—¡Esta será tu habitación!—dijo la emperatriz dejando a la niña sobre el suelo.
—¡Es un habitación muy lujosa! ¿Dármela a mi?
La emperatriz avanzó con una sonrisa dulce al llegar hasta la niña acarició los mechones de su cabello largo azabache—¡Si! Pequeña no tienes que preocuparte no serás una sirvienta en esta casa.
La niña se sentó en la cama acariciando la cobija—¡Gracias su majestad!—respondió haciendo una reverencia.
—¡no hace falta! Las sirvientas te ayudarán a bañarte, hoy conocerás a mi hijo—sonrió saliendo de la habitación.
Tres sirvientas entraron a la habitación llevando bandejas que llevan arreglos de tocado en otra hay un vestido rojo carmesí con adornos de flores.
Una de las sirvientas avanzó al frente mirando con frialdad a la niña.
—¡mi nombre es Anna soy la líder de las sirvientas en este palacio! “por órdenes de su majestad la emperatriz seré su sirvienta personal” ¡por favor señorita la llevaremos al baño, no podemos hacer esperar a la familia imperial!—la mujer llamada Anna sostuvo a la niña llevándola directamente al baño.
Las sirvientas la bañaron cuidadosamente hasta terminar la arreglaron con el hermoso vestido rojo carmesí.
—¡una corona! ¿Porque llevo una corona?—lo pregunto tocando el tocado de corona en forma de mariposa.
—¡La emperatriz solo nos ordenó bañarla y vestirla, no sé nada más! Pequeña señorita sígame—dijo Anna ayudando a la niña a salir de la habitación.
Los largos pasillos son tan interminables como un laberinto en el cual nunca puedes escapar o bueno esa es la sensación que sentía la pequeña niña, los pasos se detuvieron y la sirvienta Anna avanzó al frente abriendo la gran puerta dorada.
Al abrirse la puerta dorada se pudo notar a simple vista varias figuras sentadas en diferentes tronos los que más resaltaban son donde se encuentran el emperador y la emperatriz quienes están sosteniendo la mano del otro.
—¡has llegado, mi pequeña ven acércate!—la emperatriz se levantó de su asiento mirando con una sonrisa a la niña.
La pequeña niña al ver a la sirvienta Anna asentir solo pudo avanzar de manera obediente.
—¡saludos su alteza el emperador y la emperatriz!
—¡pequeña no es necesario, mi emperatriz me hablado sobre ti!—la voz está llena de frialdad pero con un sentimiento algo cálido.
—¡siéntate conmigo!—la emperatriz se hizo a un lado dejando un espacio para la niña.
La niña avanzó sosteniendo su largo vestido para después sentarse sobre el trono dorado.
—¡déjame presentarte a mi querido hijo! Damián ven aquí—habló en un tono dulce.
—¡Saludos padre y madre!—resonó una voz indiferente.
Los pequeños ojos de la niña observaron al joven que está enfrente, su rostro es muy hermoso como una pintura incluso la aura de su cuerpo es muy noble parece tener la edad de 13 años.
—¡hijo está es la pequeña niña que mamá conoció! De ahora en adelante será tu pequeña prometida ¿qué piensas de ella?—le preguntó.
La expresión del joven es demasiado indiferente sus ojos verdes recorrieron el rostro de la niña en su expresión había un rastro de confusión pero no fue visto por nadie bueno a excepción de la niña.
—¡Su hijo está contento con la niña!—le respondió ni frío ni caliente.
—¡mi prometido! ¿Cómo es posible? ¿Acaso esta familia está loca?—lo pensó la niña apretando con fuerza su puño.
El emperador al notar al expresión pálida de la niña se acercó murmurando—¿no estás contenta pequeña?
La niña miró al emperador su sonrisa le hizo sentir escalofríos podía sentir como si le advirtiera que no puede negarse a tal situación comprometedora—¡a la niña le gusta el príncipe guapo!—susurró con calma.
—¡eso es bueno! ¿Hijo porque no le enseñas el lugar?—la emperatriz miró a su hijo con una sonrisa codiciosa.
—¡vamos te mostraré el palacio!—estiró su mano hacia la niña.
La niña se levantó del trono acercándose cada paso más al joven—¡no quiero sostener su mano! Debo hacerlo si no lo hago esa malvada mujer me matará—se dijo a sí misma mientras fruncía el ceño, su pequeña mano sostuvo la del joven.
Ambos salieron del salón sosteniendo la mano del otro, el joven príncipe llevó a la niña a conocer todos los lugares incluso lo más hermosos esas pequeñas acciones dejaron a la niña fascinada.
—¡parece que este príncipe no es nada malo! Me ha llevado a todas partes a pesar de que es frío es bueno conmigo—lo pensó perdiéndose entre sus pensamientos.
El joven príncipe se detuvo, solo miró a la niña sin entender porque está perdida entre sus pensamientos—¡pequeña se acabó el recorrido!
—¡ah, si perdón! Gracias su alteza—agradeció con una sonrisa.
—¿porque mi madre te eligió para ser mi prometida?—le preguntó.
La niña miró al joven quien le había susurrado en su oído, la sonrisa en su rostro es demasiado burlona antes de que la niña pudiera hablar fue empujada sin piedad al estanque que está detrás.
—¡no eres tan inútil, puedes nadar!—se agachó mirando a la niña quien había colocado sus manos sobre el piso para continuar flotando.
Esos ojos azules como el hielo mismo miraron al joven príncipe llamado Damián quien por alguna razón sintió curiosidad.
La mano delgada de príncipe Damián sostuvo la barbilla de la niña, se acercó lentamente estando a unas pocas distancias de su pequeño rostro.
—¡es realmente una niña muy hermosa, tu belleza será capaz de destruir el mundo! ¿Me pregunto si en el futuro miles de hombres lucharon por tenerte? ¿Qué piensas pequeña niña?—al ver que la niña no contestaba sus palabras apretó con fuerza su barbilla.
La niña se quejó a pesar del dolor sus ojos azules miraron con indiferencia al príncipe Damián sin el temor alguno—¡mi nombre no es niña! “Aying, mi nombre es Aying no nada vine aquí sin mi propia voluntad”—lo dijo aguantando las ganas de golpear con sus pequeños puños.
Esta respuesta dejó al príncipe heredero muy sorprendido.
—¡te subestimé! No eres una niña pequeña tonta, Aying lindo nombre, es hora de irme ¡cuando te vayas date de nuevo un baño! Ya sabes el camino puedes irte sola ¡adiós pequeña Aying!
Al ver que se ha ido Aying se cubrió el rostro con sus brazos llorando en silencio sin salir del estanque frío.