¿Primer beso?

1500 Palabras
Luego de ese vergonzoso momento en la piscina, pasamos la tarde hablando y metidos en el agua, así que cuando llega la hora de la cena, todos subimos a cambiarnos, pero en cuanto voy llegando a mi habitación, se abre la puerta de enfrente y sale un Damián todo mojado, cabello goteando, una minúscula toalla alrededor de la cintura que marca perfectamente lo que no quiero mirar. ¡Me voy a ir al infierno! - Tori, ¿podrías prestarme tu habitación? No tengo agua caliente – ¡Llévame contigo, Dios! - Claro – Digo casi tartamudeando. Él sale de su habitación, cruza a la mía y entra, yo ya había abierto la puerta para ese entonces. Me quedo petrificada y lo veo aparecer de nuevo. - ¿Te vas a quedar en el pasillo mientras me baño? ¿O vas a entrar? - Ehhh… - No sé qué hacer. En eso siento como toma mi mano y me jala a mi habitación. Me apoya contra la muralla y cierra la puerta. - Te conozco desde que naciste, no debería darte tanta vergüenza que use tu ducha. - Pero es que las cosas cambiaron – Digo tremendamente nerviosa. Incluso temblando. - ¿Qué es lo que cambió? – Me dice más cerca y puedo notar que el bulto en su toalla es más grande. ¿Qué es lo que estoy mirando? - Que ya no somos niños, crecimos y nos desarrollamos – Digo en tono de broma. - Si, te desarrollaste bastante bien, debo decir. – Trágame tierra. - Si, puedo decir lo mismo de ti – No sé porque dije eso, tampoco sé por qué lo mire así. Por favor que venga un infarto y me mate aquí mismo. - ¿Te parece que lo hice? – Maldición, ¿Damián Rivadeneira está coqueteando… conmigo? - Damián, yo… - Tres golpes en la puerta hacen que mi corazón se quede en mi garganta, si alguien lo ve aquí en toalla, Dios, esa minúscula toalla... Ups, volviendo al punto de que alguien lo vea aquí yo me muero. - Estoy lista, Tori, ¡Sal ya! – Grita Sam a través de la puerta, quiero responder, pero Damián me presiona contra la muralla con su cuerpo enorme y con su mano tapa mi boca, (nadie sabe qué clase de fantasías estoy pensando en este momento y no se las contaré), mientras que con la otra coloca el pestillo en mi puerta. - No digas nada, mejor que crea que no estás – Dice él bajito en mi oído, muy cerca para mi gusto, creo que me tiembla todo. - ¿Por qué estás tan nerviosa? – Aún en mi oído, y lo que sale de mi garganta es algo parecido a un gemido, pues aún tiene su mano en mi boca. Lo que noté después me tuvo demasiadas noches en vela. El bulto en su entrepierna se había convertido en algo grande y grueso, demasiado marcado. Él también se dio cuenta, por lo tanto, se metió rápidamente en la ducha. Esta es la primera vez que veo algo así. Estoy demasiado nerviosa para quedarme. Cojo un vestido y sin ducharme, me cambio rápidamente y salgo, es un vestido ligero y simple, pero por ahora y debido a la ocasión, bastará. Durante la cena, hablan todos y de todo, pero el tema principal es Max, quién no nos acompaña porque se está preparando para la universidad de Harvard, no quiero seguir escuchando esto, miles de recuerdos carcomen mi mente, después de la cena, salgo a dar una vuelta por la orilla de la playa pensando que a lo mejor me equivoqué de persona y debía haberme concentrado en amar a un inalcanzable como lo era Damián, así no habría sufrido tanto cuando Max se alejó y me botó como si nunca hubiésemos sido amigos. Sé que él no es el correcto para mí y lo entiendo, pero yo tampoco quiero seguir sufriendo por alguien que no me ve. - Si tuviera forma de comprar un pensamiento tuyo pagaría lo que fuera, aunque espero que con esta flor te baste. – Me volteo para encontrar a Damián mirándome con esos profundos ojos azules y con una margarita en su mano. - Damián – digo sin ánimo, pero no por culpa de él, es sólo que no quiero pensar en cosas tristes ahora, ya una vez me desangré por la desilusión, pero no dejaré que vuelva a pasar, no quiero sufrir y tirarme al suelo solo porque la persona a la que creía amar me ignora por completo. - Perdón, quizá no debí interrumpirte – Se voltea para irse y no quiero que se vaya. No quiero. Me abrazo a su espalda, mi ángel inalcanzable está aquí y es la primera vez que lo abrazo y que me permito mostrar algo así. Él toma mis manos, pero no para sacarlas si no para voltearse y abrazarme también. Me acaricia el cabello mientras me permito llorar en sus brazos, no sé qué extraño hechizo me ha puesto, pero estoy confiando más en él que en cualquiera. Sigo llorando y me desahogo sin siquiera recordar que estoy en los brazos de Damián, quién nos baja a la arena y me sienta en su regazo como una niña, aunque cabe señalar que me lleva por al menos 25 centímetros, tal vez más, me hace sentir pequeña. Cuando he liberado mi mente y salgo de mi lamentable estado, me doy cuenta de tres cosas: 1- Empapé su ropa de lágrimas, que vergüenza. 2- Estoy en su regazo, la vergüenza no mejora. 3- Él no ha dicho nada, solo me abraza, acaricia mi cabello y espalda. Se siente bien. Y huele bien. Demasiado bien. Dios, trato de apartarme y esta vez es él quien me abraza con más fuerza, nos quedamos así un rato extenso, nadie habla, nadie se siente incómodo, sólo nos abrazamos y no entiendo por qué me veo tentada a mover mi cara un par de centímetros. Sin pensarlo, me abrazo más fuerte a él, es una necesidad que crece en mí, necesito su cercanía. Creo, no estoy segura, pero creo que él siente esa misma necesidad porque me presiona más cerca, estamos en ese punto en donde nos apretamos mutuamente, siento mi corazón latir más fuerte, mi pulso se acelera, siento como todo mi cuerpo reacciona a estas sensaciones, y no puedo, no doy más, se acabó. Corro ligeramente mis manos a su cabeza, la tomo y lo separo, sólo para juntar nuestros labios en un beso que, para mí, es el primero, no sé de donde saqué esta valentía, pero si no me correspondiera me moriría en este segundo. De pronto su mano está en mi cabello jalándolo y abriendo mi boca con su lengua, comienza a moverla en un baile acalorado que necesito bailar, me muerde un poco el labio inferior mientras yo estoy experimentando todo tipo de sensaciones. Él nos separa luego de unos instantes y yo estoy sin aliento, muero de vergüenza, debo parecer un tomate. - No sabes besar – me dice y se ríe de mí en mi cara. Que desconsiderado. - Claro que no sé besar, este es mi primer beso, ¿qué creías? ¿Qué ando por las calles besando a todos? – Está bien, estoy molesta con este pedante, acaba de matar el momento. Lo malo es que aún quiero besarlo. Se ve tan hermoso, quiero mis manos en ese cabello y ese pecho fornido y Dios, esos labios, inconscientemente estoy mordiendo los míos. - Tu primer beso, y ¿me elegiste a mí? ¿por qué? – Su pregunta me sorprende, mientras él toma mi mentón y deja ir mi labio prisionero de mis dientes, yo pienso porqué lo acabo de besar, y sólo sé que ni yo lo sé. Si, suena absurdo, no me juzguen por eso. Ahora que él lo menciona me siento estúpida. ¿Por qué con él siempre me pongo tan nerviosa? - No lo sé, perdóname, lo siento, me muero de la vergüenza, lo siento Damián, por favor olvídalo. Me preparo para salir corriendo, pero Damián es más veloz que yo y toma mi brazo antes de que dé un paso. - No, Tori, no lo voy a olvidar, y no quiero volver a escuchar que te disculpas. Menos conmigo. - Pero… - Sin peros – lo escucho decir muy cerca y siento su boca nuevamente en la mía, esta vez es él quien me besa. Un beso dulce, tierno, es algo tan espectacular, mi tiempo se detuvo en ese beso, lentamente se separa y yo quedo en las nubes. - Estos días voy a tener la misión de enseñarte a besar. Sonrío y lo golpeo en el brazo con disgusto fingido, mientras el aprovecha de tomar mi mano y caminar de vuelta al hotel. Hablamos de todo y de nada. Me siento como en otro mundo. Cuando llegamos, automáticamente nos soltamos y yo subo las escaleras lo más rápido que puedo.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR