Prólogo
— ¡No! Desde ya te digo que no me pienso ir sin mi hija, Rea me necesita y ni loco la voy a dejar en manos de una mujer como tú. Estás mal, mira que querer vender a nuestra criatura es algo completamente despreciable, si yo no hubiera llegado en ese momento a saber en qué sitio la niña estaría, no sé qué tienes en esa cabeza.
— ¿Y qué querías que hiciera? Que me quedara de brazos cruzados al ver la miseria que vivimos, lo que tu traes a la casa son limosnas que no da para casi nada, esa criatura lo único que sabe hacer es llorar y llorar todo el maldito día.
— Bien sabes que aquí no hace falta lo que se necesita, si la niña pasa llorando es porque tú no te haces cargo de ella y muchas veces la dejas ahí tirada con su pañal sucio. Dame a mi hija porque evidentemente no la quieres en absoluto.
Un golpe con un palo fue lo que el hombre recibió cuando quiso acercarse a la niña, él quedó tendido en el suelo y la mujer salió huyendo de la casa mientras iba con la bebé que no dejaba de llorar y de llamar a su padre.
Muchos años después
— ¡No! Suéltame en este momento Sebastián — me sacudí violentamente mientras las lágrimas descendían por mi rostro — entiende que no quiero, eres un asqueroso.
Le di una patada en los testículos a Sebastián ya que me tenía semidesnuda y arrinconada en la cama, en el momento que hice esto él sintió un gran dolor pero no me soltó en absoluto e incluso me dió una bofetada que hizo mi cabeza retumbar.
— Por favor no lo hagas, te lo suplicó — dije con los ojos llorosos — lo que quieres hacer no está bien y lo sabes.
— Al diablo no pienso dejarte ir, desde que vine a esta maldita casa te mire y supe que te iba a hacer mía.
Él me arrancó la ropa mientras le suplicaba que no lo hiciera pero mis súplicas no valieron y simplemente me desnudó de un solo golpe.
— ¡Sebastian por favor no lo hagas, soy tu hermana! — me sacudí para quitarlo encima de mí — ¡Suéltame por un demonio!
— Hermanastra, querida, hermanastra — él sonrió con malicia — yo no me trago esos absurdos de que somos hermanos solo porque nos criamos juntos.
— Sebas, soy virgen, por favor no hagas esto — lloré amargamente — esto es una de las peores cosas que le pueden hacer a una mujer.
— Es mucho mejor y no me salgas con esos absurdos que vas a ver como te va a gustar e incluso me vas a pedir más después de esto — él me besó muy fuerte — así que flojita y cooperando.
Él entró y comenzó a moverse violentamente, mientras mis lágrimas descendían, Sebastian mi hermanastro jadeaba. No quería y se lo supliqué demasiado pero al final esto le importó poco y aquí me encontraba siendo desvirgada por mi hermanastro que lo consideraba un hermano ya que me había criado con él. Cuando terminó simplemente se vistió y escuchamos que mi madre venía con mi padrastro.
— ¡¿Qué demonios están haciendo?! ¡Ustedes son hermanos!
— Mamá te lo suplicó escucha, yo no quise y se lo pedí pero él no le importó, Sebas me violó.
Una bofetada sonó en toda la habitación y mi mejilla se encontraba roja, mi madre me miraba con rabia y dolor.
— No digas eso, Sebas es un buen chico y me consta.
— Entonces qué otra explicación puede haber mamá dime.
— La explicación lógica que encuentro es que tú te le insinuaste a Sebas y él pues es hombre, la culpa es completamente tuya maldita zorra. ¡Vete de mi casa!
— Pero mamá ten piedad no tengo adonde ir, yo no me le insinue a Sebas, fue lo contrario le supliqué que no lo hiciera. Se supone que soy tu hija y me debes creer, nunca te di problemas y lo sabes bien, siempre me esforcé en portarme bien a pesar que me maltratabas como si fuera tu enemiga.
— Poco me importa si tienes adonde ir o no, manchar la reputación de esta casa al seducir a tu hermano es algo que tiene un costo y eso es la calle, debiste pensarlo antes.
— ¡Estás corriendo a tu hija! ¿Eres consciente de lo que haces? Esto es algo que no voy a olvidar nunca si te mantienes firme en tu postura.
— ¿Y piensas que a mi me importa que no tengas donde ir o lo que pienses de mí? La calle es enorme y bien puedes vivir en ella, toma tus cosas y vete.
— Te lo suplico mamá, no me hagas esto — me arrodille pidiendo clemencia — Sebastián me violó, creeme por lo más sagrado que hay.
— ¡Basta! Mi hijo no es un violador — gritó mi padrastro — tú eres una zorra, Sara has algo para que se largué o quiénes se van a ir seremos Sebastián y yo.
— No, ustedes no se van a ir — dijo mi mamá en medio de la desesperación y la súplica — es esta zorra la que se va a ir.
— Te lo suplicó mamá no me botes a la calle — juntaba mis manos suplicando — soy tu hija, esto no es justo; eres mujer y tienes que creerme cuando te digo que Sebastian me violó a pesar de que le supliqué que no lo hiciera.
— Eso hubieras pensado antes de andar de zorra, cariño ella es tuya botala a como te venga en gana. Nunca, escuchame bien, nunca voy a creer que mi querido hijo hizo tal cosa contigo o suponiendo que sea verdad; todo es tu culpa por andar de ofrecida.
Mi mamá se hizo a un lado y mi padrastro me tomó del cabello para arrastrarme hasta la puerta, la abrió y me tiró como si fuera menos que un animal, ellos sonrieron satisfactoriamente y desde el suelo donde me encontraba los mire con rabia.
— Me van a necesitar algún día, tarde o temprano y quiero que se les quedé bien grabado que no moveré ni un solo dedo por ustedes.
— Nunca vamos a necesitar de ti — dijo esa mujer que decía ser mi madre — tú ya no eres mi hija y yo ya no soy tu mamá.
Ellos cerraron la puerta de la casa y yo me levanté de ahí con muchos raspones, comencé a cojear debido a esto y la sangre salía a chorros por mi rodillas…