| Alfa |

2720
Hace cinco años atrás… Hago ademán de levantarme del puesto luego de que mi tiempo de Vis a Vis culminara. ─Hija… ─Llama mi madre, sentada al otro lado de la pared de cristal con uniforme naranja. Me duele verla así; envejeciéndose tras las rejas por salvarme a mí. Me detengo volviendo al asiento, sostengo el mando del teléfono que nos permite escucharnos─. Detente, no sigas buscando e insistiendo en sacarme de aquí ─pide cansada. ─Madre, estoy cerca de encontrar un buen abogado para que pueda defenderte en el próximo juicio, te sacaré de aquí ahora que soy la voz de muchas personas con mi trabajo, me dieron una columna para el reportaje de la trata de… ─No, hija, no te metas en más problemas y no sigas gastando dinero en mí. Estoy aquí y no me arrepiento, lo elegí así para que vivieras una mejor vida, así que, hazlo. Dejo salir un suspiro. ─Es lo que quiero, madre; ser una buena periodista, quizá manejar mi propio espectáculo, con este último reportaje ganaré mucho dinero para pagar el abogado… ─Siempre que te cuides, mi pequeña Clementina. ─Lo haré, madre y te sacaré de aquí ─espeto colgando el teléfono─. Te amo ─digo esperando a que me escuche y sus ojos se humedecen intentando detenerme. ─¡Clem! ─Exclama a mi espalda, pero los guardias terminan de sacarme del área de visitas. Me entregan mis pertenencias y salgo de la prisión subiéndome a mi viejo auto; un Ford Mustang del sesenta y siete de color rojo. Lo único con lo que quise quedarme de mi padrastro. Al entrar a mi auto, reviso mi último reportaje que, gracias a un poco de dinero, la policía pudo mostrarme un camión que indica ser la muestra directa del tráfico de mujeres y adolescentes; es la pista directa de los actos vandálicos de la mafia irlandesa. Noto la gran recepción que tuvo en el blog y mi corazón se acelera. Esbozo una sonrisa apartando mi celular para introducirme en la carretera a buena velocidad. Luego de manejar un rato, decido aparcar en la gasolinera por combustible y algunos comestibles junto a unas banditas que me hacen falta. Ato mi cabello cobrizo natural y me coloco una gorra tratando de pasar desapercibida ya que, cuando salgo de la tienda unos hombres me observan de más y sostengo con fuerza el dispensador con boquilla de la gasolina en mi mano. Muevo mi pie en ansiedad mirando los números moverse con rapidez. ─Señorita…¿necesita ayuda? ─Propone un sujeto que sale de uno de los autos aparcados. Decido no responder─. La palanca suele trabarse… ─¡Estoy bien! ─Exclamo sacando el dispensador a la fuerza y lo coloco donde estaba. Rodeo el auto y me introduzco. Acelero lejos del lugar mientras mi corazón late con más fuerza. «Estoy paranoica» Mi celular suena y lo sostengo en mi mano colocando la llamada en altavoz. ─Quinn, estás en los noticieros por tu reportaje ─anuncia mi compañero de trabajo. Me sorprende escuchar eso. ─Eso quiere decir que hice un buen trabajo. ─Enfurecerás a muchas personas, Quinn, tienes que pedir respaldo ─menciona desconcertándome. Arrugo mi cejo por eso. ─Dices tonterías, a ellos no les importa… ─Mis palabras se cortan en cuanto aparece un auto manejando muy cerca de mí. ─¿Qué sucede Quinn? ─Nada, te llamo luego ─murmuro colgando la llamada, presiono el acelerador sin dejar de mirar la camioneta azabache que me sigue de cerca. Lleno mis pulmones de aire «Esto no me puede estar ocurriendo» pienso, porque siempre me sentí inmune a lo que causaba con mis reportajes, hasta este momento. Súbitamente, mis neumáticos traseros estallan sobresaltándome «Los han agujereado» los latidos ahora lastiman dentro de mí y la adrenalina estalla de golpe. Hago maniobras con el volante y logro detener el auto antes de tener un terrible accidente. En cuando dejo salir un resoplido la puerta de mi costado se abre asustándome; varios hombres armados me bajan del auto a la fuerza, intento sostener mi celular para llamar a emergencias, pero ellos son más y me amenazan con sus pistolas enormes. ─¡Soy periodista, mi nombre es Clementina Quinn! ¡Mi nombre es Clementina Quinn, ayuda! ─Grito hacia los autos que pasan a un lado, pero deciden hacer vista gorda ante lo que está sucediendo. ─Haz silencio ─gruñe un sujeto con un acento marcado. No puedo evitar pensar en mi madre y en lo que podrán hacerme esta gente mala; sé que no soy una santa mi madre siempre ha dicho que hay algo del diablo dentro de mí, por más que intentó introducirme en la religión, solo aumentaba mi desprecio por la hipocresía de la iglesia cada domingo…pero, estos sujetos son manejados por el mismo diablo. Me sujetan con fuerza, pataleo, forcejeo y peleo por mí. Mis ojos se llenan de lágrimas por el miedo que me invade. ─¡La policía me buscará, soy periodista! ─Grito desesperada provocando que mi garganta se escueza. ─Niña, cometiste un grave error llamando la atención y metiendo tus narices en asuntos que no te competen ─dice el hombre empujándome dentro de la camioneta azabache luego de cubrirme la cabeza con un saco. Mis respiraciones se vuelven en jadeos por el pánico y el sollozo. ─¡¿A dónde me llevan?! ─Exclamo al sentir cómo el auto se mueve. ─Cállenla por favor ─pide otro sujeto. De repente, siento un golpe fuerte en mi nuca que me desmaya en el asiento, el olor a cuero se queda grabado en mi mente. ** Despierto con sobresalto y ya no tengo cubierta la cabeza, vislumbro más mujeres a mi alrededor igual de asustadas, algunas más jóvenes que yo. Intento zafarme del amarre de mis manos. ─Es imposible…ya lo intentamos ─dice una mujer llamando mi atención. Tiene el cabello castaño y un vestido de fiesta. ─¿A dónde nos llevan, quiénes son esos hombres? ─Pregunto asustada. Escucho cómo lloran varias de las mujeres. ─No sabemos, tenemos diferentes historias yo…estaba de fiesta con unas amigas y creo que colocaron algo en mi bebida, desperté aquí. Nos han secuestrado ¿La policía estará buscándome? Dios…mis padres se morirán si me ocurre algo ─explica sobresaltada. ─Nadie nos ayudará, ¿no ves las noticias? Mujer que desaparece no la ven nunca más, a menos que aparezcamos en un río o en una carretera… ─¡Cállate! ─Exclama otra mujer─. Saldremos vivas de aquí. «Comienzo a dudar de eso» ─¿Tú por qué estás aquí? Aunque eres muy bonita, quizá fue por eso ─Llama mi atención la primera mujer del vestido de fiesta. ─Soy periodista. ─A esta la agarraron por bocona ─espeta con dureza otra mujer. ─Creo que te reconozco…hiciste un reportaje de la trata de blancas, lo vi en las noticias. Eres la voz de muchas personas, gracias a ti, han comenzado a buscar a las desaparecidas y también a realizar mayor control. Tal vez nos encuentren y puedan salvarnos ─dice algo ilusionada. ─¿Cómo te llamas? Me llamo Clementina ─pregunto hacia ella. ─Daniela Padrón ─responde por lo bajo. Le doy una sonrisa tenue y de repente, el auto se detiene. Todas comienzan a temblar del miedo, incluyéndome y a sollozar. Abren la compuerta del camión donde nos encontrábamos y la luz me encandila. Comienzan a bajarnos una a una de manera brusca y cuando mis rodillas chocan con el asfalto veo al frente de mí a otros hombres, pero con traje. ─Alfa, esta es la nueva mercancía ¿Seguro no deseas ninguna? Pero no elijas a tu “Beta” se te acabará la diversión ─Dice un hombre a otro. ─¡Malditos degenerados, lo van a pagar! ─Gruño encarándolos. De repente, un hombre alto; moreno, de cabello largo y castaño con una barba frondosa a juego aparece para mirarme detalladamente. Mi corazón palpita con fuerza, pues el hombre remueve algo en mi interior que me desconcierta y es que tiene el aspecto de un adonis con todo y su porte de criminal, se nota su musculatura y hombros anchos mientras que su mirada es muy oscura e imponente. No entiendo lo que sucede conmigo, si estoy a punto de morir. ─¿Quién es ella? ─Pregunta el hombre. ─Es la reportera… ─¡Soy periodista, tarado! ─Intervengo molesta. El hombre moreno se ríe del otro. ─Voy a matar a esta zorra. ─No. ─Le detiene. ─Alfa, esta mujer será un problema, por su culpa nos han detenido un cargamento. ─¿Cómo te llamas? ─Pregunta el moreno hacia mí. ─¡Púdrete! ─gruño, él se acerca a mí y sujeta mi mentón obligándome a mirarle. Mi corazón late con más fuerza cuando sus ojos oscuros se clavan en los míos, dejándome sin aliento. ─Ahora serás mi “Beta” ─anuncia con su voz gutural. Niego con mi cabeza de forma desesperada cuando escucho lo que dice el hombre. ─¡No, no, no! ─digo pataleando mientras dos hombres me levantan del suelo, giro mi rostro observando el rostro de Daniela lleno de lágrimas. ─¡Clementina! ─Grita ella, en cuanto me alejan del grupo de mujeres. ─Llévenla al Jet ─ordena el moreno. ─Alfa, ¿estás seguro de tu decisión? Es la única mujer que podrías tener, el Boss solo te deja reclamar a una ─escucho que le dice otro hombre. ─Haz lo que te digo y cállate ─espeta al que le dicen “Alfa” me encaminan hacia lo que parece ser un avión, pero más pequeño, mi corazón comienza a latir con más fuerza. ─¡No, le tengo miedo a los aviones, por favor! ─Suplico con miedo. ─No le tienes miedo al Alfa, pero sí a un avión, qué ironía ─Se burla uno de los hombres. Decido no responder a eso y me termina introduciendo al pájaro de metal, me lanzan a un asiento de cuero blanco, sujetándome el cinturón con fuerza dejándome inmóvil con las manos en cada posa brazo, mientras mi pecho sube y baja con desesperación. Miro a todos lados temblando del miedo. Los hombres terminan de entrar también y vislumbro al Alfa colocarse en el asiento a mi lado, su sola presencia llama mi atención y puedo ver mejor su rostro con esta luz…nariz perfilada, barba frondosa, brazos grandes, tez bronceada y unos labios… ─Te salvé la vida, es mejor que no me des problemas ─dice sobresaltándome. Aparto mi mirada con vergüenza cuando sus ojos oscuros se posan en mí. Mis mejillas arden. ─No me salvaste si me estás secuestrando. ─¿Crees que esto es un secuestro? Estoy perdiendo la oportunidad de tener cualquier mujer al salvarte el trasero, de lo contrario te hubieran llevado para venderte a los jeques y que hagan de ti lo que les de la gana ─dice entre dientes y se nota molesto, giro mi rostro para mirarle. ─No te pedí que lo hicieras, vete a la mierda ¡Porque no tuvieras que salvarme si no me hubieran secuestrado! ─Manifiesto enervada por su descaro. ─Tú sola te pusiste en esta situación al publicar ese artículo ¿Dónde conseguiste esas fotos del camión? ─Pregunta ahora desconcertado. Dejo mi mirada molesta en la de él, no pienso responderle─. Bien, si esto será así. Te tendrás que acostumbrar a estar a mi lado ─dice con petulancia y en un tono que me eriza la piel. Arrugo mi cejo con fuerza. ─Ni pienses que me enamoraré de ti y aceptaré toda esta mierda ─digo con severidad. Él remoja sus labios y bebe del licor que le han servido en un vaso de cristal. ─No dije nada de “enamorarse” esa has sido tú ─declara y abro mis ojos de par en par por la vergüenza. Una sonrisa aparece en sus comisuras y de repente el avión comienza a moverse. Cierro los ojos con fuerza mientras mi respiración se altera y mis latidos se desbocan. Sudo frío y solo quiero que deje de moverse tanto. ─Maldición ─murmuro entre dientes casi muerta del pánico. Cuando siento que ya no se mueve tanto, dejo salir un suspiro y abro los ojos, al hacerlo; me percato de que estaba clavándole mis uñas en la mano del sujeto a mi lado. La aparto con rapidez vislumbrando la sangre que le sacado por la presión ejercida. Abro mis ojos de par en par mirándole. ─Señor… ─Él detiene la voz de uno de los hombres levantando un dedo. ─Tengo…unas banditas ─musito apenada─. Están en el bolsillo de mi pantalón, suelo tener muchos accidentes y siempre las llevo conmigo ─agrego moviéndome a cómo puedo para meter mi mano en el bolsillo y saco las banditas rosadas de Barbie. Tomo una haciendo maniobras y se la coloco en sus nudillos cubriendo las heridas. Él se queda en silencio viéndome con intensidad. ─¿Es en serio? ─Pregunta mirando su mano. ─Eran las únicas disponibles en la gasolinera ─indico riéndome de él, pues está vestido completamente de azabache, su aspecto es rudo e imponente, mientras que la bandita rosada resalta. ** Cinco años después… Pueblo de Knoxville Me quedo con la mirada absorta en el espejo de los cambiadores del Bar de Arturo. ─¿Clem, me estás escuchando? ─Pregunta Vanessa, sacándome del trance. Pestañeo mirándola; su cabello es rojo cereza y sus ojos azules, tiene el aspecto de la sirenita Ariel o de un hada. ─Sí... ─Entonces estás de acuerdo con tomar mis turnos ─dice sonriente. ─¡No! ─Espeto provocandole una sonrisa. ─No me estabas escuchando ¿Otra vez pensando en ese hombre? Si estás aquí es porque huiste de su lado, si aún le amaras estarías con él ─dice acertando en su mayoría, encojo mis hombros haciendo un gesto. Ella se levanta y se coloca la camisa con el logo del bar. ─Arturo dijo que ya debemos de salir, están llegando clientes que quieren beber hasta morir ─anuncia, asiento con mi cabeza levantándome del asiento, tomo mi mandil de la propina y la comanda para caminar a su lado─. Anímate, con esa cara de ogro espantarás a los clientes de Arturo y él…pues no hará nada, porque nos ama ─dice haciéndome reír. ─Tienes razón, pero, es que ese hombre del que tanto pienso me salvó la vida más de las veces que podría recordar ─digo mordiendo mi labio mientras sostengo la bandeja y recojo los vasos limpios. ─El que te haya dado un corazón nuevo y salvado la vida, no quiere decir que se la debas ─dice, bajo la mirada a mi pecho y con la punta de mis dedos siento la textura de la cicatriz en medio de mis senos. ─¿De qué hablan? ¿Del nuevo chisme del pueblo? ─Pregunta Nicole; la morena de cabello oscuro y sonrisa despampanante. ─¿Qué chisme? ─Se apresura Vanessa, ya que, eso le llama la atención y porque en este pueblo no suelen haber chismes o revuelos. Nicole se acerca a nosotras con una mirada jocosa. ─Hay un nuevo sacerdote y dicen que está para chuparse los dedos y pecar con él ─dice divertida, ruedo los ojos. Los hombres hermosos de este pueblo son como mis hermanos “inexistentes” ─. No hagas esa cara, Clem. ─¿Cuál cara? ─La que pones cuando hablamos de hombres. ─Es que...me da igual ─murmuro secando los vasos. Ellas se intercambian una mirada. ─¿Qué están planeando? ─Pregunto desconcertada. ─Conquístalo, te damos el camino libre, ninguna de las dos intentará algo con él. Arrugo mi cejo ante lo que insinúa Vanessa. ─No estoy solicitando un hombre, menos un sacerdote. ─Desde que llegaste no has follado con nadie, el turista que se quedó unos días, no cuenta ─declara Vanessa. Recuerdo lo fogoso que fue ese turista colombiano, muevo mi cabeza en negativa mirándolas a ambas─. Será divertido, ver cómo intentas hacer pecar a ese sacerdote ─dice sonriendo. ─¿Creen que no puedo hacerle caer? ─Inquiero apretando mi cejo. ─Creemos que puedes pero…eres todo lo contrario a una santa y devota virgen, tal vez cuando pises la iglesia haga combustión ─suelta Nicole riéndose. Remojo mis labios colocándome el pañuelo en el hombro para mirarlas y me cruzo de brazos. ─Bien, verán cómo el sacerdote termina babeando por mí o corriendo despavorido de este pueblo cuando me conozca. No por nada mi madre decía que tenía el diablo viviendo en mi interior ─manifiesto dándoles una sonrisa. Quizá esto sea divertido o la peor decisión de mi vida.
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