Bajo mis manos a su cremallera, deshaciéndome de ella. El sonido me vuelve loca…sobre todo si esconde una sorpresa dura y viril. Tomo en mis manos su falo, sintiendo cómo es de grueso y grande. Abro los ojos, sorprendida. Quizás es el alcohol que se me subió a la cabeza, pero deseo más que nada que este hombre caído del cielo me embista sin parar. Me abro para atraerlo a mí, él se retiene un poco.
─Cierto, el preservativo ─gruño, estirando mi mano para abrir mi bolso torpemente, sacando una tira de condones. Tomo uno, entregándoselo.
─Aquí tienes ─comento, posando mi mano en mi clítoris para estimularlo descaradamente mientras él se coloca el preservativo.
─Estoy muy sorprendido si no es que enamorado ─manifiesta, provocándome una risa por su ternura.
─Cállate y tómame ─demando, jalando su corbata aún puesta, para atraerlo de nuevo a mí luego de que se ha colocado el preservativo. Tomo sus labios en un beso exquisito, sintiendo cómo se posa en la hendidura de mi sexo.
Súbitamente, me embiste, entrando por completo en mí. Abro los ojos, sorprendida… pensé que no cabría. Suelto un gemido, y él aumenta la velocidad de las embestidas. Una tras otra. Llenándome por completa y convirtiéndome en una adicta a su m*****o. pienso, esbozando una sonrisa en medio del beso.
─Estás tan apretada… Dios y caliente ─manifiesta, llamando mi atención. Me separo de sus labios, mirándole con desconcierto.
─No metas a Dios en esto ─recrimino, él asiente rápidamente, tomando mis labios nuevamente.
Me empuja contra los azulejos del baño, mientras la lluvia de la ducha cae sobre nuestros cuerpos. Dejo salir un gemido cuando me inclino, pegando mis botones erectos de la pared fría, él me toma de la cadera, embistiéndome nuevamente luego de cambiarse el preservativo. Llevo mi rostro por encima del hombro, encontrándome con sus labios. Me posee en la cama, el sillón, el mini bar, el baño y sobretodo en todas mis expectativas posibles en las que un hombre pudo haberme tomado tan perfectamente… lástima que solo sea un hombre de una noche, pienso con cierto pesar pero no para echarme a llorar.
Comienzo a escuchar mi celular sonar una y otra vez, abro los ojos con sobresalto. Recordando el vuelo que tengo que tomar para regresar a mi ciudad. Me percato primero de mi entorno, mirando mí alrededor.
De repente, a mi costado está el hombre que me dio más placer que nunca en mi vida alguien pudo. Desnudo y con un delicioso trasero al aire. Muerdo mi labio, levantándome con cuidado, envolviéndome en las sábanas del hotel. Tomo mi vestido, y mis zapatos, buscando por todas partes mi ropa interior. Esperando regresar completa a mi habitación. Me enfundo el vestido, encontrando mi braga, para meterla en mi pequeño bolso. Coloco los zapatos en mis pies, haciendo un traspié, tropezando con uno de sus zapatos.
Cierro los ojos, rezando que no se haya despertado… es muy incómodo. Dejo salir un suspiro, caminando hacia la puerta.
─¿Te vas así sin despedirte? ─Inquiere, sobresaltándome. Me giro rápidamente, encontrándome con su rostro somnoliento. Se restriega el rostro, levantándose. Abro los ojos, notando su m*****o aún grande, estando en modo “oruga”
─Tengo prisa… un vuelo por abordar ─explico apenada, sintiendo mis mejillas arder. Él suelta una risa, que llega a erizarme la piel.
─Créeme, soy de los hombres que están a favor de que los hombres somos unos patanes que cogemos y no llamamos luego… pero nunca lo pensé de una mujer como tú ─manifiesta de repente, haciéndome sentir ofendida.
Cruzo mis brazos, potenciando el escote de mi pecho.
─No sabes qué clase de mujer soy, solo por haber estado dentro de mí ─declaro, levantando una ceja.
─Tienes un preservativo en el cabello ─indica con una sonrisa.
Muevo mi melena, encontrándolo. Hago un gesto de asco, quitándolo de mi cabello para lanzarlo a la papelera.
─Tuve suficiente ─declaro, haciendo ademán de irme.
─Soy A…
─¡No, sin nombres! ─Exclamo, interrumpiendo su presentación.
─No te volveré a ver en mi vida… lo que se queda en las vegas se queda en las vegas ─agrego, aseverando mi mirada hacia él.
Noto en su semblante un poco de enojo. También lo hermoso que se ve recién despierto > Pienso, mordiéndome el labio. Adiós, buen polvo.
─Fue un gusto, anónima ─murmura, cubriéndose con una pantalón pijama. Dejo salir un suspiro.
─Igualmente, anónimo ─declaro, saliendo finalmente. Mi celular suena de nuevo, abro mi bolso sacándolo mientras apresuro mis pasos hacia el ascensor, presionando el botón con desespero.
─¡Anónima, tu corpiño! ─ Exclama el sujeto con los ojos más bellos que se han cruzado en mi camino. Me lanzo en el ascensor, ignorándole. Para encontrarme nuevamente con su semblante en las puertas de la caja metálica a punto de cerrarse, él apretando mi corpiño en su mano y yo escuchando la voz de mi hermana en mí oreja.
Las puertas se cierra cuando logra llegar, para no verle más.
─Era un maldito Andres Sarda ─gruño, dándome un golpe en la frente.
─¿Qué carajos, Pia? ─Inquiere mi hermana.
─Lo siento… ya voy en camino al aeropuerto, no sonó la alarma ─explico con una mentira piadosa.
─Mmm ¿Has perdido un Andres Sarda? Eso debe ser una perdida grande para ti. Eres una chica materialista ─comenta, haciéndome rodar los ojos. Salgo del ascensor, hurgando en mi bolso para encontrar la llave de la habitación.
─No soy materialista, me gustan las cosas buenas… por eso tengo mi propia empresa y trabajo muy duro ─destaco, abriendo la puerta.
Comienzo a lanzar todo en la maleta. Escucho un suspiro de su parte.
─Tu empresa apenas está comenzando… pero sí trabajas muy duro, tanto que tengo que vigilar que visites a nuestra madre para su compromiso. Es lamentable que ni conozcas a su prometido ─manifiesta, rechino mis dientes, pensando en eso. Mi madre es la persona más dulce del planeta pero también la que nos exige perfección. Por eso al morir mi padre, me alejé de ella para hacer mi vida. Quizás por eso me la ausento viajando y me mudé al otro lado de la ciudad para no cruzármela.
─Te tengo que colgar, te llamo cuando llegue a la ciudad, para que me recojas ─digo rápidamente, tratando de zafarme de ella. Es la hermana mayor, y actúa como tal.
─Estaré monitoreando tu vuelo, por algo he comprado el boleto yo ─declara, suelto una carcajada por su control.
─Saludos al mocoso ─murmuro, sonriendo.
─Es tu sobrino, no un mocoso… aunque si tiene muchos mocos, estoy agotada de eso ─comenta, provocándome una carcajada.
─Adiós, hermana ─digo, colgando la llamada al escuchar a su mocoso, llorar del otro lado de la línea.