—¿Qué quieres Arton? ¿Vas a venir a amenazarme como tu abuelo?
Estando muy relajado, levanta ambas manos.
—Vengo en nombre de la paz, mis manos están limpias, ¿aceptarás hablar conmigo?
Dudo en hacerlo, jamás tuve un acercamiento como este con Arton, él y yo no congeniamos para nada, pero al final decidí aceptarlo.
—Solo unos minutos —accedí, pensando que me daría alguna respuesta para evitar este absurdo matrimonio.
—Pero no aquí, este no es un lugar seguro.
—Bueno, hay un café no muy lejos que…
—No seas tonta, vamos a mi auto.
—¿Me acabas de decir tonta? Oye, si has venido a insultarme, déjame decirte que…
—¿Por qué serás tan complicada? Deja de hablar y vamos a mi auto.
—¿Y cómo sé que no es una trampa? Que no vas a secuestrarme para desaparecerme.
—Sabía que eras tonta, pero creo que tu definición es más compleja. Siempre a la defensiva y pensando lo peor.
—¿Y qué quieres que haga? Ponte en mi lugar, yo solo accedí a ayudarlos, pero con la condición de divorciarme de tu hermano, ¿y qué gano? ¡Sorpresa! Ahora debo casarme contigo si quiero mantener mi libertad.
Estaba nerviosa por todo lo que estaba ocurriendo, y él se pudo dar cuenta.
—Está bien, vamos al dichoso café —accede.
Lo veo alejarse, hasta estar frente a su vehículo, para acercarse a abrir la puerta.
—No esperes una invitación formal —dice, esperando a que yo entre a su auto.
No sabía que Arton fuera de esas personas que te abría la puerta para entrar, lo cual me dejó intrigada.
—¿Vas a quedarte mirando o vas a entrar?
—No era necesario que hagas eso, sé abrir puertas —digo, antes de entrar y cerrar yo misma, pero él no contesta, solo sube a la parte delantera, donde toma su lugar y enciende el motor.
—El café está en…
—No es necesario que me digas, conozco este lugar a la perfección como la palma de mi mano.
—De acuerdo señor sabelotodo, no diré una sola palabra —hice el gesto de cerrar mi boca y crucé los brazos sobre mis pechos.
—Típico de ti —murmura resoplando algunos mechones que se han desacomodado de su cabellera.
—Uy… Al menos muestra alguna expresión, ¿tanto te desagrado que ni siquiera puedes fingir enojo?
—¿No dijiste que no dirías una sola palabra? Porque te sigo escuchando.
—Ay por amor a Dios, ¿es la única cara que traes? Pareces Amarok después de comer algo que le cayó mal.
—¿Amarok? ¿Quién es ese? —noto cierta rudeza en su pregunta.
—Es mi amiguito —contesto orgullosa.
—Así que ahora tienes amigos, que gran avance —por su acostumbrada despreocupación no estoy segura si está siendo sarcástico o de verdad me está felicitando.
—Bien, creo que es aquí —sale del auto antes que yo, volviendo a hacer lo mismo que minutos atrás había hecho.
Lo único que hago es mirarlo, no comprendo qué clase de persona es Arton.
—Bueno, ya estamos en el café que querías, ¿no vas a bajar?
—Eh… —niego con mi cabeza, y salgo absoluto silencio.
Tomamos una de las pequeñas mesitas que se encuentra cerca a la terraza, pues por la hora, está casi lleno.
—Buenas noches, ¿puedo tomar su orden? —llega un mesero, quien sostiene una libreta en sus manos.
—Solo un café —digo yo.
—No —me interrumpe Arton—. El café tiene cafeína, alterarán tus nervios, y no quiero tener que hacerme cargo de ti.
—¿Perdón?
Mientras él toma la carta para ver las opciones, me contesta sin mirarme a los ojos—. ¿Acaso no estabas hace unos instantes nerviosa?
—¿Tomo café todos los días? Jamás me ha hecho daño.
—Traigale agua y a mí un café puro sin azúcar.
—¿Sin azúcar? ¿Está seguro, señor?
—Muy seguro.
El mesero toma la orden y se va.
—¿Es enserio? —lo cuestiono cuando estamos solos—. ¿Café sin azúcar? ¿Qué clase de persona eres?
—No cuestiones mis gustos, además el café sin azúcar es lo mejor que puede existir, el dulce le quita las propiedades y sabor que posee.
—Pero al menos debiste agregarle miel.
—El café deja ser café, cuando le agregas algo dulzor.
—Aquí tiene su agua y aquí está su café, señor —el mesero regresa pronto con nuestros pedidos y para mi sorpresa, veo como Arton toma un sorbo de su taza sin hacer expresiones.
¡Santo cielo! ¿Acaso aparte de no tener emociones no tiene papilas gustativas?
Tomo un sorbo de mi agua, y una vez aclarada mi garganta, decido empezar con la conversación.
—Ahora que estamos aquí, ¿puedes decirme que tienes en mente?
—Pues es muy fácil —responde, limpiando sus labios con la servilleta—. Vamos a casarnos.
Estaba tan atenta que decidí probar otro sorbo de agua, pero ante la respuesta de Arton, casi termina saliendo por mi nariz.
—¿¡QUÉ!?
—Baja la voz, detesto el ruido, suficiente tengo con los gritos de Scott como para soportar los tuyos.
—¿¡Y qué esperas!? Me estás diciendo que quieres casarte conmigo, luego de haberte negado horas atrás, ¿y ahora me sales con esto? Yo me largo —digo parándome del asiento.
—Eva, siéntate, no he terminado.
—Pues yo sí.
—¿Por qué no dejas que termine? Vamos a casarnos solo por tiempo temporal.
—Lo mismo que pasó con Scott, yo no quiero nada que me una a ustedes. Además, ese maldito documento dice que debo tener un hijo, lo cual está descartado de mi vida.
—Y sigues interrumpiendo. Escucha, mi único interés es salvar la empresa, si mi abuelo vuelve a darle el poder a Scott, lo arruinará una vez más, y tú quieres seguir libre. Lo que haremos será aceptar su pedido, y luego inventaremos un embarazo falso.
—Debes estar loco, si el contrato especifica un niño nacido, no un embarazo.
—Ahí está el detalle, Eva. Fingiremos que estás embarazada, pero hasta ese momento la empresa se habrá recuperado, y yo me encargaré de anular ese documento. Lo cual nos dará la posibilidad de que cada uno logre su cometido.
No lo había visto de ese modo, ¿pero era posible anular un documento como ese? No estaba del todo segura, aunque la idea parecía ser buena.
—No te pido que confíes en mí, pero somos la única opción del otro, así que… ¿aceptas?
…
—Es por aquí, sígueme.
Tras la conversación que tuvimos, Arton me ha llevado a casa, donde le haré entrega de un documento que él necesitará para agilizar el matrimonio.
Ni yo sé por qué acepté, pero ya no había marcha atrás.
—Espera aquí, por favor. Volveré pronto.
Él asiente y yo subo rápidamente los escalones para subir a mi habitación, donde busco los papeles que Arton necesita.
Y mientras estoy en ese trabajo, veo de repente que él ha salido de la casa y ahora está en el patio que lleva al bosque.
—¿Qué hace? —me pregunto, y viendo detenidamente, puedo distinguir a Amarok muy cerca—. No puedo dejar que lo vea, es capaz de llamar a control de animales.
Salgo rápidamente de mi dormitorio y bajo los escalones de dos en dos, hasta salir de casa, donde descubro que he llegado tarde, porque Arton está… ¿Acariciando a Amarok?
Esto es muy raro, ni siquiera Julen puede tocarlo, ¿cómo es posible?
Me acerco para saludar a Amarok, quien con el paso de los años, se ha vuelto un lobo rojo adulto.
—Es un ejemplar casi extinto, ¿cómo llegó aquí?
—Lo sé, se llama Amarok.
—¿Es el amiguito que me mencionaste?
Afirmo con la cabeza.
—Escucha, te pido que no lo divulgues, si Amarok es encontrado, puede…
—¿Por quién me tomas? Los animales son seres llenos de paz —responde, poniéndose en cuclillas para acariciar detrás de su oreja—. No soy un monstruo como para condenarlo a vivir en una jaula, todos merecen libertad.