Milán – Italia
Charlotte Montalvo
Lanzo la maleta con frustración, mis sirvientes se sobresaltan ante mi furia mientras mis latidos están eufóricos.
─Su Majestad, debemos de ir al aeropuerto, su madre…
─¡Mi madre me está obligando a casarme con un desconocido! ─Exclamo encarando a la pobre Elisa. «Sé que ella no tiene la culpa, pero, no puedo controlar mi enfurecimiento» Mi hermano si pudo rechazar de primera el trono, mientras que yo…no tengo ninguna opción y solo puedo reinar casándome «Que anticuado» me frustro y me lanzo a la cama de la habitación de hotel en la que terminé mis vacaciones para no pensar en mis responsabilidades con Astoria.
─Es lo que el Rey le ha impuesto, su alteza ─menciona y resoplo haciendo un berrinche. «Mi padre, el hombre más frío del planeta tierra, siempre veló por su reino hasta que la enfermedad le alcanzó y no pudo luchar más»
─Solo…déjenme sola ─pido aguantándome las lágrimas.
Ellos se miran entre sí y salen rápidamente de la suite. Cubro mi rostro con mis manos y trato de pensar qué haré, porque, no tengo otra opción. No es como si tuviera pretendientes para escoger detrás de mí, soy la princesa…eso ya les asusta y no soy fácil de tratar. Algo heredé de mi padre y es que me convirtió en la heredera del malhumor y la infelicidad.
**
Me cubro con un pañuelo Herm
ès mi cabello rubio y con lentes oscuro trato de pasar desapercibida mientras me escoltan a la salida del hotel. Mi guardaespaldas; Domeniko se detiene de golpe en cuanto dejo de caminar, me giro sobre mis tacones para mirarle.
─¿Ocurre algo, majestad? ─Inquiere desconcertado.
─Olvidé mi frazada favorita en la habitación y sin ella no puedo viajar ─digo «Es una mentirita»
─Majestad, pero…
─¿Quiere que su princesa pase frío en el avión y se ponga triste? ─Pregunto atorrante.
─No, enviaré a una de las sirvientas a que la busquen de inmediato.
─Ellas ya se fueron ─digo insistente. Él resopla.
─Espere aquí, iré rápidamente, no se mueva, princesa ─dice y sale corriendo al interior del hotel. Esbozo una sonrisa subiéndome al auto y pido que suban mis maletas.
─Lléveme al aeropuerto, por favor ─pido. El auto avanza ante mi petición.
Reviso los mensajes de mi madre y de mi hermano.
─Idiota y cobarde ─gruño al leer las excusas de mi hermano mayor, quien decidió hacer voluntariado en diferentes países que están aliados con el reino de Astoria. Tiro mi cabeza hacia atrás dejando salir un suspiro. «No quiero casarme con un desconocido príncipe» ¿Y si es horrible? ¿Si le apesta la boca? ¿Y si no me deja usar mis lindos atuendos o se queja de que gasto mucho dinero? «Que pesadilla»
Dejo mi vista en la nada, esperando a que se me ocurra la manera de escapar.
Cuando llego al aeropuerto, insisto en arrastrar mis maletas y llego a la casilla para pedir un boleto de forma insistente.
─Disculpe, quisiera…
─Espere un momento, tiene que hacer la fila ─Me interrumpen.
─¿No sabe quién soy yo? ─Pregunto para que me atienda. La mujer me mira de arriba abajo.
─¿Un muppet? ─Se burla por mi atuendo de incognito.
─Soy la princesa de Astoria, legitima heredera de…
─Y yo soy Beyoncé. Haga la fila o retírese ─interrumpe riéndose y golpeo mi tacón contra el suelo para arrastrar mis maletas «No tendrá entrada a mi país y si entra le mandaré a cortar la cabeza» refunfuño yéndome a la puerta de mi resignado destino. Camino con molestia y de repente, un sujeto pasa por un lado de mí tropezándome, mis maletas de mano caen aparatosamente al suelo junto con mis lentes oscuros; quebrandose.
Los miro sorprendida en el suelo.
─Disculpe, pero no debería de caminar sin ver por dónde ─suelta aquella voz que alguna vez hizo que mis pulsaciones se alteraran, y que…ahora vuelven a estallar. Paso saliva y alzo mi rostro para verle, luego de tantos años, vuelvo a ver su rostro y esos ojos azules que fríamente me rompieron el corazón. «Sebastian Blackwell, te has puesto más atractivo, solo que, ya no soy la adolescente y la hermanita de tu mejor amigo que antes fui»
─¡¿Tú?! ─Chillo señalándole. Él arruga su cejo y me mira con detalle.
─¡Tú! ─Repite de la misma forma.
─Rompiste mis lentes, fueron hechos solo para mí ─gruño presionando mi índice en su pecho duro.
─Te atravesaste en mi camino, eres princesa, no dueña del aeropuerto ─espeta en contraataque ¿Me reconoció? Pero si…antes tenía una apariencia más angelical, ahora tengo senos, caderas y un rostro más maduro.
─Siempre has sido un patán, quítate de mi camino, tengo un vuelo que tomar y no perder mi tiempo con imbéciles hijos de políticos ─manifiesto tomando mis maletas para arrastrarlas.
─Espera, ¿yo he sido un patán? Tú me hiciste la vida imposible y sin motivo alguno, perdí varias conquistas, casi muero por un pastel que me cayó encima y pasé vergüenza por tu culpa ─suelta a mi espalda.
─Fue poco para lo que merecías ¡Corriste el rumor de que no podía tener novio porque mi padre los mandaría a ejecutar! ─Grito encarándole con furia. Él esboza una sonrisa.
─Veo que funcionó, porque sigues solterona ─Se burla y eso me frustra más.
─Me debes respeto, soy tu alteza real ─exijo. Él rompe la cercanía, había olvidado lo alto que es y mi corazón palpita con más fuerza, también noto que el color de sus ojos sigue igual de intenso, pero, ahora tiene barba del mismo rubio que su cabello. Está…musculoso y grande.
─Eres la hermanita de mi amigo, solo eso eres. Porque la princesa de Astoria no me hubiera hecho la vida imposible en el pasado e iniciado una guerra de la cual no se haría responsable porque solo sigues siendo una niñita caprichosa ─suelta prepotente─. Ah, y también me dicen “príncipe” pero de la política ─añade como si me importara. Es tan odioso y tan…detestable.
─No soy una niñita caprichosa…ya no lo soy ─declaro─. Soy quien reinará Astoria y no te hagas el inocente, hiciste lo imposible para que nadie se me acercara, te vengaste, ahora, déjame en paz y no te vuelvas a cruzar en mi camino o te asesinaré ─amenazo furiosa, arrastro mis maletas de nuevo.
─No si llego antes que tú ─dice y corre de repente. Abro mis ojos para correr también «Maldición» No sé cómo lo logro, pero, corro en tacones motivada por el enojo, le lanzo una de mis pequeñas maletas pegándosela en el lomo y él cae al suelo, me burlo pasando por un costado de él, pero, me toma del tobillo y ahora soy la que cae sobre las maletas.
Él parece preocuparse.
─Lo siento…¿Estás bien…? ─Pregunta y le miro con desconcierto.
─¡Obvio que sí! ─respondo apartándole de mí.
Sebastian se intenta levantar y ambos luchamos en el suelo e intentamos adelantarnos. Él es más fuerte y más grande, pero, tengo unos tacones afilados.
─¡Me lanzaste una maleta! ¡Estás desquiciada! ─Exclama furioso.
─¡Sí que lo estoy! ─Chillo y las personas nos miran con extrañeza, me logro levantar y corro hasta la puerta de embarque, saco mi boleto acomodándome el cabello y se lo entrego con mi pasaporte a la chica. Sebastian cojea detrás de mí y entrega su boleto─. Hasta nunca, canalla ─digo sonriente, él me clava la mirada.
─Princesa malcriada ─gruñe notablemente furioso y bato mi cabello para caminar y dirigirme a mi asiento en primera clase.
Me indican mi lugar y entrego mis maletas de mano para que las coloquen en su sitio y no me estorben. Sigo alterada por verle de nuevo, pensé que no me cruzaría otra vez con Sebastian Blackwell, menos, que me reconocería. Poso una mano en mi mejilla sintiendo el calor en ellas, mi corazón late incesante y me molesto conmigo misma. Sé que estuve perdidamente enamorada de él, pero, eso fue cuando era una adolescente tonta quien cayó en los encantos de Sebastian, como todas las mujeres. Es inevitable no darse cuenta de que es demasiado atractivo e imponente…pero, es un canalla.
Me encuentro frustrada refunfuñando, me cruzo de brazos y pido una bebida para relajarme. Solo espero que él no haya podido comprar de primera clase, no pienso volver a verle. «¿Por qué tomaría el mismo vuelo que yo?»
Bebo del Martini y me coloco el antifaz para descansar un poco, tengo que idear un plan de cómo rechazar mi compromiso. Porque nunca me casaría con el príncipe de Montenaro.
Escucho de repente un carraspeo y arrugo mi cejo despertando de mi pequeña siesta, alzo mi antifaz para encontrarme con los ojos azules de Sebastian. Mis ojos se abren de golpe.
─¡¿Me estás acosando?! ─Exclamo alterada.
─¿Estabas soñando eso? Porque repetías mi nombre una y otra vez ─dice y mis mejillas se impregnan de la vergüenza.
─¡Claro que no!
─Espero haya sido un sueño húmedo ─Sonríe con petulancia.
─Ya quisieras, Blackwell ─espeto─. ¿Qué quieres? No me hagas perder el tiempo que puedo usar para planificar tu funeral ─exijo con sarcasmo.
Él endurece la mirada en la mía.
─¿A dónde te diriges? ─Inquiere.
─No te diré.
─¿A la fiesta donde conocerás a tu prometido? ─Indaga acertando y le miro con asombro.
─¿Cómo lo supiste?
─Tengo mis contactos ─dice y pienso en el contacto.
─El idiota de mi hermano ─gruño.
─Sí, ese mismo.
─¿Y tú a dónde te diriges o te contrató como mi niñera? ─Pregunto mirándole.
─Soy muy costoso, querida, hasta para un príncipe ─Ruedo los ojos─. Tengo que presentarme en esa misma fiesta para representar a los Blackwell y la candidatura de mi padre para su reelección ─comenta rascándose la nuca como si no quisiera ir.
─Por lo menos no te obligarán a casarte con nadie ─digo.
─Puedes evitar eso ─menciona llamando mi atención.
─¿Cómo, genio? ¿Tengo que frotarte para que me des tres deseos y pueda pedir no ser la próxima reina de Astoria? ─Suelto sarcástica, él arquea una ceja clavándome su mirada y me percato de lo que he dicho─. No es que quiera frotarte…olvídalo ─murmuro avergonzada. Tengo que pensar mejor lo que digo ¿Y así quieren que dirija un país?
─Tampoco te dejaría frotarme, así que, deja de fantasear, princesita ─dice y le fulmino con la mirada─. A lo que voy…es que, podemos unir fuerzas ─propone tomando mi atención y arrugo mi entrecejo. «No me lo esperaba»
─¿Mientras nos asesinamos? Ni lo pienses, no confío en ti.
─Tendrás que confiar en mí.
─¿Qué tienes en mente, canalla? ─Él se acerca a mí con una sonrisa lobuna en sus comisuras. «¿Por qué tiene que ser tan atractivo? Pensé que se pondría feo y panzón, ya que está cerca de cumplir los treinta»
─Necesito una pareja para la fiesta, hay una persona a la que tengo que demostrarle que seguí con mi vida y tú, necesitas un hombre para llevar a la fiesta y así postergar tu compromiso con ese príncipe ─manifiesta sorprendiéndome lo que insinúa que debemos de hacer.
─Es imposible que finja ser pareja tuya.
─Créeme, también es difícil para mí. Además, tenemos que hacerlo solo en la fiesta, que se corra el rumor a las personas necesarias y luego no nos volveremos a ver. Tu hermano me mataría y nuestras madres gritarían al cielo por esto ─dice teniendo razón. «Si finjo que él es mi pareja y futuro esposo, mi compromiso con los Montenaro quedará anulado y me darán tiempo de conseguir mi propio esposo o convencer a Astoria de una nueva ley»─. ¿Lo estás pensando? Porque estás haciendo un gesto que comienza a darme miedo ─acota y le miro.
─¿Solo en la fiesta? ─Pregunto para asegurarme.
─Sí, solo la fiesta ─afirma.
─Nada de besos ─espeto.
─¿Acaso quiero ser envenenado por ti? Nada de besos ─dice y ruedo los ojos.
─Entonces, ¿es un trato, Sebastian Blackwell? ─Pregunto ofreciéndole mi mano para sellar el tratado.
Él la mira y a los segundos la acepta apretando mi mano. Una corriente recorre mi columna vertebral asustándome.
─Es un trato, Charlotte Montalvo ─acepta y aparto mi mano al sentir cómo mi corazón late más fuerte.
─Ahora, piérdete, necesito descansar ─demando intentando alejarle de mí porque por alguna razón su presencia está alterándome. Sebastian se aparta y se da la vuelta para irse a unos asientos más atrás en primera clase. Dejo salir un suspiro bajándome el antifaz y muerdo mi labio al tener aún la sensación de su mano tocando la mía «Espero no estar cometiendo un error»
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⚠️ATENCIÓN ⚠️
Contenido ardiente, picante, adictivo, dramático, y erótico. Abstenerse a las consecuencias de adicción por la historia. Porque sí, una vez que empiezas no pararás.
Principales síntomas: Reír, llorar, enojo, desespero, suspiros, sudarás por las temperaturas de erotismo y la amarás. Contenido +18/+21
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