Capítulo 7: Entre Jinetes y Corazones

1161 Palabras
El gran día de la jineteada en el pueblo cercano había llegado, un día que Melani había esperado con ansias y preparación meticulosa. Desde el amanecer, el hogar de los González estaba lleno de actividad. Melani, junto con sus hermanos y amigos, estaba lista para demostrar su habilidad y pasión por la jineteada. La emoción era palpable mientras el grupo se preparaba para partir, cargando sus caballos y todo el equipo necesario. Cada uno de sus movimientos estaba lleno de una energía nerviosa, una mezcla de anticipación y determinación. Mientras cargaban los caballos en el carro, Melani no podía evitar sentirse un poco nerviosa. El peso de la ocasión era significativo. Este no era solo un evento más; era su oportunidad de demostrar que podía competir al mismo nivel que los hombres. Su padre, observando en silencio, parecía comprender la importancia de este día, aunque sus preocupaciones eran evidentes en la profundidad de sus ojos. Melani le lanzó una mirada de agradecimiento, sabiendo que su apoyo, aunque silencioso, estaba allí. El viaje al pueblo cercano estuvo lleno de risas y cantos. Sus hermanos intentaban aliviar la tensión con bromas y canciones populares, mientras sus amigos compartían historias de jineteadas pasadas. A pesar del bullicio alegre, Melani se sumergía en sus pensamientos, visualizando cada momento de la competencia, desde la preparación hasta el desafío final. Sentía una mezcla de nervios y emoción, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Miraba por la ventana del carro, observando cómo el paisaje pasaba rápidamente, y se llenaba de una resolución tranquila: hoy demostraría lo que era capaz de hacer. Al llegar al lugar del evento, el ambiente era electrizante. Carpas coloridas se alineaban a lo largo del campo, y banderas ondeaban al viento con un sonido que parecía un susurro de bienvenida. El sonido de la música folclórica llenaba el aire, acompañando el bullicio de la multitud que se movía con propósito. Los caballos relinchaban, añadiendo su propia música al ambiente, y la gente, con sus trajes típicos y sonrisas brillantes, creaba un escenario casi mágico. Melani sintió una oleada de emociones al ver la magnitud del evento. La escala de la competencia y la multitud la sobrecogieron por un momento, pero en su interior, la determinación comenzó a crecer. Sus hermanos y amigos estaban a su lado, ajustando cinchas y revisando detalles, mientras Melani se tomaba un momento para respirar profundamente, sintiendo el peso de las expectativas pero también la fuerza de su convicción. Recordó las palabras de su madre y el apoyo silencioso de su padre, encontrando en ellos la energía para enfrentar lo que venía. En el aire flotaba una mezcla de polvo y esperanza, de esfuerzo y tradición. Cada detalle, desde los caballos preparados hasta los trajes cuidadosamente seleccionados, hablaba de la pasión y la dedicación de los competidores. Melani sintió una conexión profunda con ese momento, como si todo en su vida la hubiera llevado hasta allí. Sabía que este era su momento para brillar, para mostrar a todos, y a sí misma, que su lugar estaba en la jineteada. Con una última mirada a su alrededor, se llenó de un renovado sentido de propósito, lista para enfrentarse al desafío con todo su corazón. La adrenalina corría por sus venas cuando se acercó al área de preparación. Sus amigos y hermanos, sintiendo su nerviosismo, le ofrecieron palabras de aliento y sonrisas de apoyo. Uno de ellos le dio un apretón en el hombro, mientras otro le pasó una trenza para su cabello. La sensación de pertenencia y camaradería era tangible, y Melani se alimentaba de esa energía positiva. Ajustó su sombrero, sintiendo el peso del paño sobre su cabeza, un recordatorio de las tradiciones que llevaba con orgullo. Mientras los preparativos llegaban a su fin, Melani cerró los ojos por un momento, dejando que el sonido de la multitud y los caballos la rodeara. Se permitió sentir cada emoción: la excitación, el miedo, la esperanza. Abrió los ojos con una nueva claridad y determinación. Hoy, bajo el cielo vasto y abierto de la Patagonia, estaba lista para dejar su marca. La jineteada comenzó, y uno por uno, los participantes mostraban sus habilidades. Cuando llegó el turno de Melani, su corazón latía con fuerza. Subió al caballo con gracia y determinación, sintiendo el apoyo de su familia y amigos. Con cada movimiento, demostró su destreza y coraje, ganándose los aplausos y vítores de la multitud. Radiante por su hazaña lograda, Melani se sintió en la cima del mundo. Después de su presentación, Melani se unió a sus hermanos y amigos, todos llenos de orgullo y felicidad. Fue entonces cuando conoció a Joaquín, un joven atractivo y encantador, con una sonrisa pícara que no podía pasar desapercibida. Joaquín, con su melena de cabello moreno y su porte fuerte, se acercó a ellos, ofreciendo un mate con naturalidad. "Hola, soy Joaquín. Vi tu presentación, Melani. ¡Increíble!" dijo, extendiéndole el mate con una sonrisa deslumbrante. Melani sintió un nudo en el estómago, una mezcla de nervios y emoción que nunca había experimentado antes. "Gracias," respondió ella, tomando el mate con manos temblorosas. Joaquín la miraba con una intensidad que la hizo sonrojar. Sus hermanos y amigos, al darse cuenta de la situación, intercambiaron miradas cómplices. Joaquín, siempre el anfitrión carismático, los invitó a una mesa cercana para jugar a las cartas. Melani, sus hermanos y amigos aceptaron con entusiasmo, y pronto se encontraron todos alrededor de la mesa, riendo y bromeando. Mientras los chicos jugaban a las cartas, Melani, sus hermanas y amigas no podían dejar de mirar a Joaquín. Su presencia dominaba el espacio, y cada gesto suyo parecía perfectamente calculado para impresionar. Melani, cada vez más nerviosa pero también intrigada, intentaba concentrarse en el juego, pero su atención siempre volvía a Joaquín. Sus rasgos perfectos, su sonrisa blanca y sus ojos brillantes la tenían cautivada. Joaquín, consciente del efecto que tenía sobre ella, le dirigía miradas y sonrisas que solo aumentaban su nerviosismo. A lo largo de la tarde, Melani y Joaquín intercambiaron más que solo miradas. Hablaron de sus vidas, de la pasión por la jineteada, y de sus sueños. Joaquín le contó sobre su propia experiencia como jinete, y Melani, cada vez más cómoda, le habló de su familia y de cómo había luchado por su lugar en la jineteada. La conexión entre ellos se hizo evidente para todos los presentes. Cuando el sol comenzó a ponerse, pintando el cielo patagónico de tonos dorados y rosados, Melani se dio cuenta de que este día sería inolvidable. No solo había demostrado su valía como jinete, sino que también había conocido a alguien que, en tan poco tiempo, había hecho que su corazón latiera más rápido. El evento terminó con música y bailes bajo las estrellas. Joaquín, con su encanto natural, se unió al grupo de baile, y Melani no pudo evitar seguirlo. Bailaron juntos, rodeados de amigos y familiares, sintiendo que la conexión entre ellos crecía con cada paso.
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