PRÓLOGO
PRÓLOGO
—Skylar Grey, ¿acepta como esposo al señor Alexei Rhyzov? —me preguntó el cura, mirándome a través de los cristales de sus gafas de lectura, mientras sostenía una enorme biblia entre sus manos.
Mi labio inferior y todo mi cuerpo se estremecieron sin control. Gruesas lágrimas nublaron mis ojos y cayeron de ellos, deslizándose por mis mejillas y por mi cuello, hasta llegar a mi pecho y empapar el cuello de mi camisa. La rabia, la impotencia, pero, sobre todo el terror, me embargaron por completo.
De rodillas en el suelo, frente al minúsculo altar de aquella capilla del hospital general de Brooklyn, no dejaba de ver hacia abajo, manteniendo la cabeza gacha y evitando mirar a toda costa al terrorífico hombre que estaba de pie a mi costado derecho.
Yo no vestía un hermoso y pomposo vestido blanco, de hecho, vestía unos pantalones tejanos, una camisa a rayas en blanco y n***o y calzaba unas zapatillas deportivas blancas; lo que hacía bastante contraste con aquel hombre que vestía un elegante traje oscuro hecho a la medida e ideal para una lujosísima boda, lo cual, no era ese el caso en aquella boda.
En la capilla no había enormes ramos de flores adornándola con elegancia, tampoco había invitados o nos esperaba algún banquete de celebración al finalizar. Las únicas personas que estaban ahí, éramos nosotros dos, el cura y los cinco hombres vestidos con trajes oscuros, de aspecto aterrador por los enormes tatuajes que sobresalían por sus cuellos y manos, y las aterradoras cicatrices que algunos tenían en sus rostros. De hecho, uno de ellos tenía un parche en uno de sus ojos y una enorme cicatriz lo cruzaba por debajo, desde la frente hasta el cuello.
El grueso cañón de una reluciente pistola plateada se enterraba en mi nuca, empujando mi cabeza hacia el frente, mientras uno de esos matones la empuñaba y mantenía un dedo sobre el gatillo. Dispuesto a apretarlo ante mi menor movimiento en falso.
—Responde, suka (perra) —gruñó ese hombre, apresurándome y apretando más el cañón contra mi nuca.
Sollocé con mucha intensidad y otro torrente de lágrimas se desbordó de mis ojos. En mi garganta apretaba un intenso ardor que me impedía hablar, pero sabía que si no respondía sería lo mismo que negarme.
—A-Acepto. —Mi voz salió estrangulada y titubeante.
—Alexei Rhyzov, ¿acepta a Skylar Grey como su esposa? —El cura se dirigió a aquel hombre sin verlo. Al igual que yo, estaba atemorizado y estaba efectuando aquel matrimonio a punta de amenazas.
Alexei Rhyzov giró la cabeza en mi dirección. Me atreví a verlo. Las puntas de su boca se curvaron hacia arriba en una sonrisa siniestra y triunfal.
—Acepto —respondió con voz profunda, fría y gruesa, volviendo su vista al cura.
—Por el poder que Dios y la Santa Iglesia me han otorgado en esta tierra, yo los declaro marido y mujer. Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre. —El cura me miró con angustia y luego miró a aquel hombre, resignado a que no podía hacer más nada por mí, ni por impedir aquella boda—. Puede besar a la novia.