El Ocaso del Magnate

Camino por las veredas de la calle, mirando a los lados, esperando que los cobradores no me hayan visto fuera de mi guarida. Me detengo en una tienda, pidiendo las porciones de comida para esta semana y poder llevarlas a la casa lo más pronto posible. Dejo salir un suspiro, al sentir que me observaban desde las afueras de la tienda. Suelo tener esa sensación de que me persiguen o me quieren hacer daño desde la muerte brutal de mis padres. Dejándome sola, viviendo de préstamos para poder solventar la gran deuda que han dejado en mí. Las calles me agobian, pensando que vendrán por mí finalmente. ─Señorita, señorita ─llama el vendedor, sacándome de mi transe. Asiento, tomando las bolsas con alimentos y no tener que salir hasta la próxima semana. Esta paranoia me ha complicado el poder conseguir trabajo, al igual que socializar. Por eso p**o mis clases desde la casa─. No la veíamos desde hace una semana, ¿se encuentra bien? ─Cuestiona el chico. Asiento con mi cabeza. ─Déjala Robert, Isabella compra de manera semanal… ¿cómo estás mi niña, conseguiste todo? ─Interrumpe la señora Fidel amablemente. ─Sí, gracias. Tengo que apresurarme ─comento, entregando el billete para pagar. Ella asiente con pesar, recibiendo el dinero para darme cambio al cabo de unos momentos. ─¡Cuídate, por favor! ─Exclama cuando me doy la vuelta para correr hasta mi casa. Luego de cruzar la calle luego subir al antiguo y desgastado edificio, cierro la puerta detrás de mí con el pecho subiendo y bajando con exasperación. Dejo las bolsas en el suelo, al igual que mi cuerpo. Aprieto mis ojos, rogando que no me hayan visto. Comienzo a acomodar las cosas en la soledad de mi departamento, cuando de repente, levanto la vista hacia la ventana, sobresaltándome al ver un gato n***o asomarse en ella. Coloco la mano en mi pecho, acercándome lentamente. ─Hola, pequeño… me has dado un buen susto ─murmuro para el gatito que comienza a ronronear con mis caricias. Busco rápidamente, un poco de agua y atún para tenderle en el piso. Observo cómo come con muchos ánimos, esbozo una sonrisa al ver sus ojos azules brillar. ─Creo que serás una buena compañía…no me dejes ─menciono, acariciando su cola─. Te llamaré…”Gato” ─agrego, y él me observa como si le gustara. Suelto una carcajada, cuando maúlla. Mis ojos se escuecen, agradecida de que haya irrumpido en mi ventana. ─Soy la virgen con un gato, que no sale de su casa…genial ─espeto, rodando los ojos. Termino de acomodar la alacena, para peinar mi cabello castaño y espeso. Vislumbro mi semblante pálido por la falta de rayos UV, mientras que las pecas que me acompaña se notan más. Mis ojos color oliva se pronuncian por las ojeras malvas, gracias a las pesadillas que me persiguen. Dejo salir un resoplo, golpeando la peinadora con el cepillo de cerdas. Me cambio a mi pijama, para tomar la Laptop que me gané por la Beca en la universidad de Literatura. Reviso los apuntes, para enviar el correo indicando mi último proyecto. El internet ha sido mi acompañante durante todo este tiempo, y sobre todo, una página para conocer personas que sufren de trastornos similares al mío. He podido ir superando el miedo a salir, al obligarme a hacerlo. Abro la ventana de la sala de chat, con una sonrisa al encontrarme a “Caballero oscuro” un amigo de internet el cual no sé ni su verdadero nombre, pero su agorafobia es algo de lo que sé mucho y el por qué. Bella: Hola, hoy he salido a hacer las compras, me costó un poco… pero pude superarlo. Y he adoptado o raptado a un gato. Espero estés bien. Le doy “enviar”, cerrando la pantalla. Acomodo mi almohada, apagando la pequeña lámpara de mi mesa de noche. Súbitamente, abro los ojos, ante el sudor que sopesa en mi frente…otra vez la misma pesadilla. Pienso, dejo salir un suspiro. Saliendo de mi cama. Intento encender la luz de mi mesa de no enciende. Arrugo mi cejo, levantándome para encender la de la habitación, con el mismo resultado. ─Las malditas cuentas ─farfullo, derrotada al saber que me tendré que obligar a salir y pagarlas. Escucho de repente, el maúllo de Gato. Quien ha dormido en la mesada. Sonrío, acariciando su cabeza─. ¿Tú no tienes dinero, cierto? ─Cuestiono jocosa con sarcasmo. Aprovecho que ya amaneció, para vestirme y salir en la misión del p**o de los servicios. Las calles se encuentran sucumbidas de personas, cosas que provoca que mi corazón se acelere más…desearía en este momento tener un celular. Resoplo, llegando al local de los pagos de servicios. Mis ojos se posan en la cartelera de anuncios o trabajos, cuando de repente un sujeto elegante de la tercera edad, cuelga un papel. Me acerco ante la curiosidad, para colocarme a su costado. Levanto el mentón, leyendo mientras él me observa con desconcierto. ─”Millonario con raras condiciones especiales y traumas, solicita dama para cuidados especiales” ─leo en voz alta. El sujeto se baja el sombrero al mirarle de soslayo. ─¿Es para… prostitución? ─Inquiero, encarando los ojos oscuros del señor. Él los abre, sorprendido y un poco nervioso. ─No, no…nada de eso, señorita ─expresa rápidamente. ─¿Y si soy virgen, cuánto dan? ─Cuestiono, y él parece que se va a desmayar. Suelto una sonrisa por la broma que le jugué. Aun me sorprende que haya ánimos dentro de mí, luego de todo. Carraspea, pasándose un pañuelo de tela por la frente. ─Es para hacerle compañía, netamente y ayudarle a socializar, es como una asistente que estará al tanto de sus medicinas… he tenido problemas con la redacción del panfleto ─reitera, suelto una carcajada por eso. ─¿Cuánto pagarán, dan alojo? ─Pregunto, más interesada. ─Sí, es correcto…el p**o es considerablemente alto, pero no está en mí indicarle, si desea una entrevista, tome mi tarjeta ─explica, tendiéndome una tarjeta negra con el nombre de “mayordomo Alfred, mansión Rumsfeld” esbozo una sonrisa al recordar a Batman. ─Hasta luego, señorita ─menciona, colocándose el sombrero. Muevo la tarjeta en mi mano, observando cómo él se aleja del lugar. Noto que no carga más panfletos, y arranco el que estaba allí, para llevarlo conmigo.