Capítulo 7 Mi conciencia va y viene. Me toma un tiempo darme cuenta que me han puesto en una silla, atada de brazos y piernas mientras una intravenosa gotea una sustancia clara en mis venas que hace que mi brazo hormiguee. Esta es una habitación diferente de la que me trajeron antes. Más oscura. Más primitiva. Huele a moho, excrementos y sangre agria. Una luz amarillenta y opaca penetra mi cerebro como un picahielos. Me pregunto si se trata de la misma luz que me inspiró a rebelarme. Por alguna razón, me río. No puedo evitarlo. ¿Y si sólo son mis nervios? Una mano tira de mi cabeza. La luz proviene de un foco ordinario, la bombilla está tan cerca que casi forma una ampolla en mi cara por el calor que emana. —Tremendo espectáculo el que diste. Nunca esperé eso, la hija obediente tiene