Se introduce en su llamativo Ferrari blanco, arrancándolo a todo potencia, pasando a un lado de mí. Casi atropellándome. Me da unas sonadas del claxon, desapareciendo de mi vista.
─¡Maniática! ─ Exclamo con fuerza.
Doy una patada al asfalto.
Me enerva su comportamiento hacia mí, tan distante, tan falta de reacción a mis movimientos. ¿Acaso no le trasmito nada a esa mujer? O será que ella es… No, no lo creo. Ella emane demasiada sexualidad, solo, que le hace falta un empujoncito. Espera, ¿Empujoncito? ¿Para qué? Oh Dios, qué mierdas ando pensando.
Niego con la cabeza, más ofuscado de lo normal. Termino de introducirme en el carro.
Cuando piso el primer escalón de la entrada de mi casa, escucho la voz de Sebastián hablando por teléfono, de forma alterada. Comienzo a dar la vuelta para correr de ese lugar, pero, la puerta se abre.
─Entra, imbécil─ me ordena, deteniéndome.
Frunzo el ceño ante él.
─Es mi casa, y tú no me das órdenes─ digo, adentrándome a la casa, mientras le doy un empujón.
─¡¿Qué mierda pasa por tu cabeza?!─ Me exclama en pregunta.
Sigo caminando hacia la cocina.
─La misma que pasa por la tuya─ respondo sarcásticamente.
Él comienza a aplaudir de forma burlona.
─Me vas a explicar ahora mismo… ¿Qué es eso de que te casas con Lauren? ¿De cuándo acá ustedes se aman? Mierda ¿si acaso se llevan bien?─ Sus preguntan me comienzan a dar un dolor de cabeza infernal.
¿Cómo mentirle a tu mejor amigo sobre una mentira? Deberían de hacer un puto manual sobre eso.
─Todo pasó rápido─ murmuro, casi reventándome de la risa por dentro.
─Oh, claro, tremenda excusa… ¿Cuándo… cuándo te enamoraste de ella?─ Su pregunta me lleva a encararle una mirada rápida.
La preocupación comienza a invadirme rápidamente. Joder, es que ni siquiera soporto oírla hablar ¿Cómo me voy a enamorar de ella?
─Eh… en Londres, sí, eso… fue allí. Luego de habernos peleado, nos dimos cuenta que éramos el uno para el otro─ las palabras que salen de mi boca, me provocan vomitar.
Sebastián me mira con dudas, mientras que mantengo una mirada profesional.
─Si le haces daño, te juro que te dejo de hablar, ella no merece lo que le haces a todas la mujeres que se meten entre tus pantalones… ella es diferente. Y si tanto la amas para casarte con ella, cumple tus responsabilidades y no la cagues─ me amenaza. ¿Qué le pasó al pasivo de Sebastián?
Mierda, bueno, creo que hasta aquí llegó nuestra amistad. Al momento en que deje a Lauren en el altar, todo se irá abajo… aunque, luego podría rogarle para explicarle toda la mentira. Bien, Kilian, estás metido hasta el fondo.
─Nunca le haría daño─ suelto, de forma sincera. Por más que la odie, tenemos un pasado.
─Más te vale─ agudiza su amenaza señalándome con su índice.
Este hombre no da miedo, ni prendido en candela.
─¿Quieres una taza de chocolate?─ Pregunto, cambiando de tema.
Él esboza una sonrisa, mientras niega con la cabeza.
─Al menos, debes de admitir, que seré tu padrino de bodas─ abro los ojos perplejo, al darme cuenta, que todo esto no es juego.
¿Ahora es que te acabas de dar cuenta? Me pregunta mi interior.
─Eh… sí, claro─ le doy la espalda, para proliferar un gesto de súplica.
Dios, haz que Lauren no me mate. Pido en mi interior, mirando el techo.
**
Salgo corriendo a toda prisa de la casa, Rubén me abre la puerta del carro con una sonrisa pintada en el rostro, un poco más efusiva que las de siempre.
─Quita la sonrisa─ le ordeno, introduciéndome en el carro.
─No lo podré hacer, señor─ dice, haciéndome sentir confundido.
─¿Y a esa desobediencia a qué se debe?─ Le pregunto escribiéndole un mensaje a mi asistente.
─Pues…usted ha estado actuando diferente─ responde.
─¿Diferente? Sigo siendo el mismo. Olvídalo, Rubén, a veces sueles desvariar y eso que todavía eres joven─ suelto una bocanada de aire.
Él comienza a reír.
Niego con la cabeza, por la falta de concordancias de Rubén. Realmente, necesita una mujer.
Llegando a la empresa, me encuentro en el camino a Sabrina, quien se sobresalta al verme. Sus ojos saltones y de color verdusco, me miran sorprendidos.
Le esbozo una sonrisa, tratando de calmarla. Cosa, que lo empeora. La chica tira las carpetas, me inclino a ayudarla.
─No… no, tranquilo… señor, Valech─ tartamudea, dejando sus ojos congelados en mi rostro. Su cabello un poco oscuro se cruza en su cabello, levanto mi mano para apartar los cabellos que interfieren y observar su rostro un poco mejor.
Ella aparta su rostro, asustada, ajusta sus anteojos enormes.
Suelto una risa a causa de su comportamiento. Le termino de ayudar y ella, lleva un mechón de su cabello detrás de su oreja, ajustando nuevamente sus anteojos de pasta. Su rostro me resulta familiar, un tanto familiar.
─¿Estás bien?─ Le pregunto por educación.
Ella asiente, meneando con rapidez la cabeza. Se da la vuelta y comienza a correr en dirección contraria a mí. ¿Acaso le he asustado? Me pregunto, frunciendo el entrecejo.
Abro la puerta de la oficina, soltando un aire retenido.
Los ojos marrones misteriosos me atrapan apenas cruzo el marco de la puerta. Ella esboza una sonrisa, levantándose para estirar su vestido azul rey que se me pega a sus curvas excitantes. Comienza a caminar a mi dirección.
─Hola─ dice, moviendo sus labios de forma lenta y extasiada.
─¿No te cansas de invadir mi oficina? Joder, hay como quinientas más en este edificio ─ farfullo, tratando de desviar mi atención de su pronunciado escote.
Ella suelta una sonrisa sutil al aire.
─¿Por qué has venido hoy?─ Me pregunta.
─Es mi oficina, puedo venir cuando me venga en gana─ respondo rápidamente.
─Bueno, me habías dicho que no venias… y a aquí estás. ¿Qué ocultas?─ Inquiere entornando sus ojos en los míos.
Me alejo de ella. Abriendo la puerta.
─Sabía que estarías acosándome aquí, he venido a buscarte─ pronuncio, dándole espacio para que salga.
─¿Buscarme?─ Pregunta extrañada.
─Haz el favor de colaborar, por una vez en tu vida, Lauren─ acaricio mi sien, tratando de relajar estos demonios que se comienzan a alborotar cuando ella pronuncia cualquier palabra.
Ella refunfuña, dando un taconeo al piso, seguido, sale de la oficina.
─Sabrina─ llamo a la chica que antes había actuado extraño.
La chica se voltea sobresaltada, corriendo hacia mí.
─¿Las publicaciones están listas para ser enviadas y transmitidas?─ Le pregunto. Ella acomoda sus lentes de pasta. Mientras le da una mirada a Lauren, quien mantiene su postura imponente particular.
─Sí, todo está listo─ responde. Arrastrando su mirada a mí.
─Bien─ digo, comenzando a caminar.
─¡¿Las querrá publicar en este momento?! ─ Exclama a mi espalda.
─¡Por supuesto!─ Respondo, esbozando una sonrisa.
Cuando entramos al ascensor. Lauren no quita su mirada de mi perfil.
─¿Qué?─ Pregunto confundido.
─Pues… ¿A qué publicaciones se refería?─ Inquiere curiosa.
Dejo en mis curvaturas una traviesa sonrisa.
─Ya verás─ suelto.
Salimos del ascensor. Súbitamente, le detengo con el brazo en medio de la calle. Ella hace un gesto molestia.
─Mira hacia arriba─ le ordeno. Lauren, dudosa, lo hace.
Las pantallas publicitarias del gran edificio, anuncian nuestro compromiso, con fotos y todo. ¿Por algo soy un millonario, no? Sé de esto de la publicidad y vivo de ella.
─Estás jodido─ murmura, sin dejar de observar las pantallas.
Le miro molesto.
─¿Más?─ Pregunto sarcástico.
─Esto es demasiado, quería un poco de discreción… por Dios, Kilian─ me proporciona un puño en el hombro.
─¡Hey! Las personas nos ven, pensarán que tú me maltratas─ digo, divertido.
─¡Yo a ti te voy a maltratar…!─ Exclama levantando un puño.
Un grupo de personas pasan, felicitándonos por el compromiso, provocando el detenimiento de un golpe que iba propinarme. Joder, que carácter tiene.
─¡Púdranse!─ Les exclama Lauren, sí, ella en su hermoso esplendor.
Se da la vuelta, introduciéndose en el auto.
Rubén, me da una mirada reprochadora mientras retiene una carcajada.
─Ríete, eso estuvo bueno─ le ordeno con gracia.
─Pobre de ti─ dice, negando con la cabeza.
─Me cortará el pene, lo sé─ murmuro, entrando en el auto.
Veo su perfil, encontrándome con sus ojos enojados instalados en la lejanía de algún lugar.
Resoplo por eso.
─Te odio tanto─ gruñe, su voz suena muy sensual.
─Ya lo sabía─ suelto, dejando mi cabeza, reposar del asiento.
─Pero, ahora lo has rectificado─ agrega. Sin dejar su vista de la lejanía.
Ladeo mi cabeza, para poder observar mejor su perfil. Sus labios gruesos logran hacer una curva exquisita, cuando ella se encuentra molesta. Su nariz, en cambio, permanece recta y pequeña. Ella es toda una clase de belleza singular, sin ser tan llamativa, puede llegar a ser un mismo espectáculo con luces incluidas.
─Te he dicho…
─Ya, que te deje de mirar como acosador. Pero, es que estoy aburrido y tu cara me parece chistosa─ digo, divertido. Ella voltea bruscamente, entornando sus marrones ojos en mí.
─¡Eres…!
─Un imbécil, pero… tú estás loca. Creo que estamos a mano─ le interrumpo nuevamente, enervándola aún más.
Resopla con fuerza apretando sus puños.
─Si quieres golpearme, adelante. Pero, te aseguro, que habrá miles de placeres que yo te podría ofrecer. Que dejarme golpear─ murmuro, esperando a que su gesto cambie.
Sorprendiéndome, esboza una sonrisa sugestiva.
─También puedo ofrecerte un placer… que te gustará─ susurra, acercándose a mí.
Me intento alejar de su amenazadora distancia. Pero, su olor, me detiene. Un adictivo olor a chocolate emane de ella. Sus ojos marrones mágico, me llevan al mismísimo demonio.
─¿Sí…?─ Pregunto, tragando con dificultad.
Ella asiente de forma traviesa.
¡Kilian! Exclama mi interior en forma de alerta. Joder, qué coño tiene esta mujer.
─¿Quieres saber? ─Inquiere, abriendo las solapas de mi traje, mientras inclina su cuerpo al mío.
Asiento sin dejar mi mirada de la ella.
─¿Ves este puño?─ Pregunta, haciéndome fruncir el ceño.
─Te lo voy a meter por el recto, si vuelves a hablarme de esa forma ¿Entiendes?─ Manifiesta. Y este, definitivamente, es el momento en el que me doy cuenta, que Lauren, no es un humano. O mínimo, es una mujer con un camionero dentro.
Vuelve a su sitio, dejándome atónito y con el orgullo más allá del asfalto.
La risa de Rubén comienza a molestarme.
─Ni quería mostrarte─ gruño.
Lauren se queda callada ante mis palabras.
─¿Ahora no vas a hablar?─ Pregunto insistiendo.
Ella suelta un resoplo fuerte.
─Bien, si así eres de madura─ suelto.
─No es eso─ dice, finalmente.
Le miro confundido.
─Solo… que lo que hiciste…─ corta sus palabras, dejando su mirada en el camino.
─Olvídalo─ añade en un murmuro.
Su silencio, me llega a ensordecer los pensamientos de forma sublime. Creo, que mi mente, nunca está tan activa, que cuando intento analizar lo que pensamientos esta mujer.
El auto aparca al frente de la tienda de joyería Tiffany’s, Lauren confundida, se queda con la vista hacia ella.
─Vamos─ le ordeno bajándome del auto.
Lauren frunce el entrecejo sin poder entender el porqué de la llegada a este lugar.
Su cuerpo me acompaña entrando a la tienda. Un señor amistoso y elegante, nos recibe con efusividad. Su vista no se aleja de la elegancia sensual de Lauren. ¿Quién en su sano juicio la obviaría?
─¿Qué hacemos aquí?─ Pregunta Lauren, pasando su espeso cabello hacia atrás. Un momento cautivamente.
─¿Cuál es tu anillo de ensueños?─ Le inquiero mirando al señor, que abre los ojos, ante una pronta jugosa comisión.
─¿De qué hablas?─ Vuelve a preguntar Lauren, con la mirada perpleja en mí.
─Dime, ¿cuál anillo es el que has querido que te den?─Reitero, esbozando una sonrisa.
Ella se queda en silencio, mirándome con sus ojos de misterioso color.
─Bueno…─ murmura, pensándolo.
─Si no me quieres decir, elegiré cualquiera al azar, y créeme puede ser uno muy feo─ digo, tajante.
─Espera─ me detiene a pedirle cualquier anillo al señor.
─Tiffany Embrace, de dos punto cincuenta y siete quilates con Anillo de montadura de riel dos milímetros, diamantes con montadura de grano que realzan una gema central de corte brillante, redondo y… talla cinco y medio─ me quedo sorprendido por su descripción detallada del anillo de ensueños.
Ella proporciona un carraspeo ante las incómodas miradas de nosotros.
─Señor. Lo que ella dijo─ le ordeno.
Él me mira sorprendido.
─El precio, no importa─ recalco, haciendo que él corra desesperado a buscar con ansias el anillo pedido.
Lauren baja su mirada, observando los miles de anillos de la vitrina baja.
─¿Con que ya tenías planeado hasta el anillo?─ Murmuro divertido.
Ella me vislumbra con sus ojos, sus mejillas se logran tornar de un color rosáceo, sorprendiéndome descaradamente por eso.
─Como cualquier mujer─ suelta, tratando de no perder su firmeza.
─Tú, no eres cualquier mujer─ sus ojos me miran con descaro.
Luego, analizo lo que he dicho.
─No, mierda… no quise…─ el señor vuelve, salvándome.
Nos muestra con emoción la caja blanca aterciopelada, que muestra en su interior el esplendor de aquel anillo, siendo tan sencillo y llamativo a la vez… totalmente, se parece a Lauren.
─Es el único que hay, en este país. Por suerte, lo tenemos de esa talla. ─ Anuncia, haciéndome poner los ojos en blanco.
Lauren, lo toma en sus manos. Pero, la detengo, quitándoselo.
Ella frunce el ceño molesta.
─Calma, yo te lo coloco─ explico, aliviando su gesto.
Coloco el anillo en su dedo anular, sus ojos quedan dispuestos en él.
─Ya es oficial, bueno, no tan oficial─ anuncio, sonriendo.
─¿Por qué haces esto?─ Inquiere ofendida.
Le miro confundido.
─¿Hacer qué?─Pregunto rápidamente.
─Todo esto, es como… si de verdad te importara una milésima, lo que te he pedido─ responde, con sus ojos ahora oscuros mirándome con descaro.
─Oh claro, ya sé… por qué lo haces. Lo supuse─ suelta, saliendo de la tienda. Ante mi confundido rostro.
Le doy una mirada al señor, indicándole pagar el anillo, que ella se ha llevado.
Cuando me introduzco nuevamente en el auto, su mirada se encuentra instalada en aquella mano caucásica que hace brillar un reluciente anillo en su dedo anular. Muevo mi pierna mientras la incomodidad va en subida. Su silencio rotundo me invade los pensamientos. ¿Acaso he hecho algo mal?
─Lauren…
Su vista se levanta ante mi llamado. Pero, sigue sin decir nada, sus labios carnosos se encuentran en una línea recta insistente.
─Mierda, que no te entiendo─ farfullo.
Con un chasquido de dientes, espero alguna reacción de su parte.
Súbitamente, suelta una risa suave. ¿Me quieres enloquecer, acaso eso quieres?
─¿Acaso estás sufriendo?─Inquiere, dándome una abofeteada con sus ojos misteriosos en mí. Mientras su sonrisa permanece esplendida en sus comisuras.
Suelto una bocanada de aire.
─Dios, pensé que te habían abducido. Gracias a Dios, sigues siendo la misma insoportable de siempre─ suelto, dejando mi sonrisa en ella.
─¿Insoportable?─ Pregunta incrédula.
Asiento, relajando mi cuerpo en el asiento.
─Pues… tú eres, mil veces eso─ gruñe.
Mis ojos observan su rostro confundido.
─¿Se le han acabado los insultos a la gran Lauren Cordova? Esto es un momento que nunca olvidaré─ mi sarcasmo sale a flote.
Quizás, me siento a gusto, cuando hablo con su naturaleza. Tan tormentosa que hace complicidad con mis sentidos que se reflejan como un huracán dentro de mí.
─Imbécil─ farfulla, llevando su mirada a la ventanilla.
Esbozo una sonrisa.
Lauren se encuentra mirándome, mientras mis manos se incrustan en los bolsillos de mi pantalón.
─¿Por qué el anillo?
Saboreo mis labios en una sonrisa.
─No quería que comenzaran a hablar mal de mí, diciendo que soy un agarrado, por no darle un anillo a mi supuesta prometida… simplemente eso─ miro de soslayo su rostro, observando la reacción que le provocó mi respuesta.
Se queda viendo a la nada, mientras suelta un leve suspiro. Una curvatura sensata llena sus comisuras. ¿Qué estará pasando por su tórrida mente?
─Entonces…
─Sí, bueno…─murmuro.
─Adiós─ suelta finalmente ella, dándose la vuelta.
─¿Así te despides de tu futuro esposo?─ Suelto con gracia, deteniendo su paso bruscamente, y llamando la atención de las personas.
Lauren, se da la vuelta, esbozándome una sonrisa un poco, demasiado artificial.
─Oh, queridito.─ Pronuncia, acercándose con rapidez hacia mí.
Mi cuerpo queda inerte ante su avasallante movimiento. Sus labios se posan en los míos, sintiendo su suavidad acunar los míos. Los separa, dejándome atónito.
─Cierra las ventanas y las puertas de tu casa…alguien puede entrar a cortarte las bolas─ me susurra al oído. Dándose la vuelta, para menear sus caderas con descaro.
¡¿Qué mierda?! Explota en mi cabeza. Sí, definitivamente, da miedo.
Alboroto mi cabello, con confusión. Me doy la vuelta, introduciéndome nuevamente al auto.
─Lauren y Kilian, sentados en un árbol… besándose. ─ Canturrea Rubén, enervándome.
─Realmente ¿Quieres perder tu trabajo?─ Le inquiero molesto.
Él suelta una carcajada.
─Joder… ¿Acaso he perdido el respeto de todos?─ Dejo escapar la pregunta al aire, ofuscado.
Elevo mis ojos, encontrándome con la fuga de la cascada de la regadera, que golpea el agua contra mi piel, tratando de calmar la temperatura que últimamente ha estado en punto de ebullición y sin poder hacerme cargo llamando a una de las mujeres que permanecen en mi celular. Dejo salir un suspiro, cerrando los ojos, para encontrar en mis pensamientos los ojos misteriosos de Lauren, y sus labios posarse en los míos. Abro los ojos sobresaltado, ante el palpitar de mi corazón y mi respiración acelerada.
Bajo mi mirada, encontrándome con mi mano tomando mi erección, de repente imaginarme al cuerpo de Lauren envuelta en mis sábanas es algo que me lleva a colmar mis sentimientos con una masturbación matutina. Me imagino sus pechos desbordados en sus vestidos, como se aprisionan, muerdo mi labio mientras voy moviendo de arriba abajo mi mano con más rapidez. Mi respiración sale en jadeos.
─Qué me estás… haciendo─ gruño, subiendo mi rostro para apoyar una de mis manos en los azulejos del baño para gemir ante las acometidas de mi orgasmo. Dejo salir mi ser espeso y caliente, limpiándome con la misma agua de la ducha.
Trato de estabilizar mi respiración al darme cuenta que nunca había acabado tan rápido y menos masturbándome. Gruño, cerrando la ducha y tomando la toalla para restregarme el cabello viendo mi reflejo en el espejo del baño.
Mostrándome mi abdomen marcado gracias a la obsesión de verme bien, para buscar mujeres que estén a la altura de mis expectativas y de las suyas, así es más fácil poder meterlas en mi cama. Ven a un hombre guapo con dinero y que les dice lo que quieren escuchar. Es pan comido.
Limpio el empañamiento del espejo con una de mis manos, y veo con más claridad mis ojos azules que brillan recordándome la soledad que demuestran. Lanzo la toalla y salgo, colocándome un chándal, bajo hasta el gimnasio para tratar de aflorar la frustración o la castidad que me ha impuesto Lauren. Aprieto mis dientes, dándole un golpe a la bolsa que cuelga del techo, haciéndola bailar.
─Alexa, coloca mi lista de música favorita─ pido al ayudante digital.
Al pasar los segundos una canción comienza a llenar la habitación subterránea de la casa. Sigo golpeando el saco, una y otra vez, hasta sentir las gotas de sudor correr por mi abdomen.
─Kilian…─ escucho la voz de Lauren, me sobresalto, girando mi cuerpo.
Encontrándome con nada. Sacudo mi cabeza, alejándome del saco que venía de vuelta luego de un golpe.