Me remuevo en la cama, envuelta en las sábanas de seda negra, para encontrarme con el rostro de Alejandro, y su exquisita mandíbula rodeada de barba de unos días. Acaricio su rostro, provocando que él se mueva y sujete mi mano, llevándola a sus labios y dejando un beso en ella. ─¿Estás viendo qué tan viejo me pongo?─ Inquiere adormitado. ─Estoy viendo qué tan jodidamente sexy es este viejo─ susurro en su mejilla. Sintiendo cómo sonríe. ─Serán treintaiún años, no serás viejo─ digo, levantándome desnuda ante él. Su mirada me sigue, quedando con los brazos cruzados en su nuca. ─Quiero follarte de nuevo─ musita, sonriendo. Me quedo inerte en la entrada del baño. ─¿Ese es el pensamiento poético que tienes al despertar?─ Inquiero cruzando mis brazos. ─No. Es el pensamiento exquisito que