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—Está embarazada.
Esas palabras fueron como un balde lleno de lava rociado por su cuerpo para Fénix. Su corazón se quebró y su alma sangró. Era una locura. Había terminado embarazada de su violador.
Sintió asco en ese momento, una repulsión que la sacudió hasta la médula. Tragó todo su llanto, todo el sufrimiento, y lo guardó en una pequeña caja en su mente, donde quedó, consumiéndola silenciosamente.
El doctor que dio el diagnóstico salió de la sala, dejando a Santoro con ella. Sus ojos azules estaban vacíos, opacos, carentes de vida alguna. Aquella noche terminó por quitarle la última pizca de brillo.
—Lo lamento, pequeña —dijo Santoro, intentando acercarse, pero ella evitó su contacto. Desde que la llevó a ese lugar, Fénix no volvió a ser la misma con él. No quería verlo, para
