—Es que no lo entiendes, ¿cierto?— Musito cerciorándome que la puerta de la habitación aún se mantiene cerrada y nadie pispeará una conversación confidencial.
—¡¿Qué no entiendo Donnovan?!— Espeta cogiendo irritación al otro lado de la línea.
—¡Que estoy desesperada!— Chillo ahogando con la mano libre jadeos producto del desconsuelo., de la impotencia que una estabilidad monetaria nula provee., de las exentas vías de resolución presentándoseme delante. —Estoy desesperada por todo lo que ocurre y no puedo más.
—Chiquita...— Concilia cariñosa descendiendo los alterados decibeles, —La muerte es lo único que no tiene solución sobre la vida. Lo demás... Resulta pasajero.
—¿Pasajero?— Cuestiono permitiéndome llorar, descargar la tristeza hacia Ámbar cuál confidente leal. —Am... No tener siquiera para darles de comer a mis hermanos... No es pasajero. Contar centavo tras centavo buscando dejarles el tazón de leche cada mañana, menos.— Sobo por la nariz y la angustia aumenta, la desazón agobia... Realmente me asfixia. —Vendimos cada pieza de valor en casa, a excepción del laptop con el que estudio y aún así las deudas parecen multiplicarse. El salario ni basta, mamá y su problema me deprime... Estoy tapada, tapada de desamparo.
—¡Charlie!— Exclama contagiada de aprehensión, —¡Cuántas veces te ofrecí una mano maldita sea! ¿Cuántas más te pregunté si necesitabas dinero?
Niego frenética imaginándola frente a mí observándome altanera, con intención de reprenderme —No quiero tu dinero. —Exclamo orgullosa.
Ríe suavemente tomando la conversación un curso indeseado —¡No lo quieres porque rechazas de dónde viene rubia terca! No lo quieres porque te faltan atravesar vivencias crudas, el doble de crudas para entender que la moral, los prejuicios a ésta altura de la vida no sirven en nada.
—¡No necesito tu dinero Ámbar!— Mascullo furiosa. Decepcionada de mí misma, —¡Y no deseo saberme una prostituta! ¡No quiero dar mi cuerpo así!— Las lágrimas amargas se reanudan en forma de potente aguacero, doy vueltas alrededor de la cama y estallo colérica, —¡Nunca voy a ser feliz!
—¡Mira Charlotte Donnovan!— Advierte fría, impidiéndome el derecho a recriminación, —Ésto no es por ti. Ténlo presente cada vez que un arrebato maniático aborde, ¡sino por ellos!— Puntualiza tocándome el jodido talón de aquiles. Mi familia amada. —Por darles un alimento acorde querida amiga., por sacar a Samantha de deudas infinitas, por brindarles una educación sublime a Christopher, Alexandra, y Liam. Todo por ellos.
—Tengo miedo.— Confieso entre pucheros, masajeándome la frente atontada debido al estrés, —Temo volverme fría y manipuladora como tú, Am.— Escupo ocasionado que estalle en risas divertidas, puesto que doy en el clavo: Ámbar Reggins condecorada máxima chiquilla ambiciosa e inescrupulosamente liberal. —Acabar alzando el dedo para decidir con quién acostarme y, pensando si elegir dinero, zapatos o joyas a cambio.
—Char...
—¡Me aterroriza!— Corto necesitada de un abrazo y promesas de bonanza, —Me apabulla que mamá un día lo sepa y no sólo juzgue mi accionar, sino me dé la espalda.— Inhalo profundo declarando jadeante el pesar más grande que me embarga, corroe dentro dañino generándome malestar, —Pero lo que verdaderamente desespera es que sí anhelo enamorarme, ver a alguien reparando en mí con amor, no lujuria.
—¡Ay dios bendito!— Sisea ella chasqueando la lengua, —Las vueltas del destino son tan locas que no puedes asegurar nada. Ahora solamente cerrarás los ojos, y oídos ante comentarios ponsoñozos que la gente vacía pueda cotillear de ti. Congelarás el corazoncito hermoso tuyo y explotarás de mil maravillas lo que tus padres en una genética espectacular te brindaron.
—No sé si...
—¡Escúchame ricitos dorados!— Interrumpe vehemente, —Podrías tener el mundo a tus pies si te lo propusieras. Recurriendo a la astucia e inteligencia adecuada, vivirías rodeada de placeres acordes a una reina. Porque eres joven, hermosa, sumamente talentosa y esas cualidades resultan la debilidad exacta en este planeta lujurioso, codicioso, movido por el dinero.
La entrada del dormitorio es tanteada suavemente percibiéndose la voz de mamá irrumpiendo una inminente contestación a tan materialista palabrerío, —¡Hija!— Anuncia aún con Ámbar al otro lado del auricular, —Ya serví la sopa.
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Muerdo los labios rabiosa únicamente evocar cuándo fue la última vez que probé un filete al sartén., recordándolo segundos después en forma clara y concisa... Antes de que papá falleciera.
—Ya... Voy.— Objeto a modo de respuesta escuchando los pasos de Sam alejarse. —Am yo...
—Tranquila amiga,— intercede adoptando la calidez que me endulza el alma, —ve a cenar.
—Nos veremos mañana, ¿cierto? En la universidad.
—¿Universidad?— Pregunta molesta, —¡Universidad una mierda! Iré cuándo cante el gallo al porche de tu casa. Llevaré el desayuno para tomarlo en familia y luego sí., marcharemos al instituto juntas.
—No lo hagas...— Suplico sintiendo el orgullo resquebrajarse poco a poco.
—Somos casi hermanas Charlotte.— Recita, —Y no voy a dejar que te hundas. ¡Te saco a flote... O nos sumergimos las dos! Es hora que la terquedad tuya empiece a quedar rezagada.— Suspira profundo y añade apesadumbrada, —Lástima me entero cuándo estás al tope. ¡Vaya si resultas buena escondiendo dilemas!
Esbozo muecas que sugieren sonrisas y siseo —Pretendo que el cambio rotundo de mi existencia también se mantenga en el hermetismo absoluto.
—¡Muy bien amiga!— Felicita radiante, —Y aunque lo sepan tarde o temprano, aunque el mundo caiga a pedazos por ello... Te importará una mierda, pues lo haces en base a la más noble causa existente.
—Gracias Reggins.— Musito englobando el inmenso amor fraternal en dos palabras, —Gracias.
—¿Char?— Indaga entendiendo los agradecimientos como despedida, —No lo olvides,— dice aseverando que colgará la línea.
—¿Olvidar?— Recito con retórica, —¿Olvidar qué?
—Que eres hermosa.— Puntualiza dictando el fin de la comunicación.


Guardo el teléfono móvil en el bolsillo de los desgastados pantalones sonriente, medianamente relajada en son a las palabras dulces de Ámbar, y abandonando la recámara encomiendo el andar a la cocina donde ya los renacuajos devoran una sencilla, pero nutritiva preparación de Sam.
—¿Con quién hablabas cariño?— Curiosea Samantha tendiéndome el tazón cargado sopa y pollo hervido. El menú catalogado en horrible, repulsivo.
—Ám...— Respondo encogiéndome de hombros, bloqueando las fosas nasales para que así el aroma cotidiano no me provoque arcadas.
—Pensé que tendrías algún noviecillo por ahí.— Agrega ávida de información, estrujándome a mí, el alma de culpa.
—¿Char de novia mamá?— Pregunta mordaz Liam, observándome sarcástico, —Caminaré sobre la luna antes de que eso suceda.
Frunzo el ceño entendiendo que el intermedio Donnovan, resulta un auténtico enano maldito que exclusivamente dice puras verdades. Por primera vez en la vida ha dicho puras verdades.
—¡Liam!— Reprende la hermosa Alex entre chillidos infantiles, —¡Charlie tendrá un novio bellísimo!, igual a los príncipes de Disney. ¿No es así?— Murmura mirándome dulcemente.
Trago saliva y junto a ello el nudo de dolor que se ha formado en la garganta —Exacto pequeña Alex.— Miento piadosa, —¡Un galante príncipe azul!,— susurro pensando lo contrario. Lo que me espera. Lo que me aguarda quizá tras un correo electrónico o un mensaje de texto. —¡Idéntico al de La Sirenita!
—¡Sí!— Acepta feliz. Demostrando lo mucho que ama dicha historia romántica en particular.
—Pero...— Prosigo ojeando a la analítica y expectante progenitora, —De momento no existe ningún amorío, solamente universidad y estudio.
—¡Y esclavitud!,— refunfuña Liam bajo la azorada mirada de mamá, el silencio de Christopher, la confusión de Alexandra y mi admiración absoluta, —sacrificio... Cansancio, malestar...
—¡Niño, basta ya!— Intercede Samantha molesta.
—Ya...— Digo palpando al teléfono móvil vibrar tenuemente en el bolsillo trasero de los jeans. —No riñas.
Tanteo los dedos para bloquear la llamada y así continuar la cena exclusivamente familiar que ningún tipo de irrupción amerita., sin embargo el número en privado me orilla a parpadear contrariada, agitada, quizá pálida e inquieta.
Respiro profundo resolviendo inexorablemente atender., responder porque la intuición, sentido común y deber dictan de aseverar a qué va la solicitud.
—Ho... ¿Hola?— Espeto luego de deslizar el pulgar tembloroso contra la pantalla.
Breves silencios reinan al otro lado de la comunicación hasta que luego, finalmente de una forma baja, y estremecedora consultan —¿Charlotte? ¿Charlotte Donnovan?
Me remuevo en el asiento doblemente nerviosa, comprendiendo que el momento llegó y en el instante más desafortunado —Sí. Soy yo.— Respondo dubitativa. Añorando llorar, gritar o pedir auxilio.
El timbre vocal grave., ronco., en apariencias seguro, emana suspiros para mascullar alterándome de pies a cabeza —Es un placer gigantesco escuchar tu voz linda bebé de azúcar.