Al llegar al departamento, tomamos una ducha silenciosa, con sus besos palpando mi espalda, y mi corazón latiendo con descaro. Acuno su rostro que se encuentra debajo de la regadera de agua, que moja todo su cuerpo, admirando su rostro con los ojos cerrados, de repente, mis lágrimas aprovechan el momento para salir sin que él se dé cuenta. Porque el dolor de verle sufrir y no poder hacer nada, es el más tortuoso de todos... solo puedes quedarte viendo cómo todo se cae a pedazos, mientras tus manos están sujetas con fuerza. Luego de colocarme un vestido de color rojo, camino a la cocina, para terminar la gran cena que le he preparado junto con su familia y la mía. Coloco el pastel en el horno, justo con la receta que me ha pasado la madre de Alejandro, mientras él hace unas llamadas en la