Ella fue mi crush primero

Podía ver la carne revolotear en la boca de Rubén mientras masticaba, su mirada fija en la televisión detrás de mí. Solté un suspiro y tragué el resto de mi copa, ya ni siquiera me apetecía seguir comiendo. — ¿En serio vas a ignorarme toda la noche? —solté ya exasperada. Rubén tragó pesadamente y cuando iba a beber de su vino pareció comprender que yo existía y que le había dicho algo. — ¿Qué? Giré los ojos y lo miré sin poder creer que había desperdiciado una buena noche de películas en Netflix solo por venir a cenar con él a este restaurante barato de carnes. —Se supone que es una cita —dije—, se supone que debemos hablar, conocernos y no actuar como una pareja casada que se intenta ignorar mutuamente... —Ajá... espera un momento —dijo Rubén alzando una mano para callarme y fijar la mirada en el televisor, hizo una mueca de desagrado y soltó una vulgaridad—. Perdón, es que es la final de los Vigor, llevamos dos puntos de ventaja, pero no sé qué le pasa a Maxi hoy, no anda jugando bien, el ultimo traspié que hizo....  Rubén siguió hablando del partido de baloncesto como si me interesara, pero yo estaba harta de seguir aquí con él. Saqué dos billetes de mi bolso, lo suficiente para cubrir mi comida y lo coloqué en la mesa para  levantarme. —Me voy —anuncié, no esperé una respuesta de su parte, simplemente serpentee entre las mesas y salí del restaurante. La peor cita a ciegas de la historia. Saqué mi teléfono mientras caminaba calle abajo, y llamé por Skype a mi mejor amiga Rachel, nos hicimos amigas en el primer año de la universidad UIC, cuando compartimos habitación y desde ahí fuimos inseparables, siempre resaltaba con su personalidad excéntrica y amaba andar en tacones (incluso para hacer deporte), desde entonces cuando nos graduamos, ella se mudó a Los Vines quedaba al norte de Gran Vigor y yo esperé cumplir un año en mi trabajo para solicitar un cambio de empresa, y así poder vivir juntas en este nuevo país, llevábamos un mes que alquilamos todo un departamento y nos tratábamos como hermanas. Me coloqué los audífonos y su rostro salió en la pantalla, no llevaba maquillaje, al parecer había llegado del trabajo y no había hecho más que ver películas y comer. Como debí haber hecho yo. — ¿Cómo te fue en tu cita, Santa? —su sonrisa estaba tan cerca de la cámara que me irritó, siempre estaba feliz, ella era mi complemento, yo era más seria. Santa era el apodo que me dieron en la universidad para abreviar Santa Claus, de cierta forma me gustaba, así podía resguardar mi nombre y que no todo el mundo supiera que me llamaba Claus. —Pésimo, ese sujeto ni siquiera despegaba la mirada del televisor detrás de mí, sin mencionar que ni siquiera tiene cabello y los botones de su camisa casi salían disparados por su gordura. Rachel se revolcó de la risa y no pude evitar reírme también un poco, pero fue su idea, Rubén trabajaba con ella en el banco más importante de la ciudad, ellos eran contadores y siempre le preguntaba por mi desde que vio una foto que salíamos juntas en f******k, ella dijo que me agradaría, que era un buen sujeto, tal vez lo era, pero ni siquiera conversó conmigo algo relevante en toda la cita. Llegué a mi auto y me monté, había comprado un lindo BMW, con lo que me había dado la empresa de bono por ser buena en mi trabajo, era ingeniera civil y trabajaba en FEDE una de las mejores empresas del país, claro que las horas de trabajo eran muy extensas.  —Perdón —dijo todavía convulsionando por la risa—, pero prometo recompensártelo, ¿cine el sábado?  —Como sea —giré los ojos—, nos vemos en un rato, voy a conducir. Desconecté la llamada y me uní al tráfico del centro, cuando por fin entré a la carretera entró una llamada de “desconocido”, tomé mi teléfono tentada a contestar, pero rechacé la idea, no sabía qué persona podía intentar secuestrarme o extorsionarme por “creer” que era rica, bueno tenía dinero, vivía bien, pero no era rica... todavía. Cuando lancé el teléfono al asiento del copiloto y enfoqué mi vista en la carretera, hundí rápidamente el freno al ver una sombra salir de la nada, pero era muy tarde, rebotó del capó y voló dejando un recorrido de sangre. Me bajé del auto rápidamente sintiendo mi corazón a punto de salir de mi boca, mis manos temblaban cuando llegué y vi el cuerpo, era un hombre, un señor mayor, su rostro completamente ensangrentado, toqué la vena de su cuello, no tenía pulso. Estaba muerto.