| Él lo reclamará |
POV Jenn
Me doy una última mirada en el espejo antes de salir de mi habitación, pero antes de salir veo la pañoleta que debo usar para cubrir mi cabello y las gafas negras para ocultar mi identidad. Gracias a Dios que las vi, porque de lo contrario no hubiera podido entrar a verlo. Si la gente me ve en su funeral no sé lo que serían capaz de hacer conmigo.
Escucho el sonido de un vidrio rompiéndose y me doy cuenta que la ventana está rota y hay una piedra en el suelo. Me asomo a mirar para ver quien fue, pero no veo a nadie. Empiezo a recoger los vidrios como puedo con mi mano, la sangre no tarda en correr por mis dedos, cuando uno de los vidrios se incrusta en mi piel. A veces me pregunto por qué soy tan impulsiva?, si fuera un poquito como Toribio esto no estaría pasando.
Siento un escozor en mis ojos después de decir su nombre. Se que no me pondré a llorar por haberme cortado, duele pero el dolor es soportable. Lo que realmente me duele es la culpa que siempre llevaré dentro de mí, porque soy la única culpable de su muerte. Aunque me he convencido a mi misma de otra cosa, para no llorar, por que el me pidió no llorar por él, pero el sol no se puede tapar con un dedo, fui yo la única culpable.
He estado conteniendo mis emociones desde que me enteré que camino al hospital falleció, porque no me siento digna de llorar por el hombre que dio todo por mi, pero no recibió nada a cambio. Sí Toribio me viera en este momento estaría tan decepcionado de mi. Me siento sobre el suelo abrazando mis piernas, mientras escondo mi rostro entre mis piernas.
> se repite en mi cabeza.
La puerta se abre, para mi sorpresa es mi “prometido”, al verme en el suelo, correr hacia mi.
— ¿Amor estás bien? — pregunta Leonardo cuando ve la sangre saliendo de mi dedo. Asiento con mi cabeza sin decir una palabra.
Desde que la policía me “rescató” de la finca de Toribio, no he hablado con nadie, y aunque debo estar “agradecida” con Leonardo por haberme rescatado, no puedo porque nadie me escuchó cuando dije que no estaba secuestrada, la policía solo quería atacar a Toribio y eso hicieron.
Quiero evitar preguntas incómodas. Se que algun dia tendré que decirle todo lo que viví con su padre durante este último año, pero no quiero, mucho menos puedo recordar esos momentos donde fui feliz, por que el dolor se apodera de mi ser.
Leonardo me ayuda a levantarme y limpiar mi herida, con un paño húmedo antes de colocar una curita. ¿Existe alguna del tamaño de mi corazón? ¿Quién curará mis heridas ahora que él ya no está?
Leonardo como su hijo debe asistir al funeral, Toribio no tiene más familia que “nosotros” pero sé que irán muchos de sus empleados y de ellos debo de cuidarme por qué se que probablemente quieran tomar venganza contra mi.
Todos me culpan de su muerte, hasta yo misma, por eso no me permito llorar. Fue por la culpa de mis malas decisiones que hoy el amor de mi vida está muerto y aunque duele, debo ser fuerte, en su honor debo ser la mujer fuerte que él mismo me enseñó a ser. Meses entrenando, me enseñó de todo, menos a estar sin él.
En mi cabeza siempre escucharé su voz grave con ese acento italiano que tanto me gustaba diciendo “Aprende Jenn, el día que yo no esté, tú deberás defenderte sola”. En ese momento no le tomé importancia, hasta hoy sus palabras tienen sentido, por qué no pensé que me quedaría sola, nunca pensé que este sería nuestro final.
Desde el auto con las ventanas polarizadas puedo ver la gran cantidad de personas que han venido a darle el adiós, por qué aunque muchos solo vieron la cara del despiadado “Tiburón Blanco” quienes estuvimos cerca a él pudimos conocer, su hermoso corazón.
Bajo la ventana dejando que el frío entre en el auto, es que es un día tan frío, que parece que el clima quiere borrar la calidez de su existencia. Muchas mujeres entran vestidas de n***o, como si todas fueran sus viudas, a algunas no las conozco pero estoy segura que muchas de ellas fueron sus sumisas, no puedo enojarme, mucho menos sentir celos ya que todas fueron antes de mi, excepto Paula.
Quién es justamente quien llama mi atención, ya que por ser sirvienta de Toribio por muchos años, me conoce. Siento su mirada sobre mi a cada paso que doy y cuando volteo la sorprendo mirándome fijamente parece que ya sabe quién soy.
Sigo caminando tomada de la mano de Leonardo hasta donde está el cajón, está cerrado pero aun asi no aguanto más y me quiebro. Es como si la realidad me golpeara una vez más con la noticia que nunca más volveré a verlo.
Siento las lágrimas resbalar por mis mejillas, sin poder ocultarlas y trato de limpiarme pero es inútil, estas no paran así que solo escondo mi rostro para que la gente no me vea. Mi mano tiembla al tocar ese cajón frío donde está el cuerpo de mi amado.
>
Digo en mi mente por qué no puedo decirlo en voz alta.
Me alejo de Leonardo porque mucha gente empieza a acercarse a él para darle sus condolencias.
Empiezo mi camino de regreso al auto para esconderme cuando siento que una mano se posa en mi hombro y me jala hacia atrás.
— ¿Cómo te atreviste a venir? — pregunta Paula jalando la pañoleta de mi cabello y volteando mi rostro con una cachetada tan fuerte que los lentes salen volando.
— No hagas un escándalo — digo cuando mis ojos se encuentran con sus ojos enrojecidos, las lágrimas han formado un camino en su bello rostro, pero aun con la pena no quita la dureza con la que me mira. Cubro mi cabello como puedo
— Yo solo quise acompañar a Leonardo — respondí tan bajito, casi como una súplica. Yo sé que no merezco estar en este lugar, pero no por ello no vamos a deshonrar la memoria de Toribio.
— ¿Cómo se atreven a venir? ¡Asesinos! ¿Crees que no lo sé? Que fuiste tú con el tal Leonardo quienes mataron al jefe — dice gritando y la gente volteó a mirarnos. La tomó del brazo para llevarla afuera, aunque se resiste, más puede la fuerza de mi cuerpo que su altivez.
— La policía entró a rescatarme, dispararon hacia Toribio por que no quiso dejarme ir, Toribio era el padre de Leonardo, él no lo mato — respondí con seguridad aunque por dentro sabía que era mentira, pero eso me lo llevaría a la tumba, nadie tenía que enterarse.
— ¡Lárgate de aquí!, ¡Estás maldita! Lo supe desde el primer momento en que te vi — dice angustiada, su cuerpo tiembla y sus ojos pierden — Se lo dije al patrón cuando leí su mano, le dije al patrón que le harías daño, le dijo, le dije…. pero aún así siguió contigo —dijo negando con la cabeza ya me estaba asustando — sabes ¿por qué? Por qué te amaba, y ese amor lo llevó a la muerte y ¿tu? Ni siquiera han pasado 5 días de su muerte y ya estás aquí de la mano de otro hombre.
— Pamela, Leonardo fue mi prometido, Toribio lo mandó lejos para evitar que nos casáramos.
— ¿Y tú retomaste tu relación? — pregunta y asentí con la cabeza — Después de todo lo que el patrón hizo por ti? Yo se lo dije, estaba claro en los trazos de su mano — dijo temblando — él nunca debió enamorarse de ti, pero obstinado como siempre no hizo caso. Ahora él verá que no le mentí — dijo mirando a los lados, se acercó a mí y sus labios casi tocaban mi oído — y cuando llegue el día de ajustar cuentas te las cobrara una por una.
— ¿De qué hablas? — pregunté pero ella miró mis ojos y asustada retrocede. Negando con la cabeza.
Puse mi mano frente a ella y se acercó a mirarla, sus dedos recorrían las líneas de mis manos como si fuera una serpiente arrastrándose. Siento sus uñas como si se incrustaran en mi piel y abro mis ojos asustada, duele, duele mucho.
— Aún hay mucho que te une al patrón, tanto o más que ese bebé que llevas en tu vientre. Él lo reclamara y no hay nada que puedas hacer en su contra.
Quité mi mano y me alejé, sentí miedo de sus palabras. Nadie sabe que estoy embarazada, solo Toribio y yo.
> se repite en mi mente, pero no, no lo dejaré. Mi bebe no morirá, yo voy a cuidarlo así la vida se me vaya en ello.