—bueno, me pareció una buena idea celebrar este gran paso de la organización— murmuró Scott; Era tan inocente que en cierto modo. —Los números parecen subir como espuma, el vino cada vez llega a más lugares— mi vista viajó a mi padre, el cual se mantenía serio, disgustado. Sabía lo capaz que era de romper los sueños de su hijo en segundos.
—Estoy tan orgullosa de los tres, aún recuerdo cuando este sueño estaba empezando, Kian era tan solo un bebé— habló mi madre con una sonrisa de oreja a oreja, era bella y elegante, estaba claro que no conocía las carencias, y que nunca las conocería.
¡Pero... por favor, esto era tan estúpido! Era una excusa absurda, el vino no nos llenaba los bolsillos del todo, ellos no conocían la verdad y debían conocerla pronto. Ya que, ¿quién se hace millonario con solo unos malditos vinos?.
Ellos no sabían absolutamente nada del verdadero negocio familiar, eran tan inocentes para no darse cuenta.
—Bueno, solo puedo agradecer a Dios por darme hijos tan buenos— siguió la mujer sin importar absolutamente nada que alabarnos.
Era absurdo, ella no me conocía, había dejado de hacerlo después de los cinco años, tal vez Scott lo era, pero yo... sabía perfectamente que no entraría al paraíso, si existía uno.
No me arrepentía de nada, aunque sabía que algún día lo haría, era absurdo, ya que había hecho cosas sin clasificación para llegar a este lugar, para complacer al hombre que me había dado la vida.
El despertar había llegado, no lo necesitaba, estaba claro que tenía el coraje para llegar más lejos que él, tocar el paraíso por mérito propio, no tenía nada que perder.
—Eres la mejor Cariño, eres el motor— lo oí hablar, era bueno jugando aquellas dos facetas, era lo único que podía llegar a celebrarle, debía acabarlo, debía dejarlo en la ruina, es lo que se merecía después de todo.
—¿Kian, no quieres decir algunas palabras?— dejé de observar a aquel hombre para recorrer la mesa, estaba harto, harto del mismo juego, ¿por qué seguía aquí?. Por honor, claro que no.
—No hay mucho que comentar, no puedo agradecerle a su creador, porque él no fue el responsable de la muerte de Gustavo aquella noche, después de todo, al parecer sus tiempos no son tan perfectos como se dice...— miré a mi padre con una sonrisa, parecía tenso.
—Kian— advirtió.
—Está bien, estoy contento de que Relish's sea una de las mayores empresas exportadoras de América, pero debemos de conocer que por Gustavo nuestras bolsas no se desplomaron hoy, su muerte nos hizo subir— solté sin importar absolutamente nada, ver su rostro transformarse fue calidez para mi tormento.
—Aún no entiendo tu humor Kian— murmuró el castaño.
—Scott, sabes lo que en verdad está pasando... estamos celebrando la muerte de Gustavo, gracias a que un psicópata le disparó en el cráneo estamos donde estamos—
—Kian podemos hablar en privado— accedí mientras me paraba al igual que mi padre, la armonía había muerto para todos.
—Iré con ustedes— informó Scott cosa que nuestro padre no iba a permitir nunca, su hijo menor no podía ensuciarse en sangre, ese era mi trabajo.
—No es necesario, solo necesito a Kian por el momento—
[...]
—¡¿Se puede saber que mierda te pasa por la cabeza?!— dejé el vino aún lado para concentrarme en él. Esto era inaudito.
—Nada ¿por qué la pregunta?— respondí indiferente. Mientras miraba a la ventana buscando paz, esto me estaba consumiendo, no podía seguir viviendo de ese modo.
—Tú te has encargado de matar a Gustavo y ahora lamentas su muerte.— solté una risa hipócrita mientras lo miraba fruncir el ceño confundido, parecía olvidarse de todas sus lecciones.
—Padre, yo no he tenido nada que ver con su muerte, simplemente tenemos que sentirnos conmovidos por él acontecimiento, ¿no lo crees?.— espeté para levantarme de aquel sillón nada cómodo.
[...]
—¿Qué hemos hablado de eso?— Giré los ojos: harta, esto era una porquería. Acaso no entendía que le estaba ayudando... le estaba haciendo un favor.
—¡Déjame hacerlo mamá!— exclamé en voz alta, la mirada de la mujer me ha cuchillo; furiosa.
Sabía lo que venía a continuación; un reclamó con mi padre en él.
—¡No me levantes la voz Alyssa, eres igual a tu padre!— gritó histérica la mujer, por un lado agradecí que mis hermanos aún no estuvieran en casa, no quería que estos fueran testigos del escándalo ocasionado por su madre.
—¡¿Tú le comprarás el móvil acaso?!— grité del mismo modo que ella, no me dejaría; al menos no hoy. —¡Déjame trabajar, Elisa se merece ese maldito móvil y tú lo sabes!— seguí.
Esta me miró por segundos, por su mirada supe que esto apenas había empezado. —¡Tú sabes que no podemos pagar algo como eso!— negué incrédula. —¡Es tu culpa que tus hermanos sean caprichosos!—
—¡Esto es el colmo... hago lo mejor que puedo para criarlos en cierto modo, ya que tú estas todo el día en la calle!.— Le conteste brava.
—¡Porque trabajo para ustedes!— negué para tranquilizarme... ella tenía razón, además era mi madre le debía respeto.
—Sé que no puedes costear algo así, por eso te pido que me dejes trabajar, mi semestre termino hoy, tengo dos meses para que este empiece de nuevo— suspiré para rendirme, lo había intentando. —por favor— solté mi última esperanza al seguir con aquella limpieza profunda.
—Está bien, has lo que tú quieras, siempre lo has hecho— soltó para salir de la cocina dejándome sola.
—Paciencia— susurré para mí mientras dejaba aún lado la taza de cereales, con una mirada cansada seguí acomodando los pocos alimentos que teníamos para el resto de la semana...