Capítulo 9: Sueños de Amor

1142 Palabras
Las jineteadas en el pequeño pueblo de Melani siempre habían sido un acontecimiento emocionante para toda la comunidad. Aunque Melani no participaba montando en su propio pueblo, disfrutaba cada momento junto a su familia. Los días de jineteadas se llenaban de vida, con el aire impregnado del olor a asado y la música folclórica resonando en cada rincón. Las risas de los niños, los gritos de ánimo para los jinetes y el sonido de los caballos galopando creaban una atmósfera vibrante y festiva. En estas ocasiones, Melani observaba a los jinetes con admiración, tomando nota mental de sus técnicas y estilos. Soñaba con el día en que ella también pudiera demostrar su valía en su propio pueblo, pero por ahora, disfrutaba del calor de la familia y la comunidad. Sentía una mezcla de alegría y anhelo, sabiendo que, aunque no montaba en ese momento, su oportunidad llegaría. Sin embargo, la verdadera emoción para Melani estaba en las jineteadas del pueblo cercano, donde Joaquín participaba. Estos eventos se convirtieron en el centro de su mundo, una mezcla de adrenalina, nervios y la dulce expectativa de ver a Joaquín. Cada vez que se preparaba para ir a esas jineteadas, su corazón latía con fuerza, llena de esperanza y entusiasmo. Las jineteadas en el pueblo de Joaquín eran grandiosas, con más participantes y una mayor concurrencia. Melani se preparaba con esmero, asegurándose de que su atuendo estuviera impecable y que su caballo estuviera en las mejores condiciones. Montar allí era una oportunidad para demostrar su habilidad y pasión, y cada vez que lo hacía, se sentía más cercana a su sueño. Joaquín era un jinete talentoso y carismático, conocido por su destreza y su sonrisa encantadora. Desde el primer encuentro, había algo en él que había capturado la atención de Melani. A medida que las semanas pasaban, Joaquín se fue haciendo amigo de los hermanos de Melani. Oscar, Luis y Roberto disfrutaban de su compañía y, con el tiempo, comenzaron a confiar en él. Las conversaciones entre Joaquín y los hermanos de Melani solían girar en torno a las jineteadas, técnicas de montura y los desafíos que enfrentaban en cada competencia. Joaquín siempre tenía una historia que contar, una anécdota graciosa o un consejo útil. Melani observaba estas interacciones con una mezcla de orgullo y admiración. Sabía que Joaquín era alguien especial y se sentía afortunada de tenerlo cerca, aunque aún no sabía bien cómo expresar esos sentimientos. Las miradas y sonrisas que Joaquín le dedicaba hacían que el corazón de Melani se acelerara. Cada vez que él le ofrecía un mate, sus manos se rozaban levemente, enviando una corriente de emoción a través de su cuerpo. Melani se encontraba idealizando esos momentos, guardándolos como tesoros en su memoria. Soñaba con esos encuentros y se ilusionaba con la idea de que tal vez, solo tal vez, Joaquín sentía lo mismo por ella. Una tarde, después de una emocionante jornada de jineteada, Joaquín se acercó al grupo de los hermanos con una sonrisa traviesa. “Oscar, ¿te gustaría una partida de truco?” preguntó, sacando una baraja de cartas del bolsillo. Oscar asintió con entusiasmo, y pronto se formó una mesa improvisada bajo un árbol cercano. Mientras los hombres jugaban a las cartas, Melani se quedó al margen con sus hermanas y amigas, pero sus ojos no dejaban de buscar a Joaquín. Cada vez que él levantaba la vista y le sonreía, ella sentía una oleada de calor en las mejillas. Las risas y bromas llenaban el aire, creando un ambiente de camaradería que Melani atesoraba. Durante una pausa en el juego, Joaquín se levantó y caminó hacia Melani con un mate en la mano. “¿Te gustaría un mate, Melani?” preguntó, ofreciéndoselo con una sonrisa cálida. Melani aceptó, sus dedos rozando los de Joaquín mientras tomaba el mate. “Gracias, Joaquín,” respondió, tratando de mantener la compostura mientras su corazón latía con fuerza. La conversación fluyó con naturalidad, hablando sobre la jineteada y los planes para las próximas competencias. Joaquín la miraba con una atención que hacía que Melani se sintiera especial, como si ella fuera la única persona en el mundo. “Hiciste un gran trabajo hoy,” dijo Joaquín, sus ojos reflejando admiración genuina. “Tienes un talento natural, Melani.” Las palabras de Joaquín resonaron en el corazón de Melani, llenándola de una mezcla de orgullo y alegría. “Gracias, Joaquín. Eso significa mucho para mí,” respondió, sus ojos brillando con emoción. “Tú también estuviste increíble. Me inspiras a mejorar cada día.” Joaquín sonrió, inclinándose un poco más cerca. “Sabes, Melani, tienes algo especial. No solo en la jineteada, sino en todo lo que haces. Es un honor conocerte y verte crecer como jinete.” Melani sintió un nudo en la garganta, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para responder. En su lugar, asintió y sonrió, agradecida por el apoyo y la amabilidad de Joaquín. Cada encuentro con él la dejaba más ilusionada, soñando con un futuro en el que pudieran estar juntos. De regreso en su pueblo, Melani compartía con su familia los detalles de sus experiencias en las jineteadas del pueblo cercano. Sus padres, especialmente su madre, escuchaban con interés y orgullo. “Estoy tan orgullosa de ti, hija,” dijo su madre, mientras servía más mate y sacaba una bandeja de tortas fritas recién hechas. “Has demostrado que puedes lograr cualquier cosa que te propongas.” Su padre, aunque orgulloso, también mostraba signos de preocupación. “Es importante que sigas siendo cautelosa, Melani,” advirtió, mirando a sus hijos varones. “Oscar, Luis, Roberto, quiero que estén atentos y cuiden de su hermana. No quiero que ningún muchacho se le acerque con malas intenciones.” A medida que pasaban los días, Melani se concentraba en mejorar sus habilidades como jinete. Entrenaba con dedicación, cada día empujándose a sí misma a ser mejor. Los recuerdos de las miradas y sonrisas de Joaquín la motivaban, llenándola de energía y determinación. Sabía que cada jineteada era una oportunidad para demostrar su valía y acercarse más a sus sueños. Las semanas se convirtieron en meses, y Melani continuaba asistiendo a las jineteadas en el pueblo de Joaquín. Cada evento era una mezcla de emoción y nervios, pero también una oportunidad para fortalecer su relación con Joaquín. A medida que pasaba el tiempo, Joaquín se convirtió en una figura constante en su vida, alguien en quien podía confiar y con quien podía compartir sus sueños y esperanzas. Las tardes pasadas en el campo, montando y conversando, se convirtieron en momentos preciados. Joaquín le enseñaba nuevas técnicas y la alentaba a seguir mejorando. Melani, a su vez, se sentía más segura y confiada con cada lección aprendida. La conexión entre ellos se profundizaba, y Melani no podía evitar ilusionarse con la posibilidad de un futuro juntos.
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