— ¿Qué?— pregunte mirándolo atónica, era obvio había escuchado pero aja, quien creería que esta sería su propuesta.
—Veras, creo que mi propuesta en vez de ser sádica, como la que tu mente pecaminosa pensaba, — Coloco las manos en la mesa y me miró fijamente— Es una propuesta beneficiosa, tanto para ti como para mí.
—Podrías por favor explicarme, no entiendo muy bien. — Es obvio si entendía pero que ganaría el con aquella jugosa propuesta, ya me imaginaba siendo colgada, maltratada, ¡Dios me agarre confesada por mi pequeña mentecita! Me dije para mis adentros, y resulto siendo todo lo contrario.
—Tengo 13 días exactos para casarme, mi abuelo materno me dejo una herencia, empresas casas, mucho dinero en fin, si no me caso antes de cumplir los 25 años de edad esa herencia será cedida a mi primo, el hijo mayor de mi tío Estaban.
— ¿Y que, no tienes una mujer, o una novia para eso?, — pregunte incrédula viéndolo tan guapo, era casi imposible pensar en que no lo tuviera y menos por notar el brasier de esta mañana en el auto.
— ¿Eres gay es eso?— o por dios pensé que lo había dicho en mi mente pero no mi estúpida y torpe lengua tenía que soltarlo.
—No, Elizabeth no soy gay te lo aseguro, ¿si quieres te lo demuestro ahorita mismo?— pregunto con una sonrisa sarcástica, y en tono totalmente burlón— sentía mi cara como un tomate de roja por la vergüenza, baje la mirada y mire mi dedos, ya había metido la patota, como siempre.
— ¿Por qué preguntas eso?—Alzo una ceja, y me miro burlón de nuevo, imagino que tengo cara de payasa de circo para que este estúpido me mire así.
—Es solo que como eres tan guapo, y joven y rico, Melissa mi amiga dice que los hombres con esos atributos son los que las mayorías de las mujeres buscan.
—Gracias por lo de guapo siempre me lo dicen. — Sonrío y subió una de sus piernas a la otra. — No, entendía por qué le causaba tanta risa, pero bueno lo atribuiría a mi sinceridad de nacimiento, mi hermana siempre decía que la sinceridad y la verdad son atributos que no todo el mundo tiene y menos con tanta naturalidad.
—Elizabeth te estoy hablando— ¡Rayos! de nuevo me había quedado sumergida en mis pensamientos, sus palabras en esa voz más alta de lo habitual hizo que se me derramara el vaso con agua que tenía en la manos.
—Disculpa no ha sido mi intención — dije mientras me levantaba a limpiar todo lo que había ensuciado.
— Tranquila Susana se encargara de ello, necesito finiquitar lo que estábamos hablando, siéntate por favor—Dijo muy serio haciendo que de nuevo me volviera sentir intimidada por su presencia, baje la mirada en silencio para escucharlo.
— Un año Elizabeth, estaremos casados un año y luego te daré la libertad que tanto has deseado, no me puedo casar con nadie más, porque las mayoría de las mujeres que no tiene nada que perder buscan es dinero y fortuna, además que mi madre quiere obligarme a casar con una ex novia de mi pasado que no pretendo hacerlo. Por eso recurrí a comprarte, un amigo me dijo de aquel lugar que vendía chicas, no creas que soy de esos hombres que viven comprando chicas para su beneficio, no lo necesito, ni lo quiero hacer, de hecho aquel lugar me repudio, me alegro que hayas sido tú la afortunada de hacerme este favor y obtener tu libertad— Sentí alivio y esperanza en sus palabras.
—Claro que acepto, pero cuales serán mis labores como esposa
—Tranquila, no abra sexo ni ningún tipo de intimidad, solo necesito que seas mis compañera para el externo, nos casaremos por vienes separados, y luego que ya no seamos esposo te daré una cantidad de dinero para que puedas vivir modestamente.
—Estoy dispuesta hacerlo con tal de obtener mi libertad el dinero para mí no es importante señor— le dije sincera, sentí como mis ojos se tornaron lagrimosos
— Bueno Elizabeth te dejo en tu casa, tengo que trabajar, como comprenderás tendré que ponerte un guarda espalda no puedo confiar en ti, y no quisiera que te me escaparas, el té llevara de compras ya que no puedes estar con esa ropa de niña de 13 años en los eventos sociales de tu futuro esposo.
Se levantó de la mesa, y se voltio para irse, tenía la espalda ancha y un trasero que parecía dos pelotas de futbol redondas y bien paradas, pobre de mis nalgas no le llegaban a la mitad de las suyas, me levante de la mesa y me dirigí a la cocina a lavar los platos.
—Que haces mi niña deja eso, yo me encargo de lavarlos, allá afuera esta pablo tu chofer y gualda espalda te llevara de compras— dijo Susana apenas entro a la cocina.
— No tengo ni ida Susana que rompa comprar, le ha llamado atuendo de niña a mi vestimenta, pensé que me veía bien. — dije rodando los ojos.
— ¡Oh si eres hermosa! pero se te ve la inocencia y lo niña que eres aun. — Me regalo una amplia sonrisa mientras decía aquellas lindas palabras.
Al final limpie los platos y me dirigí a la sala donde me esperaba Pablo, era un hombre de 40 años aproximadamente, Tenía los cabellos castaños y los ojos marrones, eran de esos hombres de figura fuerte y cara dura, pero que en sus ojos se le miraba la nobleza, creo que esa era mi habilidad persuadir a las personas examinarlas y descubrir su interno. Me subí en unos de los autos del señor intimidante, esta vez era una camioneta negra 4*4, me coloque de nuevo los audífonos para escuchar la radio debía descargar nueva música ya que las que tenía eran pocas.
—Señorita hemos llegado. — me indico pablo abriéndome la puerta trasera de la camioneta.
Era una boutiques de Trump torre, donde vendía todo tipo de atuandos para mujeres, lo sé porque alguna vez lo vi en una revista, baje del auto y entramos a la tienda, era elegante con una melodía de fondo, las paredes eran de color caqui con blanco, busque con la mirada a alguien que me atendiera y en unos segundos se aproximó una chica alta de cabellos largos y extremadamente lisos, sus rasgos faciales se asemejaban a los de una china, o japonesa, vestía con una falta corte alto de color beis y una camisa de botones que llevaba por dentro de esta, de color blanco también, llevaba unos zapatos de medio tacón del mismo color de la camisa.
—Buenas tardes señorita—Me miro de arriba abajo con cara de desagrado, — En que podemos ayudarla. — Se cruzó de brazo como fastidiada.
—Buenas tardes disculpe la molestia me podría mostrar los atuendos necesito comprar algunas cosas.
—Mire señorita...— Alzo una ceja, — No tengo tiempo para perder, estamos esperando a una cliente muy importante, así que le agradecería que se retirara por favor, no creo que usted pueda pagar la ropa cara y de marca que se vende en este establecimiento.
Sentía mis mejillas arder de la vergüenza, recordando que ciertamente no me había dado dinero para comprar absolutamente nada, y como una estúpida humillada me gire con la mirada baja para retirarme.
—¡Señorita Elizabeth espere!
Se aproximaba hacia nosotras una mujer de unos 35 años aproximadamente, espero de verdad hacer buenos cálculos con esto de adivinar la edad, llevaba el cabello corto con mechas plateadas, su atuendo era un vestido ceñido al cuerpo de color n***o más arriba de la rodilla y con altos tacones de color rojo que hacia juego con el rojo discreto de sus labios.
—Si dígame— respondí con asombro al notar que sabía mi nombre.
—La estábamos esperando, disculpe de verdad a la empleada, — Miro a la japonesa o como sea que fuera con ganas de asesinarla con la mirada. — Yo misma la atenderé no se preocupe sígame, el señor Duran aviso que vendría y estaremos complacidos de ayudarla en lo que necesite.
—Muchas gracias de verdad. —respondí siguiéndola.
La japonesa se colocaba roja y bajaba la cabeza por la metida de patota que acaba de cometer. Mi diosa interna saltaba de felicidad, ya que jamás me ha gustado la humillación hacia las personas de pocos recursos, no se vale discriminar, y por lo que veo ella me vio de aquella manera, por mi parte me hubiese gustado decirle sus cuantas cositas pero como siempre, quedaban en mis pensamientos ya que no me atrevía a sacarlos a luz.
Caminamos a un salón inmenso donde se dividía en dos extremos.
—Bueno señorita Elizabeth aquí está la ropa juvenil y de este lado la ropa que se lleva mejor con nosotras. — Me guiño el ojo señalando ambos lados del salón.
En silencio me dirigí a la parte de ropa juveniles, queriendo probarme todo tipo de ropa, porque aja, a quien no le gustan las compras. Mis ojos brillaron al ver todos los atuendos de jóvenes, más que todo la partes de vestidos. Tome uno en mis manos y eran tan suave que me lo lleve al rostro por instinto.
—Señorita disculpe mi atrevimiento, —Se aclaró la garganta— el señor duran me dijo claramente que me percatara que comprara atuendos de mujer, como le puedo decir, adulta. — me dijo y baje la mirada por la vergüenza.
Realmente sabía que me vestía como niña y hoy el señor cara dura me lo había recalcado, y pues realmente Melissa siempre me lo decía.
—Usted podría ayudarme. — Le dije mirándola atenta a sus ojos, claro por unos segundos y luego baje la mirada por la pena.
—Claro que si para eso estoy aquí. — Sonrió amablemente, y camino a la parte de ropa para mujeres.
La seguí en silencio toda la tarde transcurrió súper rápido, jamás en mi vida había visto tanta ropa junta, por lo menos no para mí, mama solía comprar en exageración pero yo era más sencilla. Compre todo tipos de atuendos de vestidos para fiestas, pijamas, faldas cortas y vaqueros, y sobre todo mucha ropa interior, entre braséeles extraños y bragas de encajes, súper sexis como los de Melissa, realmente me sentiré súper incomoda con todo este tipo de ropa, pero que más hacia parte de mi nueva vida y no habría algo que yo pudiera hacer.
Pablo me ayudo con las bolsas, eran tantas que tuvimos que guardar gran parte en el asiento trasero, y yo tuve que sentarme adelante, cuando Salí de la tienda me hubiera gustado mucho ver a la japonesa para que viera todo lo que había comprado, pero no la vi por ningún lado al parecer se fue por un té de manzanilla, y realmente le hacía falta.
El camino a casa no era largo, pero me sentía sumamente cansada me recalque de la ventanilla y me coloque a mirar el paisaje, me llamo la atención un museo enorme, era el museo metropolitano, siempre quise conocerlo y porque no. Soñaba con que algunas de mis obras algún día estuvieran allí, soñar no cuesta nada y yo soñaba despierta.
— ¿Es hermoso el arte no?— pregunto pablo sacándome de mis profundos sueños
—sí, lo es.
—Ahorita hay un concurso de 1 millón de dólares de regalo a quien se atreva a hacer una réplica más exacta de la gran obra de la Mona Lisa.
Sonreí en silencio, sería un honor para mí lograr o intentar hacer una réplica, pero no era tan buena como para llegar a tanto.
Llegamos al edificio y pablo me ayudo a subir las compras, moría por llegar, sentía sed y un poco de hambre, iban hacer las 6 de la tarde y no acostumbrara a comer más tarde de las 7pm. Apenas entre me dirigí a la cocina por un vaso de leche y un pan tostado, que Susana amablemente me preparo, no sé porque pero por los momentos no me sentía extrañada en aquel lugar, todo lo contrario me sentían como en mi casa.
— ¿Susana y el señor dónde está? ¿No ha llegado necesito hablar con él?— pregunte limpiando los platos que acaba de ensuciar.
—Si niña hace rato subió a bañarse es raro que no haya bajado, ¿quieres que te lo llame?
—No Susana yo subiré a mi habitación me duele un poco la cabeza y necesito descansar, mañana hablare con él en el desayuno que tengas buena noche.
Susana me dio un analgésico y un vaso con agua, que los lleve a habitación para tomármelos luego de la ducha, me sentía cansada había sido un día de muchas emociones y cambios y necesitaba dormir. El vaso con agua cayó al piso haciendo salpicar el agua y esparcir algunos vidrio al caerse por la impresión de ver a Tiagio en mi habitación, estaba totalmente mojado con una toalla en la cintura, las gotas de agua escurría por su cuerpo el cabello alborotado y mojado lo hacía ver realmente sexi, y yo me quede allí como estúpida viéndolo boqui abierta.