Presente.
Punto de vista de Dalia.
Estoy por la avenida Libertador de Barquisimeto, una calle que siempre está repleta de personas que caminan de un lado a otro, algunos con bolsas de compras en las manos y otros esperando el autobús en las paradas abarrotadas.
El bullicio de la ciudad se mezcla con el sonido de los carros y las motos que pasan a toda velocidad, dan una atmósfera vibrante y llena de energía.
El aroma de las arepas y los churros recién hechos se combina con el de las flores que adornan el pequeño parque donde estoy sentada, creando un ambiente acogedor y familiar, algo que me agrada bastante.
Sentada en una de estas bancas de este parque, suspiro con pesar, porque mi corazón está apretado, el tiempo ha volado a la velocidad de la luz y ahora tengo que regresar, enfrentar mis miedos y responsabilidades.
Pero es que Barquisimeto siempre será mi hogar, es mi paraíso donde he encontrado ese pedacito de felicidad y la tranquilidad que tanto anhelo. La ciudad de la vitalidad, la juventud y el clima fresco que me han acogido como si fuera suya.
Y ahora, el deber me llama de regreso a enfrentar mi destino y mi familia. Y aunque el futuro es incierto, confío en que encontraré la fuerza y valentía para seguir adelante, porque aunque esta bella ciudad crepuscular, es mi paraíso, mi verdadero hogar se encuentra en mi corazón, ese que tanto extraño.
El reloj marca las 10 de la mañana, tenía que trabajar, pero la llamada de mi primo, no ayudó para que este día empezara de maravilla, por eso camine por un par de horas y me senté en esta banca, a la vez que veía a las personas, reflexionaba sobre mí misma.
*Flashback*
¡Ring! ¡Ring!
Mi celular suena sin cesar, es tanto que me despierta de mi sueño, odio cuando eso pasa, sobre todo si estoy disfrutando de dormir. ¿Quién se atreve a llamarme a estas horas de la madrugada?
Al ver en la pantalla el nombre de la persona atrevida, mi ira se esfuma como si nada, y una tonta sonrisa se dibuja en mi rostro, ¿Por qué tengo que ser así? Los sentimientos son la peor arma que un ser humano puede tener contra sí mismo, te gobiernan sin permiso y no tienes elección que dejarte llevar por ellos, porque de lo contrario serías prisionero de aquellos que matan el alma en el infierno.
—¡Osito! —¡Por Dios! Incluso mi voz se vuelve melosa.
—Buen día mi Caperucita rubia, ¿Cómo amaneces?
—Estaba durmiendo, pero escuchar tu voz es mi calmante, te extraño osito, ¿Cuándo vas a venir?
—Ja, ja, ja, ahora resulta que soy una medicina para una niña caprichosa —Me responde él, amo su risa—. Yo igual te extraño mi Caperucita, te tengo noticias.
—¿Qué noticias? —pregunto entusiasmada, aunque algo me dice que no me gustara lo que voy a escuchar.
—Pronto me verás de nuevo —me dice él.
En cuanto escuchó eso, no pude evitar saltar como una niña.
—¿No me está mintiendo? ¿Cuándo vienes? No juegues con mis sentimientos, es demasiado tiempo que no nos vemos.
—Lo sé mi niña, pero déjame decirte que no soy quien irá, eres tú la que vendrá aquí.
Mi rostro se desencajó, era lo último que quería escuchar.
—No —me niego de inmediato y mi sonrisa se esfuma como la neblina.
—¡Dalia! No es una opción, es una orden, tienes que regresar
—No quiero, tengo miedo —las fuerzas abandonan mi cuerpo y me dejo caer en la cama.
—Estaré contigo, no vas a estar sola, nunca estarás sola —me asegura él.
Sin embargo, en ese momento tenía una mezcla de emociones, alegría, tristeza, pero el miedo era el mayor junto con la ira, así que para vengarme por lo que me había pedido, lo llame por como odia que lo llamen.
—Doris…
—¡Dalia! No me digas así —grita con enojo.
—¡Oh! ¿Qué pasa Doris?
—No me llames así, sabes que lo odio.
—Ja, ja, ja, —me rio como loca.
—Dalia, hablo en serio.
—Yo también, amo a Barquisimeto, soy cien por ciento guara a pesar de no nacer aquí, amo esta ciudad, amo el crepúsculo al atardecer, amo sus parques, amo todo de aquí, amo a su gente. No me quiero ir, me quiero quedar, Dorien.
—Lo sé Caperucita amarilla, pero hay algo más grande que ese amor a esa ciudad, pronto será leído el testamento de tus padres y tienes que estar presente, porque es el mismo día que cumples los 23 años.
—¡Malditos 23! — exclamé enojada.
—La vida no se puede detener solo porque tengamos miedo, Dalia, la tierra gira y el tiempo vuela, y los miedos se enfrentan, porque de lo contrario siempre le tendrás miedo al monstruo de los sueños —me responde él de manera diplomática, pero en el fondo de esas palabras es un regaño por maldecir mi edad.
—Ok, no me regañes, ya lo entendí, solo que quisiera quedarme aquí.
—¡Dalia!
—Suficiente, he dicho qué ok, así que no grites, ¿Cuándo me tengo que ir?
—Mañana tienes que estar pisando Italia, así que te levantas, mueves ese trasero y prepara tus maletas, hazlo por las buenas, no querrás ver mi lado malo, porque me veré obligado a tener que traerte de arrastre por esa cabellera que amas con tu vida.
Mi expresión cambia a una de terror, ¿Cómo se atreve a meterse con mi cabello? ¿Está loco? ¿Quiere perder la cabeza?
Mi cabello tiene el privilegio de ser un rubio natural, es abundante y ondulado, nunca me he atrevido a cortarlo corto, siempre trato de mantener el largo a la altura de mi cintura.
Aun así, ahora él se atreve a decirme que me arrastrará de mi cabello, trato de no perder la compostura y me concentro en lo otro que dijo para darle una respuesta.
—¡Imposible! Tengo mucho trabajo pendiente, pensé que sería en unos meses, pero ¿Mañana?
—Has dicho que entendiste, pero creo que no.
—Dame unos días y ya no voy a protestar, no puedo dejar a los clientes así y mi amiga no podrá hacer todo ese trabajo sola.
Dorien, suspira, lo sentí como boto el aliento de sus pulmones, odia que le lleven la contraria.
—Tres días, no hay más de eso, Dalia.
—Pero ya no me regañes, no soy una niña.
—Si lo eres, porque te comportas en ocasiones como tal, el jet estará listo, esperándote en tres días en el aeropuerto Jacinto Lara.
Y así fue como colgó la llamada sin darme alguna otra oportunidad de decir una palabra más.
*Fin del Flashback*
—Ahora tienes que ser valiente y darle honor a tu segundo nombre, Valentina —me digo a mí misma.