a sus labios una vez más, la besé con fuerza mientras sus manos se enredaban en mi cabello atrayéndome más cerca como si eso fuera lo más importante en su vida, simplemente tenerme más cerca, más.

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Mirarla Dolía.
PRIMERA PARTE. "EL CHICO DE LOS OJOS VERDES" Era tarde y llovía. Las gotas de agua recorrían la superficie ondulada del cristal de mi ventana casi en una competencia silenciosa, mis ojos no podía apartarse de ellas pues, ¿Qué más podía hacer? No había mucho en una noche de tormenta como aquella, solo observar el correr del viento contra las ramas altas de los pinos y por qué no, el brillar de los faros de los autos que se reflejaban contra el asfalto mojado. Aparté la vista un poco y observé mi habitación, estaba vacía como de costumbre, los libros se apilaban sobre la mesa de mi escritorio y la lámpara en la mesa de noche brillaba tenuemente enviando sombras dentro de todo el lugar. Suspiré y miré la cama revuelta, las sábanas tiradas sobre el suelo de madera, donde también se amontonaban un par de pantalones y camisetas sucias que había olvidado limpiar y fue eso lo que me puso en movimiento, me alejé de la ventana a regañadientes y levanté las cosas del suelo, alguien tocó la puerta en ese momento. No había nadie en casa, mis padres estaban fuera visitando a la abuela y dudaba que hubiesen vuelto tan pronto y peor aun con esa tormenta. Esperé un par de segundos y los nudillos volvieron a estrellarse contra la puerta sutilmente, me llevé una mano al cabello, fuese quien fuese seria buena compañía mientras esperaba a que el sueño me derrotase de nuevo. Abrí la puerta, su rostro mojado y su sonrisa divertida y traviesa hicieron que mi corazón diera un vuelco dentro de mi pecho, era cautivadoramente doloroso verla de esa forma. Sonreí, ella era la única persona que deseaba ver y la única que jamás esperaría encontrar detrás de mi puerta mojada y a altas horas de la noche. Antes de poder decir nada, hundió sus manos en mi cabello y se aproximo a mí, sus labios eran cálidos muy a pesar del frio que hacia afuera. Su cuerpo estaba húmedo y su ropa goteaba, me estremecí y por fin note que solo usaba un par de pantalones, no había camisa o zapatos, nada. Sus labios se abrieron paso sobre los míos, hambrientos, furiosos y totalmente despiadados de una forma que yo mismo no lograba entender. Me reí y alejé su cuerpo del mío y aunque era una estupidez hacerlo, me permití un par de segundos para hacerme a la idea de que era real, y lo era. Ella estaba ahí, con la respiración entrecortada por el beso y con las mejillas sonrojadas por tener mis manos sobre su cintura. La rodeé con mis brazos feliz de verla, enterré el rostro entre su cabello e inhalé su fragancia a lluvia y madre selva, era delicioso. Sus labios se detuvieron en mi cuello, su aliento me hizo estremecer por un gentil segundo que deseé que no se acabara, pero termino cuando alzo la mirada hacia mí, estaba seria, su sonrisa se había perdido mientras la tormenta seguía su curso cubriéndolo todo de manera que la calle era una nebulosa perdida entre gotas de lluvia y mi propio desinterés de ésta. Sus ojos oscuros eran prometedores, eran claramente prometedores y sabía que se debatía por algo realmente importante en su interior, se mordió el labio por un breve instante y la brisa se coló por entre la puerta abierta, la cerré con un empujón y ella salto en mis brazos, yo la atraje aun más cerca hasta tenerla encajada contra mis caderas y mi pecho; acaricie su mejilla con los nudillos, su piel estaba fría y su aliento se mezclaba con el mío, roce sus labios con los míos. La observe y ella a mí. —Por favor, ¿podría quedarme esta noche contigo? — y eso fue todo lo que dijo, mis labios se encontraron con los suyos y la besé con furia, sus caderas se apretaron con más fuerza contra las mías, gruñí por lo bajo y seguí besándola mientras deslizaba sus uñas de un rosa brillante contra mi piel desnuda. Se sentía tan bien, tan bien… La arrastré a mi habitación, ella no se resistió, me siguió sin protestar y sin dejar de besarme. Recorrió mi espalda con sus manos y yo me estremecí ante la anticipación que eso me daba, siguió apretujándose contra mí de tal forma que era doloroso e increíblemente irresistible, la aleje cuando la parte posterior de sus rodillas chocaron contra el borde mi cama. —¿Estás segura? — pregunté, mi voz sonaba una octava más alta que antes por los nervios, estaba peor que nervioso, esto no era lo que yo esperaba, era mejor, era como un regalo que no merecía. Yo no la merecía y, sin embargo, estaba ahí dispuesta a complacerme o complacerse, no lo sé. —Sí, estoy segura —su calma y su valentía me hicieron querer correr fuera de la habitación, yo era un cobarde pero, la amaba, claro que la amaba y estaría dispuesto a dar todo por hacerla feliz, todo. —Bien — susurré, no muy seguro de mí mismo, mis manos temblaban y me había alejado un par de pasos de ella mientras pensaba en ello. Oh, por Dios, era hermosa y estaba ahí para mí. —¿Tienes miedo? — preguntó con voz suave, algo dentro de mí se rompió en cristales de colores en ese momento. Tenía mucho miedo. —No. ¿Y tú? — alcance a decir, ella negó con la cabeza y para confirma lo que decía y que lo decía en serio, comenzó por pasarse por los hombros el abrigo gris. La observé,, era lo único que podía hacer sin ponerme a temblar como un tonto. Tomé aire cuando la primera prenda cayó sobre el suelo de mi habitación, la observé llevaba una fina camiseta blanca, podía ver el sujetador de encaje habitaci miré hacia mis pies intentando hallar un poco de valor y dejar de parecer tan ridículo. Su camiseta desapareció luego de unos segundos, tragué con dificultad, su mirada oscura decía que no iba a rendirse ni a correr en ese momento. Me senté sobre el borde de la cama y fijé la mirada en su piel pálida y hermosa… Era verdad que ella era absolutamente hermosa con su ropa, pero sin ella o al menos sin un par de prendas su piel resplandecía con una luz que no había atrevido siquiera a imaginar. Era como ver nacer un amanecer a orillas del mar, tal vez mil veces mejor que eso. Dio un par de pasos hacia mí, por instinto separé más las piernas para hacerle un lugar entre ellas pero se detuvo y bajo sus pantalones por sus propias piernas, me sonrió y mis latidos se desorbitaron; estaba tan segura de sí misma que me obligué a mí mismo a sentirme de la misma manera. La tomé de la cintura y la acerqué hacia mí, recorrí suavemente la piel de su cuerpo, maravillándome con cada centímetro de ella con cada descubrimiento nuevo que mis dedos hacían mientras avanzaban. Tomé la parte superior de sus bragas negras y comencé a bajarla con dedos temblorosos, ella simplemente sonrió y lo que ocurrió después… Lo que ocurrió solo me hizo saber que la amaba más que a cualquier cosa en el mundo y que jamás me separaría de ella… Jamás. Y recuerdo que dolía. Mirarla dolía.

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