En mitad de la noche, mientras el silencio envolvía la casa, Ethan e Isabella llegaron a la sala tratando de contener las risas que brotaban de sus labios. Habían compartido un momento mágico y su complicidad era más que evidente. Sin embargo, lo que no esperaban era encontrarse con Mateo, que salía sigilosamente del dormitorio de Elvira con una sonrisa traviesa en el rostro. —¡Sorpresa! —exclamó Mateo, asustándolos. —¿Qué hacen tan felices a esta hora? ¿Acaso han estado haciendo travesuras? Su tono estaba lleno de ironía y sus ojos brillaban con picardía. Ethan, aún riendo, intentó mantener la compostura. —Solo estábamos disfrutando de la noche, tío. Mateo se acercó, observando el brillo en los ojos de la pareja. —¿Disfrutando, eh? Eso se nota. Yo también tengo mis propias «noches