La propuesta.

1163 Palabras
Al entrar en el restaurante, me quedé boquiabierta ante la opulencia que me rodeaba. Las luces tenues reflejaban en las mesas de mármol pulido, y el suave murmullo de las conversaciones elegantes llenaba el ambiente. Nicola, con su porte seguro, apartó la silla para mí con un gesto caballeroso. Sentí una mezcla de nerviosismo y emoción. Sin embargo, su mirada se tornó seria y, sin rodeos, me preguntó: —¿Te sirvió el dinero que te di por aquella noche? Tragué saliva y noté cómo el ambiente lujoso se tornaba pesado de repente. Con delicadeza, respondí: —Preferiría no hablar de eso, Nicola. Este lugar es demasiado hermoso como para estropearlo con recuerdos incómodos. Él me miraba lentamente, pero sus ojos seguían buscando respuestas en los míos. La tensión entre nosotros era palpable, un juego de poder y vulnerabilidad que apenas comenzaba a desvelarse en aquel entorno deslumbrante. Después de disfrutar de un almuerzo exquisito, el ambiente se tornó tenso cuando Nicola me miró fijamente sin ningún tipo de sutileza y dijo: —Quiero pasar otra noche contigo. Te daría el triple si me lo pides. Sentí como si me hubieran arrojado ácido a la cara. ¿Cómo podía ser tan descarado? Recordé aquella noche en la que, por necesidad, le había vendido mi virginidad. No podía creer que volviera a tratarme como si fuera un objeto. Me levanté de la mesa furiosa y respondí: —¿De verdad crees que voy a permitir eso de nuevo? Tengo dignidad, Nicola. Sin esperar su respuesta, salí del lujoso restaurante, sintiendo cómo las lágrimas asomaban en mi rostro. La opulencia que antes me había maravillado ahora se sentía como una prisión dorada. Escuché sus pasos detrás de mí; Nicola no se daría por vencido así tan fácilmente. —¡Carla, espera! —gritó mientras me seguía por el vestíbulo. Me detuve en seco y me giré para enfrentarme a él. —No quiero tu dinero. ¡No soy un objeto de tu colección! Su expresión cambió; por un momento, vi una chispa de comprensión en sus ojos, pero no estaba dispuesta a quedarme a esperar su reacción. Con el corazón latiendo con fuerza, continué mi camino hacia la salida, decidida a no dejarme arrastrar nuevamente por su mundo superficial. Sin mirar atrás, salí del restaurante con la rabia hirviendo en mis venas. La luz del sol brillaba intensamente, pero no podía apreciar su belleza; todo lo que sentía era una mezcla de indignación y desdén. «¿Qué se cree, que soy una puta barata?», me decía a mí misma mientras caminaba por la acera, cada paso resonando como un eco de mi furia. La imagen de Nicola allí, con esa expresión arrogante, me llenaba de desprecio. No solo me ofendía el dinero, sino también la forma en que intentaba despojarme de mi dignidad, como si pudiera comprarme con cifras y promesas vacías. Me detuve un momento para respirar hondo y tratar de calmar el torbellino emocional que me invadía. No iba a permitir que su visión distorsionada de mí definiera quién era. ***** POV de Nicola. Entré en mi camioneta con firmeza y noté que la adrenalina aún circulaba por mis venas. No podía permitir que Carla se fuera así sin más. Saqué el móvil y marqué el número de recursos humanos, decidido a conseguir lo que quería. Cuando Emily contestó, no me anduve con rodeos. —¡Emily! —Necesito la dirección de Carla Jones, ahora mismo —dije con un tono autoritario que no admitía discusión. —Claro, Nicola. Un momento... —respondió ella, su voz temblando ligeramente ante mi exigencia. No había espacio para preguntas ni dudas; sabía que tenía que actuar rápido. La escuché teclear y, en cuestión de segundos, me dio la dirección. —Aquí tienes: 3412 Calle del Sol, con avenida de las Palmas. Agradecí su obediencia con un breve «gracias» antes de colgar. Mientras arrancaba el motor y salía disparado, una mezcla de frustración y determinación se apoderó de mí. No podía permitir que se fuera así; necesitaba explicarle que para mí no era solo un simple juego. Después de hacer unas diligencias, llegué finalmente a casa de Carla. Al abrir la puerta, la vi ahí, nerviosa, con una mezcla de sorpresa y temor en la mirada. Su inquietud era palpable; noté que no quería que su madre nos viera juntos. Pero eso no iba a detenerme. Me acerqué un paso más y la miré fijamente. —Carla —dije con firmeza—, ven conmigo. No tengo tiempo para juegos ni excusas. Ella vaciló, mirando hacia dentro como si esperara que alguien apareciera de un momento a otro. —No puedo, Nicola. Mi madre está a punto de llegar —respondió, mientras su voz temblaba ligeramente. —¿Y qué? Siempre consigo lo que quiero —le respondí, dejando que mi tono autoritario se filtrara en cada palabra. —No voy a aceptar un «no» como respuesta. Si no vienes conmigo, haré un escándalo aquí mismo. La miré fijamente, sabiendo que tenía el poder para hacerla ceder. La tensión entre nosotros era densa; podía ver cómo luchaba contra su deseo y su miedo. Pero yo estaba decidido a llevármela conmigo, aunque fuera a la fuerza y sin importar las consecuencias. ***** POV de Carla. La mujer que había sido momentos antes se desvaneció, dejando paso a una sombra de mi yo anterior. Sentada en el coche de Nicola, me sentía como una presa atrapada en una red de seda. Su mirada, intensa y penetrante, me despojaba de mis defensas y dejaba al descubierto una parte de mí que ansiaba explorar, pero temía. La emoción era una embriagadora mezcla de peligro y deseo, una combinación que me cautivaba y aterrorizaba a partes iguales. La tensión s****l era evidente; había una fuerza invisible que nos atraía el uno al otro como imanes. —¿A dónde vamos? —le preguntó, intentando mantener la voz firme a pesar de la creciente inquietud que me invadía. —Si te lo digo, se quita la magia —respondió él, sonriendo con esa sonrisa que parecía sacada de un anuncio de pasta dental. Esa sonrisa, aunque cautivadora, solo aumentaba mi impaciencia. La falta de información me desconcertaba y el misterio que envolvía la situación me abrumaba. Respiré hondo y fruncí el ceño para manifestar mi hastío. Llevábamos ya como treinta minutos en el coche y, segundo tras segundo, aumentaba mi ansiedad. Mi madre estaba a punto de llegar del hospital y yo había dejado el móvil en casa; la idea de que se preocupara por mí me hacía sentir culpable. Miré por la ventana, tratando de distraerme con el paisaje que pasaba velozmente, pero mis pensamientos seguían volviendo a Nicola y a lo desconocido que nos esperaba. ¿Qué estaba tramando? La mezcla de emoción y preocupación se entrelazaba en mi pecho y, aunque quería resistirme a su encanto, había algo en su determinación que me mantenía al borde de la curiosidad.
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