2- Un detective demasiado atractivo.

1593 Palabras
Capítulo 2. Un detective demasiado atractivo. Paula. Con el poco dinero que me quedaba en la cartera tomé un taxi, llegué a la jefatura de policía de mi ciudad, uno de los oficiales al fin me llamó tras una espera de casi treinta minutos, una eternidad en estos momentos, aún dudosa me acerqué hasta su escritorio. —Señorita, la escucho. —Mastica un chicle y hace un sonido tan molesto que me dan ganas de golpearlo a fin de que se detuviera— —Yo soy la testigo del reciente atentado, vine porque temo por mi vida, creo que algún mafioso está detrás de mí. —El oficial al fin se abstiene de hacer aquel sonido tan molesto con su goma de mascar— —Aguarde por favor. —Fue su única respuesta— Luego me dejó allí sin explicación alguna. Y si fue simplemente una impresión mía, y en realidad la hermana de mi jefa exageró. «De seguro tomarán mi denuncia y luego volveré a casa como si nada» —Me dije mientras no dejaba de mover mis piernas. Decidí levantarme, me puse de pie bruscamente, planee salir a tomar algo de aire, la espera se me hacia eterna, voltee tan rápido y choqué contra un hombre, éste por inercia me tomo por debajo de los hombros, la fuerza de su agarre hicieron que aquel susto volviera, levanté la mirada y ambos permanecimos así por unos segundos, me sentí extraña como si ya lo hubiese visto antes, pero sin duda eso jamás ocurrió, no olvidaría a semejante hombre luego de verlo, yo tengo una estatura promedio, soy rellenita con la piel trigueña al igual que mis cabellos, de unos 1,69 mas o menos, pero este hombre fácilmente me llevaba quince o más centímetros. —¿Puede tener más cuidado por favor?. —Su voz gruesa y varonil lo hacían ver aún más guapo— Olía a tabaco, un aroma terroso por así describirlo. —Disculpe, no lo vi. —Respondo desviando la mirada— —Eso es obvio. —Responde mientras se aleja— Instintivamente volteo hacia el, de espaldas es igual de guapo. «Paula, no seas así no es momento de fijarte en ningún hombre» —Volví a la silla en donde me encontraba, el oficial seguía sin volver junto a mi. Andrés Bianchi. Estaba por salir cuando uno de los oficiales me contactó, creí que hoy podría ir a mi casa temprano, beber un poco y luego dormir, ni siquiera tenía ganas de salir a divertirme con alguna mujer sensual, pero este caso en el cual supuestamente existe la posibilidad de que aparezca un testigo del atentado ocurrido en la capital, no me dejaría siquiera dormir, esos ataques siempre fueron perfectos, pero esta vez cometieron un error imperdonable, dejaron ir a una persona quien tal vez los haya visto, recibimos la información de que esta persona es buscada por los enemigos de los atacantes, un misterio más por resolver. Al llegar a la jefatura fui directamente a mi oficina, mi superior también estaría presente, desconozco la razón por la cual me citó, pero no me perdería esta primicia. —Detective, bu… buenas noches. —El oficial tartamudea— No tolero este tipo de situación, ni a los miedosos y a los cobardes. —Ya dime ¿El supervisor ha llegado?, quiero hablar con el testigo antes de que uno de esos rivales acabe con él. —Me sirvo algo de café— —Lo está esperando en el cuarto especial, llevaré a la testigo allí. —Se aleja tropezando con lo que encuentra en su camino. ¿La testigo?, vaya esto será breve. —Pensé— —Andrés, debemos conversar. —Rubén es mi supervisor, tiene años de experiencia en lo que respecta a la mafia y al crimen organizado— —Aquí estoy, sabes que puedo con cualquier caso, aunque este en particular es difícil, el mafioso enmascarado nunca fue descubierto hasta el momento. —Tomo asiento despreocupado en un sofá lejos del escritorio de Rubén— —Así es Andrés, pero uno de los discípulos de ese hombre nos confesó ver a una mujer, ella había huido del lugar, y asegura que ésta vio el rostro de su jefe pero no tuvo oportunidad de eliminar la evidencia. —Me observa fijamente— —¿Y qué sucedió con ese discípulo?, espero que haya confesado algo. —Sigo bebiendo mi café— —No lo hizo, ya sabes cómo son los secuaces del mal nacido ese. Ni uno solo se atrevió a traicionarlo en todos estos años, no comprendo el porqué de tanta fidelidad, o lealtad, inclusive a costa de sus propias vidas. —Bufa enfadado— —No tengo la menor idea pero imagino que los amenaza con acabar con familiares, amigos o algunos de esos clichés. Bien si esta mujer sabe algo entonces nuestro trabajo es hacerla confesar, si ya la están buscando pues no me sorprendería si mañana amanece bien dormida y para toda la eternidad. —Rubén sigue bufando, no comprendo la verdadera razón por la cual me llamó— —Más te vale que eso sea una simple suposición tuya, no atrapamos al padre del actual líder, ahora nos resta hacernos cargo del hijo, atraparlo es mi prioridad, no moriré sin hacerlo y aquí entras tú Andrés. —Enfoca su mirada en mi— —Bien, puedo encargarme del cuerpo de la mujer si deseas, le colocaremos un gps y todo será más fácil después. Aún así quiero oírla. —Afirmo— —Andrés sabes que hasta la justicia de los yanquis están observando cada paso que damos, si perdemos a la única testigo, nos irá muy mal, por eso tu serás como su guardaespaldas, no puede morir mientras esté bajo tu cuidado. ¿Queda claro?. —Conozco este tono, significa que debo hacerlo aunque me niegue— —Espera, eso es absurdo. ¿Por qué tendría que hacer algo como eso?. Me largo —Me pongo de pie y volteo en dirección a la salida— —No te lo estoy preguntando, es una orden, si te rehúsas olvídate del caso para siempre, se lo daré a la Detective Sams. Ahora vas a quedarte allí mismo en donde estás, te limitarás a escuchar mis órdenes. —Continua— ¡Maldigo en mi interior!, no tolero ser la sombra de ninguna persona, menos si se trata de una mujer, con el tiempo se vuelven insoportables, las tolero a lo mucho un mes. —De acuerdo, iré por más café. —Me tenso, mi humor cambió, ahora solamente deseaba un habano cubano. Abro la puerta, y otra vez me topo con la misma torpe mujer de hace un rato, ella queda estupefacta, tampoco me agradaba coincidir de esa manera en una situación bochornosa con mi rol de guardaespaldas. —Adelante señorita Martí, la estamos esperando. —Ella me hace a un lado con suavidad y se abre paso— ¿Qué demonios?, acaso es la testigo… —Buenas noches, el oficial ya tomó mi denuncia. ¿Puedo volver a casa?. —Pregunta dubitativa— —No puede volver a su hogar señorita, su vida corre peligro, desde este momento estará bajo la custodia del detective Bianchi, él actualmente se hospeda en un departamento muy seguro, hasta que podamos ofrecerle seguridad lo mejor será que permanezca allí y salga solamente en casos de urgencia, obviamente bajo custodia policial—La mujer reacciona aún peor que yo— —¿Qué?, ¿viviré con este hombre a quien ni siquiera conozco?, no puedo quedarme en mi casa y llevar allí a la seguridad de la que hablan, además yo no sé nada, por eso es que quiero entender la razón por la cual esas personas están detrás de mí —Su voz tiembla— Es insolente, cualquier mujer estaría encantada de dormir bajo mi mismo techo. No hemos siquiera iniciado y ya siento que no toleraré esto. —Señorita, comprendo su incomodidad, pero este es un caso diferente, muy delicado y peligroso, aún es pronto para hablar, el detective responderá sus preguntas. Es tarde y necesito continuar con mi trabajo —Su mirada la fija en mi rostro— Andrés llévala contigo, enviaré a dos patrullas detrás de ustedes hasta que lleguen al destino. —Suspiro con resignación— —Pero… un momento, esto no tiene sentido. —La interrumpo— —Señorita, ya oyó al jefe, nos vamos. —La tomo del brazo y salimos de la oficina— Ella no se resiste, se ve un tanto shockeada o demasiado asustada, me sigue sin más. —No puedes llevar contigo ninguna de tus pertenencias. Te traerán otra ropa y zapatos, también te revisarán de pies a cabeza antes de marcharnos. —Su silencio ya es incómodo— —Detective. ¿Puedo hacer una llamada antes?. —Me jala del brazo, es la segunda vez que me toca— No me agrada, pues es una manera de bajar la guardia. —No, yo te diré cuándo, por ahora es mejor que no contactes a nadie, de lo contrario los pondrías en peligro. —Abro un casillero— Busco algo de ropa, pues mentí al decir que le traerían algo nuevo exclusivamente a ella. Encontré como dos maletas repletas de ropa, no tengo idea si son prendas de mujer o de hombre, pero es lo único que hay. —Cámbiate, nos vamos en diez minutos— Le ordeno con la poca paciencia que me resta... —Está bien —Contesta tan bajito que apenas y logro escucharla—
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