RAVEN
Golpeando y azotando la espalda de Adriano, su mano se posó en la parte inferior de mi trasero, haciéndome jadear mientras me mordía y enviaba ondas de ardor a través de mi piel hasta... el infierno.
Maldito infierno.
Me reprimí un gemido cuando la aguda quemazón se disipó gradualmente en un dolor sordo que me hacía ansiar más. Maldito sea este hombre.
Nos acercamos al coche y vi a Dragon abrir la puerta del conductor.
—Déjame conducir. —Dragon se apoyó en el marco de la puerta, mirando a la persona en el asiento del conductor.
—Vamos, hombre, déjame conducir por una vez. —una voz familiar le respondió con una risa que me estremeció desde la cabeza hasta los pies.
—Muévete. —Dragon hizo un gesto autoritario por encima de su hombro—. El jefe quiere que vayas atrás con la prince
