*** Los ojos de Fénix brillaron con intensidad. Fue imposible para ella ocultar la expresión de admiración y fascinación que surgió al contemplar lo que tenía frente a sí. Desde el viejo puente de madera donde estaban, observaba un hermoso lago cristalino, cuya superficie reflejaba el cielo como un espejo. Los árboles circundantes, frondosos y verdes, se mecían suavemente con la brisa. ¿Cómo podía haber un lugar tan majestuoso? Era perfecto para ver un anochecer y vislumbrar un amanecer. —¿Te gusta? —La voz de César la sacó de su fantasía. Habían discutido durante todo el trayecto porque ella no quería que la llevara en brazos, pero finalmente él se impuso—. No me digas que no, tu silencio es una clara respuesta. —Me gusta —admitió, con la mirada fija en el paisaje—. Es un lugar muy b