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CAPÍTULO II El Conde sintió como si se moviera lentamente por un oscuro corredor. Después oyó voces y pensó que se despertaba de un profundo sueño. —Debes descansar, Nanny— decía alguien. Has estado con él toda la noche. Yo me quedaré cuidándolo mientras descansas unas horas. —No me gusta dejarla, señorita Priscilla— respondió una voz más madura. —Estoy segura de que no corro riesgo alguno. —Puede ser, pero no es correcto que permanezca junto al lecho de un caballero. —Como está inconsciente, no sabe si soy una mujer o un elefante, de manera que da lo mismo. —Comprendo, señorita Priscilla, pero yo sé qué está bien y qué está mal. ' —Lo que está bien es que vayas a descansar, o de lo contrario caerás desmayada, y entonces, ¿qué haremos? —Eso no ocurrirá nunca. —¿Por qué eres tan c