| ¿Vecinos? |

1932
POV Alesander Wolfman Intento saber qué jodida mierda ocurre, desde que esta mujer se cruzó en mi panorama causó problemas en mi vida y ahora me hace sostener un puto vibrador en forma de tentáculo de pulpo. Debí de irme, no esperarle y seguir ignorando sus llamadas y mensajes, no estoy de humor para ser chofer o niñera de una mujer a quien no conozco. Pero a pesar de haberme ofuscado por esperar una hora por ella; el verla acercarse al auto fue como un huracán andante y me ha arrastrado a su vórtice. Ha hablado tan deprisa que apenas he podido distinguir lo que decía, además que he de admitir que es sumamente preciosa. Su cuerpo bien proporcionado con curvas y cubierto de ropa de colores pasteles que me dan dolor de cabeza. ¿Quién es ella? ¿Por qué Parker me pidió buscarla? Todavía sigo sosteniendo su vibrador extraño y de pensar que ha usado esto, con su apariencia dulce, me pone a delirar. Aclaro la garganta clavándole mi mirada. Ella posa sus ojos grises en mi rostro luego a mi mano y abre la boca formando una «O» casi a punto de volverse muy roja, porque sus mejillas se tornan de un color alarmante de vergüenza. ―¡No puede ser! ―Chilla alarmada intentando arrancarme el vibrador de la mano―. Dámelo. ―¿Es tuyo? Bueno, acaba de salir de tu maleta… ―No es mío ―dice rápidamente. Ladeo una sonrisa burlona. ―No es mío ―repite nerviosa―. Es de mi hermana, demonios…eso suena peor. Ni siquiera me molesto en esconder mi sonrisilla. Así que... ¿nunca lo ha usado? ―Ten, no te preocupes, no te quitaré tu extraño juguete. ―Se lo entrego. Su cejo se arruga guardándolo rápidamente. ―Mi hermana tiene cientos de esos, quiso hacerme una “broma” pero no me hizo reír, así que no entiendo y Dios…que vergüenza ―dice rápidamente. Detallo su rostro y me fijo en sus labios carnoso. Desvío la vista al pensar en algo muy morboso. Joder. Rasco el cabello de mi nuca terminando de cerrar la cajuela con la maleta rota llena de su ropa, libros y un tentáculo s****l. Camino hacia la puerta del copiloto abriéndola y la miro. ―¿No piensas subir? ―Pregunto tajante. ―Sí, lo siento ―murmura apresurándose en subir. Al pasar delante de mí; su cabellera castaña y ondulada desprende el aroma de su perfume o un aroma que nunca antes había olido, es tan intenso y adictivo. Paso saliva viendo de cerca su rostro; pestañas perfectas, nariz pequeña, pómulos redondos, labios pequeños pero carnosos y sus ojos grises que resultan impactantes. Tenso mi quijada porque no la había detallado tan de cerca y es más preciosa de lo que pensaba. Ella está en tus límites, Alesander. Termina de subir y cierro la puerta moviendo mis hombros y mi cuello. Rodeo el auto y subo en el lugar del piloto. Noto que se ha colocado el cinturón antes de que le dijera y mantiene su mirada al frente. ―Lindo auto ―menciona tomando mi atención en cuanto enciendo el motor y nos saco de la entrada del aeropuerto. ―Gracias. ―Mi hermana dice que los hombres se compran autos deportivos y lujosos para medirse el pene entre ellos. No sé qué tiene que ver el aparato reproductor del hombre con los autos, pero suena interesante la comparación ¿No lo cree? ―Suelta de repente. ¿Esta mujer está bien de la cabeza? Detengo el auto en el semáforo mirándola. ―¿Qué has dicho? Eso no es cierto. ―Oh, entonces no se mide el… ―Mejor dejemos de hablar de mi m*****o ¿Está bien? ―Resoplo. ―Lo siento si dije algo que le incomodara ―menciona por lo bajo―. Estoy sudando, no sabía que hacía tanto calor en este lugar, sigo pensando en usted sosteniendo aquel consolador extraño, solo he comido una dona en el aeropuerto y estoy muy cansada. De por sí no puedo controlar lo que digo; ahora menos. ¿Qué demonios? ―También estoy pensando en tu nombre, pero no recuerdo el que me lo hayas dicho Dios, suelo ser un desastre, has estado mucho tiempo esperándome, y no tuve la decencia de preguntarte cómo te llamas ―Solo deja de hablar porque se ha quedado sin aire. Sí, esta mujer es un vórtice de caos enorme, uno que solo podría arruinarme. Me mira apenada con sus enormes ojos grises. ―Alesander Wolfman ―digo con ronquez. Bajo la mirada a la mano que me ofrece y sus uñas tienen esmalte rosado, unas perfectas manos delicadas. ¿Qué se sentirá rodeando mi…? Contrólate, Alesander. ―Un placer, me llamo… ―Katrina Manzur, eso me lo dijo el Doctor Patrick Adams ―intervengo tajante. Tomando su mano para sentir una corriente en mi cuerpo que me hace apartar la mano rápidamente. Con un gruñido, me reincorporo en el asiento y clavo los ojos con fuerza en la carretera mientras arranco el Audi R8. Ella sonríe asintiendo con la cabeza. ―El día en que hiciste que aquella chica me lanzara la bebida, ¿por qué lo hiciste? ―Indago y la miro de reojo. Se muerde el labio. No, no hagas eso. ―No puedo controlar mi boca, a veces solo digo lo que pienso. ―Deberías de controlarla o solo traerás problemas ―gruño apretando el volante. ―Sí, trabajaré en eso ―murmura. Algo de tensión se crea en el auto, decido presionar el reproductor de música de la pantalla y selecciono una de mis listas intentando silenciar mis pensamientos sobre esta chica problemática, también este sentimiento extraño de querer protegerla del mundo, pero es que en definitiva debe de estar lejos de mí. Ella deja su vista en el camino tomando fotos con su celular de lo que ve, respiro profundo e intento no mirarle durante todo el trayecto para no grabarme la cantidad de pecas de su nariz o la forma en cómo tuerce los labios mientras piensa. ** Sin darme cuenta, parqueo en la ventanilla del autoservicio de una pizzería y pido unos trozos para ella. Que había comentado tener hambre. Quizás sea el instinto paternal que tengo gracias a Angela. Le entrego el trozo de pizza y ella pestañea sorprendida. ―Gracias ―murmura hurgando su bolso para tenderme dinero. ―Tómalo como una bienvenida a la ciudad ―digo. Procedo a adelantar el auto en cuanto ella engulle su comida. ―¿Sabías que la pizza es pre-romana, en su concepción? ―Pregunta llamando mi atención―. Los antepasados de los romanos, ya consumían panes planos horneados y rellenos de queso y miel. Pero para que el invento se perfeccionara y la masa tomara cuerpo faltó el concurso de Colón, que se trajo de vuelta de América el tomate, verdadera base gustativa de la pizza napolitana que se comía en el siglo XVIII en las calles de esta ciudad y…que su aristocracia se encargó de popularizar en todas las cortes de la época ―Termina dándole un bocado a la pizza. Pestañeo sorprendido porque creo que acabo de escuchar cómo si la inteligencia artificial de mi celular estuviera sentada a mi lado engullendo un trozo de pizza. ―Interesante ―murmuro sin saber qué más decir ante esa información. Aprieto una sonrisa negando con la cabeza cuando ella asiente. Que mujer tan…diferente. ** La dejo en el edificio que me indicó Patrick, al parecer ella rentará un departamento en mi mismo condominio. Espero no tener que cruzarme con ella nuevamente o perderé la cabeza antes de tiempo, suficiente tengo con la pelea por la custodia de mi hija como para esperar que una mujer con una etiqueta en su rostro que dice: “peligro” me cree más problemas. Subo a mi departamento dejando salir un resoplido por lo vacío que se siente esta semana que no estará Angela conmigo sino con su madre. Procedo a cambiarme y me dirijo al hospital para comenzar mi jornada. ** Dos días después… Llego a casa en la madrugada, agotado por una cirugía de seis horas, que tardó más de lo debido. Tengo las manos acalambradas y las miro moviéndolas. Mi celular suena y aprieto mi entrecejo al ver que es la mujer de la otra vez, ¿qué hace llamándome? Prefiero evitar los problemas y cuelgo la llamada con un resoplido. Enciendo el equipo de sonido con algo de música. Me quito la camisa y camino hacia la ducha terminando de desnudarme para meterme debajo del agua. Cierro los ojos colocándola más caliente para que alivie la tensión de mis músculos, el vapor empaña las mamparas de cristal y mi celular no deja de sonar. ―Joder ―farfullo quejándome e ignorando el sonido. La imagen de aquella mujer se posa en mi mente sin haberlo esperado. ¿Qué carajos? Abro los ojos percatándome de que estoy manipulando mi polla sintiéndola dura. ―Necesito liberar esta tensión. ―He estado tan ocupado estos días, que ni he tenido tiempo de tomar una copa con alguna de mis amantes esporádicas. Eso me pone de mal humor e irritable. Salgo de la ducha luego de masturbarme como un degenerado y envuelvo mi cintura con una toalla para dirigirme a la habitación. Detengo mis pasos al escuchar un ruido diferente a la música que suena en los altavoces. ¿Qué? Camino hacia la sala apagando la música y veo hacia las puertas corredizas del balcón que es de donde proviene el ruido. ―¡Alesander! ¡Señor Wolfman! ―Exclama la voz de aquella mujer. ―Es imposible… ―murmuro. ¿Acaso me estoy volviendo loco? Que ahora me imagino escuchar a Katrina Manzur llamarme. Niego con la cabeza restregándome el rostro, esto podría ser producto del cansancio, sí, es eso. ―¡Ayuda! ―Exclama de nuevo en cuanto hago ademán de ignorar a mis alucinaciones. Camino hacia el balcón moviendo las puertas. ―¡Ale…! ―Su grito se corta cuando la veo en el balcón del apartamento de al lado. Lo peor es que aparte de darme cuenta de que ha estado viviendo a mi costado estos últimos días; es verla usando solo una camisa envejecida donde se marcan sus pezones y que posiblemente sea lo único que usa en este momento. Sus ojos se abren sorprendidos ahora también detallándome porque estoy usando solo una toalla. ―Dios mío ―chilla―. ¿Por qué no atendiste a mis llamadas? ―¿Qué carajos haces allí? ―Indago ignorando su pregunta. Estoy desconcertado a un grado máximo. Muerde su labio y recuerdo lo que produjo la primera vez que la vi hacer eso. ―Me quedé encerrada ―murmura. ―¿Qué? ―Salí al balcón para escuchar la música que había colocado y cerré la puerta para que no se escapara el aire acondicionado, y al parecer se atascó cuando quise volver a entrar ¡Se cerró de verdad! ―Responde exaltada caminando de un lado a otro―. El señor Adams me dijo que tú serías mi vecino, pero es primera vez en estos días que escucho ruido en tu casa. Llamé al de mantenimiento y no contesta ¿Puedes ayudarme? Por favor… Paso saliva mirando cómo estira su camisón intentando ocultar la desnudez de sus muslos. Lleva el cabello ondulado y suelto, el rostro lavado con sus mejillas sonrojadas, haciéndome respirar de forma entrecortada. Esto no puede estarme ocurriendo…
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