Primera Parte. Capítulo 1. El rodeo
SE ACLARA QUE EL LIBRO SERÁ DIVIDIDO EN DOS PARTES POR UN TEMA DE ORDEN Y CRONOLOGÍA PERO ES UNA SOLA NOVELA QUE CONTARÁ CON VARIOS CAPÍTULOS, LA HISTORIA DE AMOR MIKE Y LINDA COMIENZA Y TERMINA AQUÍ. PERO LA DE SUS HIJOS CONTINÚA A TRAVÉS DE LA SAGA CON EL MISMO NOMBRE, "FALCONE".
— Porqué venimos acá mamá, hay mal olor y no me gusta juntarme con esta...gentuza...— dijo una joven Linda, frunciendo su nariz con asco y mirando alrededor con desprecio.
Linda era una jovencita hermosa, estilizada, de rasgos clásicos, ojos color celeste que a veces se veían grises...según el clima y el humor de la adolescente cuyo carácter era más cambiante que el tiempo. Y demasiado mordaz para el gusto de su madre.
Belinda la miró y suspiró con evidente cansancio. Ella quería a su hija pero a veces se preguntaba que tanto la amaba realmente. Es que eran tan diferentes...
No se reconocía en la pequeña que era engreída y pretenciosa como el maldito de su padre.
Si al menos se hubiera casado con el hombre que amaba... toda su vida hubiese sido diferente. Pero no. Paddy O'Hara, un ganadero promedio, no iba a casar a su única hija, la más bella del condado con un pobretón teniendo el ofrecimiento de un Harrison.
Harrison era su apellido pero también la forma en que la mayoría lo conocía a su esposo.
Para muchos su marido seria un sueño hecho realidad, un príncipe azul. Con su cabello color arena, su sonrisa de dientes blancos como publicidad de dentífrico y los ojos del mismo color que su pequeña...pero no para Belinda. Ella estaba enamorada de otro hombre, Michael Falcone. Y siempre había sentido solo desprecio por Harrison, un hombre que creía que el mundo debía girar a su alrededor como si fuera el puto sol.
Pero Michael era lo opuesto. Humilde, generoso, carismático, y apuesto solo que al estilo italiano.
En ocasiones se escabullía y él pasaba con su camioneta a buscarla...iban a su rancho y retozaban. A veces entre el heno, otras veces entre la maleza. Ella lo amaba tanto tanto...Que hubiera dado su vida por él si hubiese sido necesario.
Pero tanto como ella amaba a Michael, Harrison la deseaba a ella, y lo que un Harrison deseaba, siempre lo poseía. Esa era la ley en Texas.
De hecho, en un baile había intentado propasarse con ella y Michael lo había agarrado a golpes de puño.
Harrison había escupido el suelo con su sangre, se había levantado con el rostro desfigurado por la rabia, los había mirado a ella y a Michael y les había dicho, casi como en una sentencia,
— Esto te costará caro Falcone...y tú — dijo mirándola a ella —...eventualmente serás mía...y te borraré a cogidas el recuerdo de este sucio peón...
Michael se quiso ir al humo de nuevo para seguir golpeándolo, pero ella lo detuvo. Estaba embarazada, lo había averiguado hacía poco aunque solo su madre lo sabía.
Fue unos días después de ese suceso que su padre le había anunciado que se casaba.
—¡ TÚ NO PUEDES HACERME ESTO, YO AMO A MICHAEL!!!! — Le había gritado Belinda entre llantos pero su padre parecía inconmovible mientras su madre la abrazaba por detrás.
— Por favor hija, piensa en el pequeño — le susurró en su oído.
Su padre se había levantado del escritorio furioso, con el rostro rojo.
— MALDITA SEA BEL, LE DEBO DINERO A ESE HOMBRE, NO PONGAS LAS COSAS DIFÍCILES...— le había gritado enfurecido.
— Pero padre tu no entiendes, yo amo a Michael, te lo suplico no me hagas esto...— Casi se había arrodillado para pedirle por favor que no la obligara a casarse con ese hombre nefasto.
Pero su padre no entendió razones y mientras ella lloraba hecha una bolita en el piso, los brazos de su madre fueron su único consuelo.
Ella trató de explicarle a Michael pero él enloqueció un poco.
Le dijo de huir, pero él no podía dejar a su padre enfermo, era único hijo...y ella no podía traicionar a los suyos. Así se había sellado su destino.
Harrison había tenido el descaro de invitarlo a su fiesta de compromiso, para regodearse frente a él.
Se paseó delante de Michael junto a ella del brazo, como si Belinda fuera su trofeo de guerra.
Michael quiso golpearlo de nuevo pero su propio padre lo había echado del evento.
Luego de esa noche ella había perdido a su bebito...y una parte de ella murió con él.
Nunca tuvo el valor de decirle a Michael la verdad acerca de eso...ya era todo lo suficientemente malo para encima cargarlo con ese peso, que se convertiría en una pesada mochila a través de los años... en el símbolo trunco de lo que podría haber sido y no fue...
El día de su fastuosa boda en la mansión Harrison, Michael se emborrachó en su rancho y embarazó a la hija de uno de sus capataces que siempre había amado al joven secretamente. Tuvieron un varón luego de casarse, y al poco tiempo otro...
Ella a veces los veía de lejos en algún evento y cruzaban sus miradas con Michael solo por un instante. Aunque no volvieron a hablarse.
Ella había tardado un par de años más en tener a Linda. Odiaba con fervor al hombre que era su marido y cada vez que la poseía se sentía como un cadáver, pero a Harrison parecía no importarle.
Cuando tuvo a su bebita ella creyó que su vida cambiaría, pero cada vez que la veía solo miraba los ojos de su padre y pensaba en todo lo que había perdido sin poder evitarlo.
Para Harrison, era la niña de sus ojos... o eso decía. Resultó que Harrison empezó a convertirse en sapo mucho antes de lo previsto. En ese hombre horrible que detrás de su fachada de príncipe, ella siempre había visto.
Era adicto al juego y poco a poco estaba dilapidando el patrimonio de toda la familia, incluida la herencia de los padres de Belinda, que habían muerto unos años antes.
Y ahora estaban allí, en el famoso rodeo de San Antonio, y seguro que su marido perdería el dinero que no tenían en alguna apuesta tonta como siempre lo hacía. Mientras su frívola hija seguía haciendo comentarios desagradables.
— Venimos acá porque es la tradición y tu padre tiene que hacer unos estemm negocios...— murmuró Belinda con cansancio — Mira hacia allá, ¿esas no son tus amigas acaso???
— Mis amigas quedaron en el internado mamá — respondió Linda con reproche y ella miró con dureza a su marido. Otra consecuencia de tener cada vez menos dinero había sido esa. Debieron retirar a Linda del internado antes de lo previsto.
— Igual las conoces, ¿porqué no vas y socializas un poco mientras yo me quedo con tu padre?— le dijo con una sonrisa.
— Si querida, toma, ve y diviértete con las chicas...— su padre le dió un billete de cien y Linda abrió los ojos como platos.
En los albores de los 80 eso era una pequeña fortuna para una jovencita como ella.
—¡ Gracias papi, eres el mejor!!! — dijo una sonriente Linda y salió corriendo sin notar que uno de los jóvenes Falcone la miraba desde lejos con deseo.
— JA, me pregunto de dónde sacarás el dinero para compensar ese billete...— murmuró Belinda con ironía.
— No empieces querida...ve a ver las vacas o los chanchos, que yo debo hacer unos negocios — contestó su esposo y le dió un beso en la mejilla.
Belinda odiaba apasionadamente su vida, y eso no parecía menguar con los años.
A su pesar hizo lo que su marido le dijo...todavía no se había cruzado a las mujeres que eran sus amistades porque amigas verdaderas no tenía ninguna. Michael había sido su TODO. Su confidente, su mejor amigo, su amante...y hubiese sido el padre de sus hijos si Harrison no se hubiera atravesado en su camino.
Conteniendo el olor que realmente era repulsivo, visitó los corrales. No le sorprendió ver a la mujer de Michael, una mujer castaña con algunas canas ya y de sonrisa bonita alicalando uno de los cerdos para la competencia anual.
Le hubiera gustado odiarla pero en realidad no tenía nada contra ella. Siempre la había saludado de manera cordial, nunca la había mirado de mala manera. Belinda suponía que se debía al hecho de que ella no había hecho ningún intento de acercarse a Michael, ni éste a ella luego de lo que había ocurrido entre ellos. Cada uno había aceptado su destino con estoicismo aunque Michael parecía feliz de alguna manera...
Belinda se alejó de allí y salió del lugar cubierto.
Prendió un cigarrillo y largó una gran bocanada de humo.
— No se puede fumar aquí — le dijo una voz familiar que hizo que el vello de todo su cuerpo se erizara. Ella se volteó.
Él era tan masculino...siempre lo había sido y el tiempo no había disminuido su atractivo.
Su cabello oscuro, ahora salpicado por las canas, se asomaba bajo las alas de su viejo sombrero Stetson. Su cuerpo seguía siendo musculoso, sus ojos sagaces oscuros aún tenían la capacidad de conmoverla. Su hijo Mike Falcone, de hecho, era su fiel reflejo.
— ¿Qué quieres Michael? — dijo ella y no pudo evitar que su voz saliera amargada.
— ¿Ese es el modo de saludar a un viejo amigo???— respondió él con una sonrisa que hizo que el costado de sus ojos se arrugara.
— Demasiado viejo— respondió ella —... hace casi dos décadas que no cruzamos palabra Michael — agregó ella con dolor en su voz y tiró la colilla del cigarrillo al suelo donde lo apagó con la suela de su zapato.
— Eso podría matarte, lo sabes...— a Michael, extrañamente, nunca se le había pegado el hábito del tabaco de hecho lo desdeñaba.
— Yo estoy hace mucho tiempo muerta Michael...— Respondió ella y se giró pero él la tomó del brazo.
— Por favor...vine en son de paz...tengo algo que quiero contarte...eras mi mejor amiga también, y lo sabes...— murmuró él suplicante.
Ella suspiró.
— Está bien, te escucho...
— Alguien ha ofrecido dinero por el terreno...sabes que tenemos algunas deudas...pero cuando vino el tasador nos dijo que en tierras como las nuestras se está encontrando petróleo — hizo una pausa y se lo notaba entusiasmado como cuando eran jóvenes —. Y resulta que hicimos con mi hijo Mike algunos pozos ¿y a qué no sabes? — le dijo con emoción.
No había que ser muy inteligente para darse cuenta de qué habían encontrado petróleo en su tierra, o el "oro n***o" como le decían.
— Me alegro por ti.. lástima que tu buena fortuna viene unos mmm veinte años tarde...— contestó irónica.
— ¿Porqué me hablas así??? Yo te amaba, hubiese dado mi vida por ti...tú me abandonaste para irte con ese mal nacido...¿Y la culpa es mía?.— dijo y gruñó sin poder evitarlo.
Los ojos de Belinda se llenaron de lágrimas.
— Te casaste, tienes dos hermosos hijos varones, eres feliz Michael...en cambio yo...
— ¿En cambio tú qué?
—¿ Sabes qué ? Déjalo así — ella se soltó de su agarre y caminó unos pasos pero se arrepintió y volvió. Señaló el pecho de él con el índice —. ¿Crees que fue fácil para mí??? YO LO HICE POR MI FAMILIA...YO PERDÍ TODO LO QUE AMABA, HASTA MI BEBÉ PERDÍ — le gritó y las lágrimas saltaron y cayeron por sus mejillas.
— Yo...no creo entender...¿perdiste un bebé de Harrison???— preguntó él extrañado.
— ERA TUYO MALDITA SEA, ERA TUYO Y LO PERDÍ LA NOCHE DEL COMPROMISO...— le gritó descontrolada.
— Espera tú...¿me estás diciendo que esperabas un hijo mío??? — le preguntó pasmado.
Ella asintió con la cabeza.
El rostro de Michael se puso ceniciento. Se tambaleó y se llevó una mano al pecho.
— ¿Michael? — preguntó ella con extrañeza y se acercó para sostenerlo.
— Yo...no me...creo que no me siento bien...— dijo él y comenzó a desvanecerse.
— Oh por Dios no, MICHAEL— Gritó ella y lo agitó —. Médico...necesitamos un médico...UN MÉDICO POR FAVOR, MÉDICO, MÉDICO....