Capítulo 02 |Un polvo malo |

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Entorno mis ojos en él. Haciendo una mueca ladeada con mis comisuras. ─Claro, mientras no tenga que jalársela a un burro, está bien ─acepto, ofreciéndole mi mano. Él coloca su semblante desconcertado, apretándome la mano. ─¿Por qué se la jalarías a un burro? ─Cuestiona, invitándome a entrar de nuevo a la casa. ─Eso también me lo pregunto ─digo con gracia, provocándole una sonrisa. Sonrisa que se vuelve malévola cuando se posa detrás del escritorio de mi tío difunto, elevo mis pupilas observando detrás de él. Encontrándome con un montón de figuras y adornos de navidad… esto ya se pasó de la raya en la cordura. Pienso, sacando el aire de mis pulmones mientras me desparramo en el sillón y mis padres me observan sorprendidos. Ellos aún no pueden creer que mi tío me haya dejado gran parte de su dinero, cuando lo que hizo fue torturarme de pequeño, obligándome a querer su festividad. Llevándome a odiarla más. Escucho cómo mi madre se suena los mocos en un pañuelo. ─Bien, comencemos con el monto ¿Les parece? ─Propone el señor Damián, el abogado. ─Lo que me gustan ¡Las cifras! ─Digo, restregándome las manos entre sí, y sonriendo. ─Ujum ─suelta él bajando la mirada hacia la carpeta en sus manos. ─Te ha dejado de herencia… dos millones, doscientos mil dólares. Los cuáles serán transferidos a una cuenta de banco a tu nombre, al cumplir con las condiciones ─comenta, y mis ojos juraría que tomaron forma del signo del dólar. ¡Soy rico! Exclamo en mi interior. Carraspeo, acomodándome la corbata. ─¿Y qué pasaría si no cumplo con las condiciones? ─Inquiero. Hombre precavido, vale por dos ¿Cierto? ─Todo el dinero sería destinado a una fundación para que los niños puedan recibir regalos muchas navidades ─expresa y me niego a perder todo ese dinero. ─¡Podremos quedarnos con la casa! ─Exclama emocionado mi padre, tomando la mano de mi madre, conmocionados. ─Eso y más… compraré una mansión ─murmuro hacia ellos, observando sus caras emocionadas. Escuchamos cómo carraspea el abogado, llamando nuestra atención. ─Veremos un vídeo de su tío, con las condiciones ─anuncia, levantándose para apoyarse del escritorio, mientras presiona el botón de un control, que enciende la televisión encima de la chimenea. Dejando ver la cara de mi difunto tío, que a hora se ha vuelto mi favorito. ─Hola, familia, si están viendo esto es porque ya no estoy físicamente con ustedes, o sí, pero es mi cadáver en la sala. ─dice, riéndose, mi padre suelta un sollozo ─. Solo bromeo… pero ya, en serio, estoy pudriéndome en ese ataúd ─suelta una carcajada… él y sus chistes malos. Ruedo mis ojos. ─Christian Massimo Warlock, que gusto verte aquí, pequeño ─menciona de repente, dándome escalofríos. ─¿Te acuerdas cuando te disfracé del Grinch? Te veías súper gracioso con la pintura verde en tu cara ─agrega, resoplo. ─Sí, me dio reacción alérgica y tuve que ir al colegio con pomada, fui el “niño cremoso” durante una temporada ─murmuro, recordando los abusadores del colegio. Siento la mano de mi madre, cubrir la mía. Para mirarme con nostalgia. ─Pongámonos serios… ─dice, limpiándose las lágrimas luego de casi morirse de la risa, solo que ahora sí está muerto ─…Tienes parte de mi herencia, gran parte, más de lo que tendrás mis hijas. Pero también te ganaste mi corazón, siempre te vi como el hijo varón que ninguna de mis esposas me pudo dar. Eres muy parecido a mí, Christian, siempre lo veo en tu mirada determinante. Con eso, una de mis condiciones es que te mudes a mi cabaña del pueblo que me vio crecer, River Hollow. Vivirás y trabajarás allá ─declara, mis ojos se abren, desconcertados. ¿Pero qué demonios? ─Primero muerto ─murmuro con odio. ─Termina de escuchar, hijo ─insiste mi padre. Asiento, resoplando. Muevo mi cuello, tratando de quitar la tensión que se comenzó a acumular. ─¿Divertido, no? Podrás explotar el talento que sea que tienes. Además, podrás sacar de tu interior el amor que le tienes a la navidad, porque en ese pueblo la aman de verdad. Te irás a vivir allá al día siguiente en que veas este video, te estarán esperando ─menciona mi odiado tío, retiro lo de favorito. Suelto el aire cuando el abogado pausa de nuevo el video. Hago ademán de levantarme. ─Todavía queda una condición más ─declara con una sonrisa. Vuelvo a acomodarme en la silla, ¿Por qué no simplemente me dio el dinero y ya? Damián presiona el botón, quitando la imagen congelada de mi tío. ─También… tendrás que buscar una esposa antes de navidad, se acabaron las navidades solitarias para ti. Y este dinero conlleva a mucha responsabilidad, será usado para tu nueva familia. Al no cumplir con este último término, mi querido amigo Damián, se encargará de entregar el dinero a la fundación y a ti te colocarán como donador de dicha suma ¡Lo veo como un ganar, ganar! ─Exclama, comienzo a sentir que mi cabeza retumba ¿Una esposa? ¡Una Esposa! Pero si mis parejas buscan solo sexo como yo, cómo cree que se van a querer casar conmigo. > Me levanto de la silla, caminando de un lado a otro, masticando la uña de mi pulgar. ─¡Feliz navidad y próspero año nuevo! Que tengan una linda y blanca navidad… recuerden, esta época es para perdonar, crecer y amar. La familia es muy importante. Su tío Ben. ─Dice, y el video se acaba, dejando una pantalla negra. Mi madre suelta un sollozo luego de escuchar esas últimas palabras, mientras yo quiero llorar  por todas las condiciones que me ha pedido. ¡Preferiría jalársela a un burro! Rápido y con terapia al mejor psicólogo de la ciudad, viviría feliz en mi propio yate. Aprieto mis empuñaduras, observando los rostros de mis padres, preocupados por mi poca capacidad de cumplir con las cosas y sobretodo con la escasa experiencia en mujeres que se quieran casa, formar una familiar, haciéndome querer la navidad en mi vida. Resoplo, observando el semblante de ahora abogado particular. ─¿Aceptas la herencia con las condiciones? Solo tienes que firmar y viajar mañana hacia el pueblo de River Hollow ─declara, deslizando una hoja sobre el escritorio. Tomo una bocanada larga de aire, llenándome de toda la paciencia que necesitaré. ─Hijo… por favor, inténtalo, hazlo por nuestro hogar ─comenta mi madre, dándome en la fibra sensible, odio verla así. Mis labios forman una línea recta apretada, tratando de aguantar improperios que les provoque más decepción de mi parte. Relajo mis hombros, soltando el aire que había retenido para inclinarme, arrebatarle el lapicero a Damián, para trazar mi firma. Un simple “Christian Warlock” en cursiva nerviosa. Tal vez me metan preso porque mi firma siempre es diferente. Pienso, abriendo los ojos. El abogado me da un apretón de mano. Para sonreírme, no sé si tomarlo como bueno o malo, pero sí que da miedo. ─¡Gracias, hijo! Confiamos que sí podrás lograrlo ─dice mi padre, abrazándome, seguido de mi madre. En mis pensamientos solo está “mátenme y digan que luché hasta el final” Sería un buen prefacio para mi lápida. Llego a la conclusión de mis pensamientos. Llego a mi sótano, lanzado el saco de mi traje en la cama, seguido, me aplasto en ella de un salto. Para soltar el aire de mis pulmones ¿Qué clase de locura haré? Me cuestiono, cayendo en cuenta finalmente. Prácticamente he vendido mi alma al diablo por dinero. Siento cómo vibra mi celular en el bolsillo de mi pantalón, saco el mismo, para observar una llamada entrante de la Diosa morena Sonia, tal vez ella pueda ser una gran opción para casarme. > ─Hola, preciosa ─murmuro con exceso de galantería. ─¿Y a ti qué mosco te picó, Warlock? ─Inquiere con un divino acento inglés. ─Nada… ¿El motivo de tu llamada? ─Cuestiono, sentándome en la orilla de la cama. Arrugando mi cejo. ─Necesito hablar contigo, ¿Estás libre para un café? ─Propone, esbozo una sonrisa > pienso. ─Sí, claro… justo me acabo de desocupar ─miento, estoy más libre que nunca. ─Listo, te espero en el Starbucks de siempre ─dice, en un tono sublime. Cuelga la llamada, pero hago caso omiso, levantándome para cambiarme rápidamente de ropa. Quiero estar decente para mi futura esposa. Le doy un vistazo a mi apariencia en el espejo, acomodando mi barba un poco, observando mis ojos grises, muy característico de la familia Warlock, parecer un muñeco de torta está en nosotros, solo que con mi barba le doy un aspecto de rebeldía. Tomo mi billetera, visualizando un billete de dos dólares, de la suerte, para salir corriendo de la casa. Al llegar al Starbucks, luego de pagarle al taxi. Me acomodo la camisa, llegando hasta el mostrador. ─Buenas tardes, un latte descafeinado y un mocca, con mucha crema, por favor ─pido rápidamente, al orden de siempre. Espero a mi pedido, tomando asiento en la mesa que da a la ventana. Muevo mis rodillas de arriba abajo, sintiéndome ansioso y un poco nervioso. Pues nunca me imaginé pedirle esto a mi única amiga. Visualizo por la ventana, su figura, sosteniendo la cartera en su hombro, ondea su mano, dándome una sonrisa. Termina de entrar, para abrazarme y darme un beso en la mejilla. Al sentarse, observo su semblante pareciendo radiante. Sus ojos miel brilla hoy más que nunca. ─Te ves preciosa, Sonia ─menciono con sinceridad. ─Oh, gracias, Darling ¿Es para mí? ─Inquiere marcando su acento. Asiento, y ella toma su Mocca, para embeberlo con nerviosismo. Mi cejo se arruga sin entender qué pasa. ─¿Ocurre algo? ─Cuestiono sin más. ─Nada malo, eso creo. Te noto diferente, Warlock ¿Pasa algo en tu cabeza? ─Dice, analizándome de más. Esbozo una sonrisa… es el momento. ─Yo… ─Disculpa que te interrumpa, pero no puedo con la emoción ¡Estoy embarazada y me voy a casar! ─Exclama, abro mis ojos, pestañeando. ¡Mierda y más mierda! Desvío mi mirada, chasqueando mi lengua. ¿Y ahora, de dónde saco una posible esposa, de un sombrero? ¡Idiota, Christian! ─¿Pasó algo malo? Esperaba más emoción de tu parte ─dice, mirándome con desconcierto. ─No, no, no… si estoy muy emocionado. Impactado, felicidades ¡Hurra! ─Manifiesto hipócritamente, porque ella tenía que ser mía, mi única opción que me iba a salvar del espantoso pueblo de River Hollow y la pesadilla navideña. Vaya, ahora que lo pienso, suena a película de terror. Esbozo una sonrisa apretada, recibiendo la misma de su parte. ¿Y ahora qué demonios voy a hacer? Pienso, tomando un sorbo de mi café, quemándome. Abrazo a Sonia, dejando un suspiro por su aroma. Para admirar su rostro de piel morena y labios brillantes, llenos de lo que parece ser un labial. Ella toma mis manos, acariciándolas. Levanto una ceja inquisidora. ─¿Vas a estar bien? ─Cuestiona, luego de que le dije que me iría al pueblo de mi tío, a buscar “oportunidades” A veces es bueno obviar los pequeños detalles de las cosas. ─Sí, probaré suerte. Ya no quiero ser el chico del supermercado ─digo, inclinándome para darle un beso en la mejilla. ─Estoy feliz por tu… futuro ─agrego, con una sinceridad dudosa la verdad. Sonia me da una sonrisa, para abrazarme. Tomo una bocanada de aire, caminando derrotado hacia mi trabajo, me toca renunciar. Lo malo es que la liquidación es muy poco, inflo mi pecho ¡Yo puedo con esto! Me digo mentalmente, tratando de convencerme. Cuento el dinero, saliendo del supermercado, dándole una última vista. O regreso como un triunfador, o como un vagabundo. Lo bueno es que la mayoría del tiempo en el país hace calor, así que, no pasaré frío en las calles. Pienso, pateando una lata, hurgo en mi bolsillo mi celular, marcándole a una chica para vernos… será mi despedida. Levanto mis comisuras al ver que me ha respondido, aceptando mi propuesta. Decido dirigirme hacia el lugar que me indicó, directamente a un hotel. Mi sonrisa no desaparece, al que me gusta es tener sexo casual, sin interés romántico. Y quizás eso sea mi martirio. Llego a la entrada del hotel, buscando a la morena de piernas largas y bronceadas > Con mis manos en los bolsillos, mis ojos se encuentran con ella… la preciosa y muy sexy Elena.   ─Hola, lindura ─menciono muy sugestivo. Tomo su mano, besándola. Soy todo un amante, o eso me han dicho. Quizás solo sirvo para follar bien y satisfacer. El colmo sería que no sirviera ni para eso. Niego con mi cabeza, quitando ese pensamiento que puede arruinarme el ánimo. ─Hola, guapo, ¿Pides una habitación? ─Propone. Asiento, caminando con ella del brazo hacia recepción. ─Buenas noches una habitación, una muy buena ─digo, pasando unos billetes por el recibidor de madera. El chico me mira de arriba abajo, levantando su ceja y tomando los billetes. ─Habitación 202 ─declara, colocando las llaves. ─Firme aquí ─agrega, mostrándome el libro, colocando mi nombre. Asiente y tomo las llaves para caminar a un lado de mi chica. Admiro sus labios carnosos y sus ojos brillantes, poniéndomela dura. Ella suelta una risita celestial hasta llegar a nuestra habitación. Pasamos una de las llaves, accionando la puerta. No lo pienso mucho y acuno su rostro para besarla, saboreando sus labios. Un jadeo sale de su parte en medio del beso. ─Que delicia ─murmuro en sus labios. Cierro la puerta, llevándola a la cama para lanzarla mientras me comienzo a quitar la camisa, ella levanta su vestido deshaciéndose de su ropa interior, así es que me gustan las mujeres, decididas a lo que quieren, pienso. Sonriendo ante lo que me voy a comer. Me inclino, besando sus muslos, escuchando cómo jadea por mis labios exploradores de su cuerpo. Llego hasta su sexo, acariciando su botón de placer con mi lengua, para escuchar ahora cómo se retuerce gimiendo más y más. Ella hace ademán de tomar su pequeña cartera roja, para sacar de ella una línea de condones, abro los ojos sorprendido por su iniciativa. ─¿De casualidad te quieres casar conmigo? ─Inquiero jocoso, provocándole una carcajada. ─Deja de hablar y fóllame ─manifiesta, jalándome del cuello para posar su mano en mi m*****o, endurecido y palpitando por embestirla. Procedo a colocarme el preservativo, para posicionarme entre sus piernas, abiertas y deseosas a que le embista. Súbitamente, los pensamientos de mi tío aparecen en mi mente. Niego con la cabeza, tratando de zafarme de ellos. La embisto y ella gime, siento lo apretada y húmeda que está, enloqueciéndome. > Aparece de repente en mi mente. Aprieto los ojos ¿Pero qué carajos? Me cuestiono. > Mis pensamientos me están torturando, justo en este momento. Trato de mantener mi erección, concentrándome en sus pechos y en mi amiguito. > ¡Mierda! ─No, no, no  ─digo, sintiendo cómo mi erección se va. ─¿Qué ocurre? ─Inquiere ella, mirando cómo me salgo de ella, estimulándome. Sus ojos me observan con desconcierto, elevando una ceja. ─Dame un momento… es primera vez que me pasa, lo juro… es que mi tío resuena en mi cabeza… ─Abro los ojos por lo que he dicho, que ha sonado muy mal ─... ¡No es lo que crees! Mierda, sé que sonó muy mal. Ella niega con la cabeza, apartándose, para acomodarse el vestido, tomando su bolso. Me mira con una sonrisa. ─No estoy para malos polvos, hasta nunca, Christian ─declara con frialdad. Saliendo de la habitación. ─¿¡Pero qué rayos!?  ─Farfullo, tomándome de la cabeza y ocultando mi entristecido amigo. Restriego mi rostro con frustración. ─Me estás jodiendo la vida, tío ¿Qué más quieres de mí? Hasta tienes lo único en que era bueno… o eso pensaba ─digo a la nada.  ─Maldición ─expreso, levantándome de la cama, para tomar la llave luego de acomodarme el pantalón. Zapateando, camino hasta recepción, dejando la llave. ─¿Tan pronto se va? ─Cuestiona jocoso el chico de recepción, le doy una mirada molesta, sacándole el dedo del medio. Saco con furia del lugar, viendo cómo comienza a bajar la temperatura en la ciudad. Sujeto bien mi chaqueta favorita, para encaminarme con la derrota en mis hombros hacia mi sótano. Pienso que definitivamente me debería de hacer una limpia, o algo por el estilo. Capaz una de las chicas a la que le rompí el corazón, enterró en algún lugar mi muñeco vudú. Resoplo, levantando la vista al cielo, encontrando con pocas nubes por la neblina que comienza a aparecer. Abro la puerta de mi sótano, lanzándome en la cama. Con mis manos cubro mi rostro, refunfuñando. Decido enviarle un mensaje de texto a Damián, indicándole que saldré mañana temprano al desgraciado pueblo de ningún lado ¿Acaso alguien sabe que existe ese lugar? Pensé que ya todos habían muerto, ya que mi tío era un poco viejo. Pero siempre habló de ese lugar como algo histórico, en cambio, mi padre optó por dejarlo en el pasado. Cosa que también haría. Lanzo mi celular, luego de teclear a Damián, tomando una almohada para cubrirme el rostro y gritar en ella  ¡Jódete Navidad! 
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