5- Un café en la camisa

1006 Palabras
Capítulo 5 Un café en la camisa Eric Debo terminar de revisar los informes administrativos. Desde que mi hermana se casó, ha venido en pocas ocasiones a la empresa familiar. Pensé que me ayudaría con la cadena de hoteles, cafeterías, o la importadora, pero nada de eso sucedió. Debo hacerme cargo de todo, aunque mis padres siguen monitoreando las actividades de la importadora, yo simplemente me encargo de algunos papeleos. —Claire, este lugar está demasiado desordenado. Dile a la encargada de la limpieza que la despediré si sigue así —mi asistente acomoda sus gafas. —Usted la despidió, señor. No he encontrado a nadie más —suspiro al respecto. Detesto la suciedad o el desorden; es imposible para mí trabajar en un lugar así. —Entonces dile a alguien que se encargue de esta oficina —le digo de forma demandante. —Bien —repentinamente, recuerdo quién vendrá hoy —.Dile a esa nueva empleada que se encargue. Dijiste que se dedicaba a algo parecido. —Por supuesto, no le corresponde este piso, pero le diré que venga de inmediato —asiento al respecto. Aunque no tengo tiempo para presentaciones, aprovecharé un par de horas e iré a visitar a un cliente, me quedé a enviar unos correos antes de salir. Claire debió enviar media docena de botellas de champagne, no muy costosas pero sin duda fueron un obsequio, y voy a probarlas, Al poco tiempo, escucho el sonido de la puerta. —Permiso, señor, solo vengo un momento porque... —Cuando volteé, se trataba de ella, la misma señorita que quiso hacerse importante e interesante dejándome aquella noche. —Vaya, no puedo creer que volvamos a vernos. —Hace apenas un par de días que me mudé a esta oficina, anteriormente la ocupaba mi padre, el gran Heriberto Hutter. —Si me permite, vengo a hacer mi trabajo. Puede esperar afuera un momento, de seguro espera al ocupante de esta oficina. —Sonrío de lado al escucharla. Estoy comenzando a creer que no sabe quién soy. Pensé que la mayoría de las personas me reconocerían, aunque ella debe vivir en alguna especie de jaula como para no saberlo. —Sí, vengo por una solicitud —le digo mientras observo la caja con botellas de champagne en sus manos. —Bien, imagino que debe estar feliz porque perdí mi empleo. Quiero decirle una cosa, y luego puede seguir esperando su entrevista. —Hago un movimiento dubitativo, no imagino a lo que se refiere. —A ver, me confundes —la observo ir hasta uno de los muebles. Trae una taza de café y, sin siquiera pensarlo, me lo vierte en la camisa. —¡¿Qué demonios estás haciendo?! —reclamo, acercándome unos pasos. —Por tu culpa perdí mi empleo. Solo te estoy devolviendo lo que hiciste. No sé qué relación tengas con el propietario de este lugar, y no me importa que seas un inmaduro poco seguro de sí mismo. Con una camisa así, de seguro perderás el tiempo. —Mi teléfono no dejaba de sonar. —Vas a arrepentirte de esto, estás sobrepasando los límites. —Ella se acerca a mí con una determinación implacable. —Eres un idiota y jamás volvería a aceptar ni una sola oferta tuya. Imagino que tu esposa te dejó por ciertas cuestiones. —La tomo de la muñeca y la dirijo hacia la puerta de la oficina. —¿Qué quieres decir? —insisto. —Que debes ser un hombre con pocos atributos y con pocos temas de conversación, por eso tu esposa te dejará, además de tu evidente mal temperamento y dudoso carácter. —La aprisiono contra la pared. Sus ojos oscuros se fijan en los míos, aunque noté que están ligeramente hinchados y algo rojizos. —Ya entiendo, esperaste a que insistiera, pero no lo conseguiste y ahora pretendes provocarme. —Ella intenta alejarse. —¿Provocarte? Si me provocaras, yo misma me hubiera quedado aquella noche. No me atraes en lo absoluto. —Las venas de mi cuello se tensaron. Intenté controlarme, ya que es una mujer, o de lo contrario ya la habría golpeado, mi camisa mojada está molestándome sobremanera. —Mueres por algo de mi atención, y muy bien, la tendrás, pero no será satisfactorio. —Me dirigí a la puerta, aún sorprendido por su forma de responder, debido a mi estado de sorpresa, me di cuenta cuando fui quien quedó en el pasillo, fuera de la oficina. «Eres una estrellita a quien haré suplicar por mi atención, y entonces, lo que has dicho, te lo restregaré nuevamente.» Me doy la vuelta y sigo mi camino, pero no puedo evitar sentir una extraña mezcla de emociones. Hay algo en ella que no puedo ignorar, tal vez sea manera en que me desafía sin temor. Sea lo que sea, me deja pensando en ella más de lo que debería. Mientras salgo del edificio, Claire me llama para recordarme de la reunión, a la cual llegaré tarde. —Señor Hutter, su cliente lo espera en su oficina. Ya está todo preparado, dice que lo esperará unos diez minutos más. —Gracias, Claire. Asegúrate de que todo esté en orden allí. No quiero regresar y encontrar más desorden —respondo, intentando centrarme en lo importante. Me subo al coche y conduzco hacia la reunión, pero mi mente sigue volviendo a esa mujer. Es irritante cómo se ha metido en mi cabeza, pero supongo que parte de mí disfruta del desafío. No suelo encontrar personas que me desafíen así. Llego a la reunión y me esfuerzo por concentrarme en los negocios, dejando a un lado mis pensamientos personales, por ahora, tengo que asegurarme de que todo en la empresa siga funcionando a la perfección, apenas y pude cambiarme de ropa en el estacionamiento del edificio al que fui, no lejos de mi oficina. Aunque ansío beber el obsequio que me enviaron, un champagne rosé que costó más de seis mil dólares, mi verdadera idea es producir vino y llevarlo a todas partes del mundo...
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