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Una mañana que parecía tan calmada, donde Fénix dormía cómodamente con sus gemelos abrazados a su costado, un momento que deseaba que nunca acabara, puesto que ese privilegio de estar con sus hijos y amanecer junto a ellos en la cama era un lujo que no podía darse todos los días.
El bebé estaba en la cuna, aún durmiendo, al igual que todos, hasta que lo peor estaba a punto de empezar.
—¡Fénix! —un fuerte grito se escuchó desde afuera, la voz de un hombre, quien tocaba desesperadamente su puerta.
Los gemelos despertaron asustados, abrazándose, y la criatura empezó a llorar. Fénix se puso de pie de un salto, sacando un arma de fuego que mantenía oculta bajo su cama.
—¡Es una emboscada, Fénix, nos atacan! —el pulso de la mujer se disparó a mil por segundo, por primera vez en su vida
