Mi prima, se me arrima (1)

750 Palabras
Cuando mis tíos me invitaron aquel verano, a la piscina de su urbanización, ni por asomo pensaba que podría experimentar la bisexualidad. Aunque no tuvieron la culpa ellos, si no, mi prima Amelia. -¡Virginia! Que bueno que hayas aceptado nuestra invitación. -Gracias, tía. La verdad es que, necesitaba cambiar de aires. -Gracias a ti, por haber venido. Ven, te digo cuál es tu habitación. Me llevó por el corredor de la casa, hasta detenernos en una puerta, semi abierta. -Pasa, y ponte cómoda. Se lo agradecí con una sonrisa, y me dejó intimidad. -No sé, creo que este bikini me sentaría bien - Dije, sacándolo de la bolsa de viaje. Me despojé de la ropa, y, al quitarme el sujetador, la puerta se abrió, de repente. -Hola, pri... Intenté taparme con las manos mis pechos, pero Amelia, ya había visto lo que tenía que ver; me moría de vergüenza. Pero mi prima, no quitaba la vista de mi cuerpo ruborizado. -Lo siento... - Y, con una sonrisa torcida, abandonó la habitación. Aquél fue el primer encuentro fortuito que tuvimos, pero hubo alguno más.                            .......... Cuando me cambié y bajé al comedor, mis tíos me recibieron con una gran sonrisa. -¿Ya te has instalado? -Si... - Contesté ruborizada. -Igualita que su madre... No te sonrojes mujer, que estamos en familia - Dijo, ofreciéndome un trozo de tarta - La hizo tu prima Amelia. -No sé si Virgi tendrá estómago para comerlo. -¡Amelia! ¿Ya os conocéis? -Hemos tenido el placer. Sí - Contestó, recorriendo mi cuerpo con la mirada. -Nos vimos en la habitación, hace un rato - No se me pasó desapercibida, la mirada de Amelia. ¿Qué la ocurría? -Bien... Hace años que no os veis. Supongo que tendréis un montón de cosas que contaros. -Eso mismo pienso yo - Amelia continuaba recorriendo mi cuerpo con su mirada.                          .......... Cuando cayó la noche, e intentaba dormir en la habitación que me habían asignado, no pude dejar de dar vueltas al momento vivido con mi prima. Sus miradas, sus gestos... La verdad es que, me daba un poco de respeto. Parecía como si... ¿Le gustara? Sacudí la cabeza, alejando esos pensamientos. ¿Y si me daba una vuelta por la casa? La emoción me embargó, conforme me levantaba de la cama. Así que, sin pensarlo más, me bajé de la cama, y salí, sigilosa, al pasillo, que se me antojaba eterno, cuán largo era. Caminé despacio, procurando que mis pies descalzos no alertaran de mi presencia allí. Llegué a una habitación semi abierta, y asomé la cabeza, despacio. Era la habitación de mi querida Amelia. Estaba tumbada, en ropa interior, hablando por el teléfono. -No veas cómo está. Un bombón hecho mujer.... No... No creo que lo haga así... De momento, miradas furtivas... Jajaja... Eso es ir dasiado rápido... Si la vieras, te caerías de culo... Es preciosa... No puedo dejar de pensar en ella. De repente, se hizo a un lado su tanga, e introdujo un dedo en su clítoris, haciendo que mi boca dibujara una "O" perfecta. Puso el manos libres, hablaba con una mujer. -Daria lo que fuera por perderme entre sus piernas, oler su pelo, y lamer su coño. Sólo de pensarlo, me mojo entera - Su dedo comenzó a moverse, haciendo círculos alrededor de su clítoris rasurado, que ya asomaba por el tanga. No podía apartar la vista. Un hormigueo, recorrió mi cuerpo - Me encantaría follarmela. Hacer que se corra de placer en las sábanas de mi cama. Sentir su humedad en mi boca, al lamer su coño... Se quitó el sujetador, dejando ver sus pezones erectos. Que pellizcó lentamente. -Eres cerdisima, Amelia. Cuéntame más - Contestó su interlocutora. -Mientras ella se retuerce de dolor, mi boca busca desesperada sus pezones duros. Mis manos, juegan con su coñito. Ese mismo, comenzó a reaccionar. Me llevé una mano, instintivamente hacia allí. Mi prima estaba describiendo la escena tan bien, que me estaba poniendo cachondisima. Me comencé a masturbar. -Después, la colocaría a horcajadas sobre mi, y besaría sus labios, mientras no dejo de masturbarla. Mi dedo comenzó a acelerar, haciendo que suspirase de placer, ante la narración de Amelia. -Nuestros jugosos coños, ansiosos de placer, se juntarían para jugar entre ellos, repletos de sudor. Y hasta que mi prima no se corriese, no pararía. Un gemido escapó de mi garganta ante aquella escena que dibujaba mi cabeza. Pero gemí demasiado alto. Amelia, levantando la cabeza, me observó, espiándola.
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