*** Al llegar a la mansión, César se encontró con una escena que había anticipado. Violetta, su esposa, sollozaba desconsolada, mientras su madre la abrazaba en un vano intento de calmarla. Su padre, por otro lado, caminaba de un lado a otro en el recibidor, claramente furioso, esperando la llegada de su hijo. No cabía duda de que Violetta ya había dado la noticia. Acorralada por los acontecimientos, no le había quedado más opción que presentar su propia versión, pintando a César como el villano que la había traicionado. —Por fin llegas —le espetó su padre en cuanto lo vio. Intentó acercarse a César, con la clara intención de golpearlo en la cara, pero César reaccionó rápido, sujetando firmemente el brazo de su padre y deteniendo el puño en el aire. —Esta vez, no, padre —respondió Césa