Capítulo 8

797 Kata
  Emery no se quedó mucho tiempo en el hospital. Después de tomar una limonada, estuvo lista para ir al café. Había conseguido ese trabajo de medio tiempo porque necesitaba el dinero, no podía llegar tarde.   Entretanto, Aiden regresó a la Corporación Moris y al instante un grupo de personas se le acercó y lo rodeó. Él permaneció parado en el medio unos segundos, con una expresión de frialdad y una mano metida en el bolsillo de sus pantalones. Luego volvió a avanzar y la indiferencia en su mirada lo hacía ver tan guapo que las personas lo miraban con un gran respeto a la vez que se hacían a un lado. Aquel era el hombre más distinguido de M Town.   Los ojos de las empleadas lo seguían fijamente, llenos de un deseo obsesivo y visceral que les impedía retirar la mirada. El solo hecho de poder observarlo un instante era motivo de una dicha preciosa para ellas.   Un segundo después, Aiden, de figura alta y musculosa, dio otro paso y entró en el ascensor exclusivo del director. Pocos minutos después entró a su oficina, se quitó el abrigo y se aflojó la corbata.   —¿En qué hospital atendieron a su hermano menor? —preguntó con tranquilidad.   De inmediato, Harry comprendió que le hablaba a él pese a que no mencionó su nombre.   —Director Aiden, se trata de un hospital privado de la compañía Starstrike —respondió respetuosamente.   —Cómpralo —ordenó Aiden—. Tienes un día para hacerlo.   —Sí, director Aiden —contestó Harry.   Luego, Aiden hizo un gesto con la mano y, al instante, Harry asintió inclinando la cabeza y se dio la vuelta para irse. Antes de que pudiera llegar a la puerta, la misma se abrió de repente desde el exterior y casi lo golpea. Él no se lo esperaba en absoluto, pero por fortuna fue ágil y se echó a un lado a tiempo. Un instante después, vio a la persona que abrió la puerta e inclinó la cabeza.   —Señorita Hale —saludó.   Aiden estaba de espaldas, por lo que no vio lo que sucedió, pero cuando escuchó las palabras de Harry se dio la vuelta inmediatamente. Al ver a Claire en el portal, frunció el ceño y no pudo evitar que su rostro se pusiera pálido. Por su parte, Claire se paró con gracia en la entrada de la oficina. Llevaba un vestido nuevo y de marca, y un exorbitante bolso Birkin que hacía juego. Su maquillaje era espléndido y su delineador reflejaba la luz, lo que le confería una apariencia bellísima.   —Aiden... —lo saludó calurosamente mientras sonreía con encanto.   Cualquiera que la escuchara en ese momento se daría cuenta fácilmente que Claire sentía algo por Aiden, pues su voz era tan dulce cuando hablaba con él que podía adormecer los huesos de quien la oyera. Sin embargo, Aiden no respondió en absoluto; en cambio, permaneció inmutable, irradiando frialdad y aristocracia.   —¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó secamente.   —¡Quería verte! ¿No es esa razón suficiente? —respondió ella sonriendo. Al instante se acercó a él y preguntó—: ¿Tienes tiempo esta noche? ¿Qué dices si cenamos juntos?   —No tengo tiempo —afirmó Aiden bruscamente.   —¿Por qué? —inquirió Claire de inmediato. Su sonrisa se desvaneció en un instante.   —¿Necesito una razón? —La voz del hombre era fría como su mirada.   —¡Por supuesto! Me estás rechazando directamente, sin explicaciones —dijo Claire en voz baja, visiblemente conmocionada.   Aiden hizo silencio y se arregló las mangas de la camisa lentamente. De pronto, la imagen de Emery pasó por su mente. ¡Maldita sea! Con solo escuchar su voz sus sentimientos despertaban. Recordó cuando Emery lo llamó por su nombre, fue un gesto dulce y a la vez irreal, como un sueño. No fue fingido en absoluto, sino natural y agradable, lo que lo hizo sentir cómodo y a gusto.   Mientras tanto, Claire continuaba frente a él y se puso ansiosa y furiosa al sentir que la estaba ignorando. Rápidamente dio unos pasos hacia él, pero Aiden la evitó con indiferencia.   —Claire —prosiguió—, puedo darte una razón si la necesitas.   —Dímela —exclamó ella al instante.   Unos segundos después, los labios de Aiden se torcieron en una leve sonrisa y sus profundos ojos brillaron con chispas.   —Soy casado —dijo lentamente.   Al escucharlo, Claire no pudo evitar retroceder. Se las arregló para mantenerse firme después de dar unos pocos pasos hacia atrás. Al instante, su rostro se volvió pálido.   —No, es imposible, no es cierto —exclamaba mientras negaba constantemente con la cabeza—. Aiden, no tienes que mentirme si no deseas cenar conmigo...
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