Capítulo 6: Confinada

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Lacey bebió la mitad de su bebida y luego sonrió dulcemente, acercándose a él. Su respiración se aceleró. Ella sonrió, sabiendo que estaba teniendo un efecto en él. —Por favor dime algo. —Lacy pasó un dedo por su mejilla, mirándolo a los ojos, dándole su mirada más sexy. Una comisura de sus labios se curvó en una sonrisa impresionante. —¿Y qué es eso? —¿Por qué me quieres como tu pareja? —Lacy preguntó dulcemente. Él le devolvió la dulce sonrisa. —Yo no... todavía. —dejó escapar un largo y lento suspiro y la miró profundamente a los ojos—. Quiero probar la mercancía primero. —Luego, con un rápido movimiento, la arrojó sobre su hombro y se dirigió hacia las escaleras. —¡Oh, no, no lo harás! —Lacey gritó, golpeando contra su espalda con sus puños, lo que no tuvo ningún efecto en él en absoluto—. ¡Bájame! Todos rieron y le abrieron el camino a Julien. La sostuvo sobre su hombro con un brazo subiendo las escaleras con Lacey gritando todo el camino. —¡Suéltame, bruto! ¡Déjame ir! Se detuvo a mitad de las escaleras. —Cállate a menos que quieras que te tire. Lacey jadeó: —¡No lo harías! —Pruébame —dijo, y Lacey pudo oír la sonrisa en su voz. —¡Ugg! —Lacey gimió cuando comenzó a subir las escaleras. —¿Qué camino a su habitación? —Julien le preguntó a alguien en lo alto de las escaleras. Lynette se rió. —Por ahí. —Luego señaló hacia el pasillo. —¡Oh, no, no lo harás! —Lacey volvió a golpearle la espalda. —¡Oh, sí lo haré! —Julien gritó, caminando resueltamente por el pasillo mientras todos se hacían a un lado. Luego abrió la puerta de una patada, la arrojó sobre la cama y luego la cerró con llave. Lacey se sentó en medio de la cama y señaló la puerta. —¡Vete! —Luego miró a su alrededor en busca de algo que arrojarle. Caminó lentamente hacia ella. —No lo haré. Eres mi prometida. —Eso no te da el derecho... Antes de que pudiera terminar la frase, él la agarró por la nuca y sus labios descendieron bruscamente sobre ella. Luego, la obligó a separar los labios y la besó profundamente, empujando su espalda contra la cama, su cuerpo de repente cubriendo el de ella. Lacey luchó contra él al principio, pero luego se derritió en sus brazos cuando profundizó el beso. Luego se apartó con la misma brusquedad y se puso de pie, mirándola de arriba abajo, pasándose lentamente el pulgar por el labio curado. —Ahora. Quiero que pienses en eso por un rato. —Luego caminó hacia la puerta. —¡No puedo creerte! —Lacey gritó, arrodillándose en la cama. —¡Oh! —Se dio la vuelta, sonriendo mientras bajaba la voz—. Y no intentes salir de esta habitación hasta que venga a buscarte por la mañana. —Hijo de... —Miró a su alrededor en busca de algo para lanzar de nuevo. A falta de algo más, agarró el ajuste de la lámpara de su mesita de noche y lo arrojó contra la puerta justo cuando se cerraba, haciéndola estrellarse contra el suelo. Luego abrió la puerta de nuevo. —Realmente necesitas trabajar en tu temperamento. —¡Vete! —Lacey gritó, arrojando su almohada a la puerta justo cuando se cerraba. Su risa resonó por todo el pasillo y se desvaneció lentamente mientras se alejaba. Lacey estaba tan enojada que la neblina roja con bordes negros comenzó a aparecer en su visión, pero estaba en contra de las reglas de la manada transfromarse en la casa. Tomó profundas y calmadas respiraciones y pronto los temblores que le recorrían los brazos y todo el cuerpo cesaron. —¡Ugg! —Lacey se avalanzó hacia la puerta, pero estaba cerrada—. ¡Déjame salir! ¡No puedes hacerme esto! Pero nadie vino. Ni siquiera su madre. Lacey estaba segura de que Julien les había dado a todos órdenes estrictas de no soltarla. Miró por la ventana y, tres pisos más abajo, cambiaformas vestidos con ropa fina la miraron y se rieron. Algunos de ellos eran sus hermanos. Lacey corrió las cortinas y se sentó en el borde de la cama, incapaz de creer que ese día hubiera resultado tan mal. Mientras se calmaba, las lágrimas se deslizaban lentamente por sus mejillas, preguntándose qué pensaría Wyatt sobre todo esto. Pero nuevamente, él ya tenía a su pareja... y ella estaba recién comprometida con la suya. Y, al igual que su familia, Julien tampoco la quería.
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