JUEGO DE ROLES PARTE 2

2590 Palabras
Observo mi reloj y veo que pasan de las once de la noche, otro maldito viernes que la paso encerrado en esta oficina, aprieto el puente de mi nariz con mis dedos y me permito cerrar mis ojos durante algunos segundos. En este momento bien podría estar en casa y en compañía de mi amada esposa, pero no, la incompetencia de algunos empleados me tiene trabajando arduamente para resolver sus problemas. Lanzo un suspiro y decido que el trabajo pendiente lo terminaré este fin de semana en casa, es el sacrificio que debo pagar al ser el dueño, apago mi computador, tomo mi maletín, mi saco y antes de salir de mi oficina apago las luces. Camino a paso lento hacia los ascensores, pero me detengo cuando en una de las oficinas al fondo del pasillo diviso las luces encendidas, «seguramente a alguien se le olvidó apagarlas», llego hasta la puerta y me doy cuenta de que es la oficina de la directora de Finanzas, la abro de un golpe y mi mano se queda detenida al ver a la mujer que aún permanece dentro, ésta pega un respingo y levanta la vista de su portátil. —¡Señorita Colmenares! Lo lamento, pensé que se les había olvidado apagar las luces, no fue mi intención entrar sin su consentimiento. —¡Señor Alcázar! No debe disculparse, no es propio de mí quedarme trabajando tan tarde. —¿Ya se va? —inquiero al ver como empieza a guardar sus cosas en su enorme bolso con premura. —¿Eh? Sí, ya me voy. —¿Gusta que la lleve? Ya es muy tarde, para que ande sola a estas horas. —No se preocupe, puedo tomar un taxi —responde con una tímida sonrisa. —De ninguna manera, no puedo permitirlo. —Me observa durante unos segundos como sopesando sus posibilidades hasta que asiente lentamente. —Bien, en ese caso, no tardo. —Se levanta de su asiento y una vez que tiene todo listo, se cuelga el bolso en su hombro, pero este se atora con la manija de uno de sus cajones, haciendo que todo su contenido se desparrame por el piso—. ¡Maldición! —masculla entre dientes, sin agregar algo más, se agacha y se pone de rodillas mientras guarda todo en su bolso, sin embargo, parece que algo ha rodado debajo del mueble, ya que pega su cabeza al piso y mira debajo de él, ante lo cual sube su trasero y me deleito en el hermoso panorama que me ofrece, trago el nudo de mi garganta y desvío mi mirada, recordándome a mí mismo que mi hermosa esposa me espera en casa. —¿Qué busca? —pregunto en un intento por no seguir viendo su trasero. —Mi labial, ¡es mi favorito! —responde con un mohín. —Extiende su mano y luego se levanta con una enorme sonrisa en su rostro. —¡Lo he encontrado! —expresa victoriosa. La ayudo a levantarse y mis ojos la recorren lentamente, observo sus expresivos ojos verdes, sus labios un tanto rellenos, pero que parecen naturales, sus senos grandes y firmes, su cintura estrecha, sus largas y sensuales piernas, que sin ser consciente de mis actos la tomo por el cuello y comienzo a besarla como si mi vida dependiese de ellos, olvidándome por completo de la locura que estoy cometiendo. —¡Jefe! —susurra sobre mis labios e intenta apartarme de ella. —Esto era lo que quería, ¿cierto, señorita Colmenares? —Me aparto de ella y luego la empujo contra la puerta que se encuentra a un costado mío, levanto sus brazos con una de mis manos, mientras la otra hace un recorrido por toda su anatomía, apretando sus senos y por último su trasero, poco a poco sus gemidos inundan mis oídos. —¡N-no está bien!, además usted es casado —gimotea, pero sus labios devoran los míos con tanta intensidad que debo apartarme de ella y tomar un poco de aire. Suelto sus manos y me apresuro a deshacerme de su linda blusa roja dejando a la vista unos hermosos pechos tan blancos como la leche (que se siente cómo un pecado no probarlos) cubiertos por una sexi lencería a juego con su blusa, poso mi mano en la parte baja de su espalda y bajo lentamente la cremallera de su falda, la cual cae sensualmente por sus piernas. —Lo siento, señorita Colmenares, pero no me arrepentiré de lo que suceda en esta oficina y espero que usted tampoco —sentencio. Sin esperar respuesta, por su parte le doy un último beso en los labios, hasta bajar lentamente por su cuello y llegar a su clavícula, con cada beso que le doy su respiración se agita tanto que su pecho baja y sube incontrolablemente. Tomo uno de los tirantes de su sostén y lo deslizo, para después hacer lo mismo con el otro, cuando al fin ya no me estorban bajo su prenda hasta dejarla en su cintura, observo sus hermosos senos rosados y sin perder tiempo me apodero de ellos, comienzo a trazar círculos con mi lengua sobre su pezón el cual se endurece en cuestión de segundos ante mi toque, tomo el otro con mi mano y le doy un ligero pellizco arrancándole un pequeño gemido de placer. Con mi mano libre la tomo por la cintura y la pego más contra mi pelvis, cuando siente el bulto entre mis piernas sus ojos se abren debido a la sorpresa, sin embargo, con cierta timidez una de sus manos baja hasta la altura de mi pantalón y acaricia mi m*****o sobre la tela, poniéndome tan duro que duele de solo imaginarme dentro de su delicado cuerpo, embestirla una y otra vez hasta que de su dulce boca pueda escucharla murmurar mi nombre presa del placer que solo yo puedo darle. —Siempre dicen que lo prohibido es lo mejor y ahora entiendo que tienen razón —expreso sobre sus senos desnudos, la veo como muerde sus labios en un intento por reprimir sus gemidos y me parece lo más sensual que he visto en toda mi vida—. Déjeme escuchar lo bien que la estamos pasando señorita Colmenares, no se reprima. —Me mira unos instantes y solo asiente con un pequeño movimiento de su cabeza. Termino de retirar su sostén y lo aviento a alguna parte de la oficina, vuelvo a tomar uno de sus senos en mi boca, para después besar lentamente su abdomen, me detengo en su ombligo y paso mi lengua por él, ante lo cual su cuerpo se estremece un poco y nuevos jadeos escapan de sus labios. —¿Le gusta, señorita Colmenares? —inquiero al tiempo, que mis dedos se enganchan a sus braguitas de encaje y comienzo a bajarlas con mucho cuidado por sus piernas, al instante las junta, impidiendo que bajen más allá de sus muslos—. ¡Vamos señorita Colmenares!, ambos sabemos que es una pérdida de tiempo que se resista, ya hemos llegado bastante lejos como para no terminarlo como se debe. —La observo desde mi posición y cuando nuestros ojos se cruzan, esa pequeña indecisión que brillaba en los suyos desaparece por completo, separa sus piernas y permite que las saque primero por una de sus piernas y luego por la otra. Me pongo de rodillas y la observo a detalle, logrando que sus mejillas se vuelvan carmesí, me acerco hasta su monte de Venus y sin más palabras me apodero de sus labios, primero con movimientos lentos y después un poco más rápidos, cuando mi lengua recorre su pequeño botón siento como se tensa e intenta juntar sus piernas, la tomó por los muslos y los mantengo lo suficientemente separados para poder prodigarle ese placer que tanto desea, pero que se niega a pedir. —No tenga miedo —le susurro cuando tomó su pierna izquierda y la levanto hasta dejarla sobre mi hombro, mientras con mi otra mano la sostengo de sus caderas—. ¡Sosténgase de mí y de la manija! —le ordenó, solo me mira unos instantes y hace lo que le pido. —¡Oh por Dios! —murmura cuando vuelvo a posar mi boca en su intimidad y succiono su pequeño botón, lo suelto y sigo trazando círculos con mi lengua en toda la longitud de su intimidad, succionando y besando como si fuese el mejor y más adictivo de los frutos, su mano se entierra en mis cabellos y comienza a jalarlos pegándome más a ella, mientras que mueve su cadera con tanta desesperación que me parece increíble pueda sostenerse con solo una pierna. Cuando un enorme grito escapa de sus labios y su cuerpo se convulsiona, recibo todo su dulce sabor en mi boca, el cual bebo hasta la última gota. Permanezco un rato en mi posición, esperando que su respiración se normalice para después bajar su pierna donde dejo unos cuantos besos, cuando me pongo en pie me es inevitable admirar su belleza, tanto es así que ahora soy yo quien muerde su labio ansioso por calmar este dolor que me ha provocado en la entrepierna. —Nunca pensé que una mujer podría verse tan sexi al solo usar tacones señorita Colmenares, pero en usted ya nada me sorprende —confieso con la voz ronca, la tomo de la mano y la llevo hasta el pequeño sillón de cuero n***o que se encuentra en su oficina, sin esperarlo me toma por los hombros y me avienta quedando de frente a mí, dándome el mejor espectáculo de mi vida. —Yo lo siento, es solo que me gustaría comprobar algo —murmura al tiempo que se hinca, abre mis piernas y con hábiles movimientos desabrocha mi pantalón, cuela una de sus manos dentro de ellos para proceder a acariciar mi m*****o sobre la tela de mis calzoncillos arrancándome un gruñido. Luego baja mis pantalones solo lo suficiente junto con mi ropa interior para dejar expuesto mi m*****o, el cual salta emocionado, dispuesto a recibir toda la atención que necesita. Me mira solo una fracción de segundo y después posa su mirada en mi m*****o como si estuviese hipnotizada por lo que ve, se acerca tan lento como si fuese un gato acechando a su presa y lo toma con manos temblorosas. —¿Nunca ha hecho algo como esto? —inquiero cuando la veo dudar. —Sí, es solo que… es enorme. Comienza a subir y bajar su mano abarcando toda mi longitud, de un momento a otro siento como su cálida lengua recorre mi glande durante algunos segundos alargando mi agonía, levanta su rostro y una sonrisa malévola cruza sus facciones para después introducirlo en su dulce boca, mis gruñidos se intensifican cuando sube y baja su cabeza como toda una experta, observo como aprieta su pezón en un intento por darse placer a sí misma, por lo que mi sed de ella aumenta, le hago una coleta con su cabello y comienzo a guiarla al mismo tiempo que muevo mi pelvis contra su boca, desesperado por alcanzar mi libración, permanecemos así durante algunos minutos hasta que no puedo más y vierto mi semilla dentro de ella, se separa de mí y una sonrisa cruza su sonrojado rostro. —Nunca imaginé que esa boquita sabría hacer todo eso —expreso con mi respiración agitada, le ayudo a ponerse en pie y la siento a horcajadas sobre mi regazo. —T-tengo miedo de que su esposa llegue en este momento y nos encuentre así, señor Alcázar —susurra contra mi hombro removiéndose un tanto incómoda, la tomo por la cintura y la pego más a mi pecho. —Mi esposa ahora es lo de menos, lo que importa es lo que deseo hacerle en este momento señorita Colmenares —dicho esto, la tomo de la barbilla y la beso deleitándome en lo dulces que son sus labios, lo profundizo hasta que ambos debemos tomar un poco de oxígeno—. ¿Desea que continúe señorita Colmenares o paro lo que estamos haciendo? —inquiero cuando la levanto solo lo suficiente e intento hacerla mía por completo, ésta solo asiente, por lo que la aparto un poco—. Dígalo con claridad. —Quiero que continuemos —murmura sin vacilación alguna, esta vez sin que yo haga algo, ella levanta sus caderas y comienza a introducir mi m*****o dentro de su intimidad, pequeños jadeos escapan de sus labios cuando al fin me tiene por completo dentro de ella. Apoya sus brazos en mis hombros y comienza a moverse como toda una amazona, mientras gime tan alto que no parece la misma mujer indecisa de hace unos minutos, observo como sus grandes pechos se mueven con el vaivén de sus caderas, dejo un casto beso en medio de ambos y sin perder tiempo tomo uno de ellos en mi boca, lo saboreo para después hacer lo mismo con el otro, son tan firmes y deliciosos que cuando ésta se aleja de mí, la miro con el entrecejo fruncido. —¡Necesito más! —suplica desabotonando mi camisa y colando sus manos para acariciar mi pecho desnudo, la tomo por los glúteos y la cargo hasta llevarla a su escritorio donde la recuesto sobre el frío vidrio. —Esto le gustará —expreso para luego tomar sus muñecas y sostenerlas a la altura de su vientre, mientras con mi otra mano me aferro a su cintura. La embisto tan lento y delicado como puedo para después aumentar mi velocidad, continuó torturándola durante algunos minutos hasta que sus manos se retuercen desesperadas y cuando siento que su cuerpo se estremece ante el inminente orgasmo que está próximo a llegar, la levanto hasta dejarla sentada, la tomo por el cuello y dejo una pequeña mordida en éste sin dejar de embestirla. —¡Adam! —grita cuando al fin logra su liberación, sus paredes se ciñen sobre mi m*****o y solo unos segundos después vuelvo a verter mi semilla dentro de ella, suelto sus muñecas y de inmediato se aferra a mi cuello, jadeando y tratando de controlar su respiración, le doy una última embestida y la cargo nuevamente para sentarnos en el sillón. —¡Estuviste maravillosa Amelia! —le confieso besando sus labios, sus ojos y sus mejillas. —Tú también cariño, me encanta que hagamos esto. —Pega su frente a la mía, permanecemos un rato como uno solo hasta que siento como su cuerpo tiembla de frío, la levanto con mucho cuidado y la recuesto en el sillón, me dirijo al baño de su oficina y tomó un poco de papel para después ayudarle a limpiarse. Comenzamos a vestirnos en completo silencio, pero lanzándonos miradas cargadas de amor y pasión que aún continúan latentes después de cinco años de matrimonio. —Es el mejor regalo que me has dado por nuestro aniversario cariño —expreso al tiempo que beso los labios de Amelia, la tomo por la cintura y la ayudo a ponerse su blusa. —Te lo merecías amor. —Toma mis mejillas entre sus manos y profundiza un poco más nuestro beso—. Espero que el siguiente año me sorprendas, como siempre lo haces, me gustaría que fuésemos dos desconocidos en un bar. —Seré lo que tú quieras, te lo prometo cariño. —La tomo de la mano y ambos nos dirigimos a los ascensores rumbo a nuestra casa, para continuar disfrutando de nuestro amor.
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