Embarazo y pasión

Embarazo y pasión

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Descripción

Laura Bale y Anton Brown llevan casados todo un año, pero su matrimonio está lejos de ser real. Ambos se beneficiaron en su momento de la decisión, pero ahora todo ha cambiado. Anton no visita su propia casa desde hace meses y Laura está cansada de fingir que no le importa ser la esposa florero en una mansión vacía. Al recibir información sobre las constantes amantes de su marido, se propone reunir pruebas para pedir el divorcio y poder irse lejos, a vivir la vida que merece.Una noche en un club de lujo, fingiendo ser una bailarina para vigilar a su esposo, lo cambia todo.Anton Brown no quería casarse y si lo hizo, solo fue para obtener su herencia con anticipación. No le molesta su esposa y hasta ahora, no han tenido roce de ningún tipo. Tampoco pretende consumar un matrimonio con una mujer que no ha deseado nunca. Por eso busca en las noches su propio placer, con mujeres de paso, que lo complacen con gusto y luego siguen su vida.Pero una en particular lo cambia todo.Solo basta un baile, una invitación y una habitación oscura.Para él, la confirmación de que quiere a esa mujer pecadora en su vida por más tiempo. Para ella, el fin de su matrimonio. Y un embarazo que no quiere explicar.

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Capítulo 1| Quiero el divorcio.
Narra Laura Bale. Me miro al espejo y no creo lo que estoy a punto de hacer. Mi cuerpo semidesnudo, cubierto con escasos pedazos de tela, no es a lo que estoy acostumbrada. Mucho menos a la máscara en mi rostro, cubierta con imitaciones de piedras preciosas y algunas plumas que me dan ganas de estornudar. Si me preguntan cómo llegué aquí, es sencillo. Vine en busca de las pruebas que necesito para demostrar que mi marido me es infiel y poder pedirle el divorcio. Esto, sin quedarme en la calle una vez se complete el proceso. Porque con eso no ganaría nada y este último año, se convertiría en una pérdida de tiempo. Fuera del camerino se escucha demasiado ruido y no estoy segura si eso acentúa o disminuye mis nervios. Vuelvo a mirarme al espejo y trato de buscar algún detalle en mi cuerpo que pueda descubrir mi identidad, pero la realidad es que nadie tiene que reconocerlo. Nunca he estado desnuda frente a nadie. —Barbie, es tu turno —exclama con pereza una señora que asoma su cabeza por la puerta. Mastica chicle con tanta lentitud, que puedo ver la goma moverse en su boca. Contengo la mueca de asco al ver eso y asiento con la cabeza, para confirmar mi salida. Doy un último vistazo a mi reflejo, suspiro para encontrar las fuerzas y salgo detrás de la señora que me espera con una ceja alzada. —Vamos, Barbie, no tenemos todo el día. Los hombres esperan. Me estremezco con su afirmación, su forma tan cruda de abordar el objeto social de este lugar. —No me llamo Bar… —Así te llamaré mientras estés aquí, así que acostúmbrate. Me interrumpe cuando pretendo decirle que me llame por el nombre artístico que elegí: Tiny Girl. Pero es una batalla perdida. Ya decidió que sería Barbie. Resoplo bien bajo, si es que eso es posible, y me digo que de todas maneras esta es mi primera y última noche aquí. Tengo un objetivo claro, seducir a mi esposo y conseguir las pruebas que necesito. Si bien él disfruta de la compañía de las bailarinas habitualmente, no puedo desperdiciar tiempo a la espera de que vuelva a verse con alguna. Por eso estoy aquí. Y antes de salir a ese escenario, tengo que recordar mi historia y aclarar bien en mi cabeza el motivo por el que tomé esta decisión. --------- —Laura, ¿hasta cuándo vas a soportar esto? —Karina habla del otro lado de la línea mientras yo me acomodo otra vez en mi habitual puesto en la gran ventana. Miro al jardín, concentrada en la hermosa imagen, en vez de prestar total atención a las quejas de mi amiga a través del teléfono. —Estás casada con ese tipo y me parece que ni lo sirvientes que trabajan para ti lo saben. ¿Qué clase de matrimonio es ese? —Uno falso, Kari, ¿qué esperabas? —suspiro y le doy la misma respuesta de siempre. —Pues no deberías permitirlo. Vale, que me trago la parte en que ambos se casaron para un beneficio específico, pero, ¿tiene que ser tan imbécil de buscarse amantes todas las noches y fingir que no tiene mujer? —Kari, olvidas algo importante —ruedo los ojos y vuelvo a decirle lo mismo, como cada vez que saca el tema—, yo no quiero tener sexo con mi marido, no me interesa y no es mi tipo. Por mí, que tenga todas las amantes que quiera. Mi amiga suspira, resopla y suelta una maldición, todo a la vez. —Laura, estás echando a perder tu vida. Ya tienes lo que querías, ¿por qué no te divorcias, le quitas la mayor cantidad de plata que puedas y te vas lejos, a vivir tu vida y encontrar alguien que te valore de verdad como el mujerón que eres? Muerdo mi labio inferior cuando la idea que ha rondado mi cabeza últimamente aparece una vez más. —Porque dudo mucho que pueda quitarle algo y de qué me serviría haber pasado todo un año con esta farsa si al final termino donde mismo empecé. Mi amiga suelta una carcajada del otro lado. —Laura, querida de mi corazón, no estás pensando bien las cosas. ¿Qué parte de “él tiene amantes todas las noches” no has entendido? Solo necesitas pruebas y una bonita sonrisa inocente mientras le pides el divorcio y una cuenta en el banco como compensación por los daños. --------- Las palabras de Karina se quedaron grabadas durante los siguientes dos días. Hasta que ella misma se apareció en mi casa, diciéndome que tenía un plan y que debíamos iniciar cuanto antes. El plan era, básicamente, recopilar pruebas mientras mi maridito me era “infiel”. Debíamos asistir al mismo club de lujo al que él viene cada noche y esperar que se fuera con una de las fulanas para entrar en acción. ¿Resultado real? Ahora soy una de las bailarinas y no tengo idea de cómo lo logré. Por lo que el plan cambió un poco, para alegría de la intensa de Karina. Según ella, infiltrarme como bailarina en el club de lujo al que asiste Anton Brown cada noche, es una batalla ganada. En mi papel de stripper puedo acercarme, seducirlo, provocar una escena y esperar a que mi amiga tenga el mejor ángulo de visión para su cámara. «Rezo por eso». Con mis manos temblorosas, avanzo por el pasillo en compañía de la señora perezosa. Me aterra un poco este papel, ahora que se vuelve más real con cada segundo que pasa. No tengo idea qué voy a hacer cuando esté sobre ese escenario, la piel se me pone de gallina y mi estómago se revuelve de solo pensar en que pasaré una vergüenza, seguro. Lo único bueno de todo esto, es que con la peluca morena, las lentillas oscuras y la máscara que cubre mi rostro, nadie me reconocerá luego. Y, bueno, algo de baile sé. Por años practiqué ballet y puedo decir que todavía recuerdo la mayoría de las cosas. Improvisar será mi única opción y tiene que salir, porque aquí no pretendo regresar más. Quiero el divorcio. Y lo voy a conseguir. ¨¨¨¨¨¨¨¨ Narra Anton Brown. —Señor Brown, bienvenido una vez más a nuestro club —saluda el gerente en cuanto me siento en mi puesto habitual, en la zona VIP que siempre tengo reservada. No pasan dos segundos cuando una de las meseras me trae mi whisky a las rocas y se aleja, contoneando sus caderas. Alzo la mirada hacia el gerente, luego de perder de vista a la voluptuosa mujer que me atenderá hoy. —Buenas noches, señor Leigh. Si vino a saludar, es porque tiene noticias. Bebo de mi whisky ocupando mi atención en la sala. Puedo sentir la sonrisa lobuna de mi acompañante. —Ya conoce como funcionamos, señor Brown. Solo quería informarle que hoy se presentará una nueva bailarina y como cada vez, me gustaría saber si desea reservar la habitación de siempre. Mis manos cosquillean contra el grueso cristal del vaso de boca ancha. Levanto una ceja hacia el gerente y él tiene la decencia de encogerse un poco. —Eso lo decidiré en el momento. Si resulta que cumple con mis estándares, espero que no haya problemas con mi habitación preferida. —Por supuesto que no, señor Brown —responde al instante. Me dedica un asentimiento y varias inclinaciones a modo de disculpa. —Esperaré paciente su decisión. Ya va a comenzar el show. Se despide con otro gesto que yo ignoro y se aleja de la sala VIP con paso rápido. Los guardias que siempre velan por mi seguridad ocupan sus lugares a cada lado de la cinta dorada que limita el espacio. Las luces se apagan y un murmullo emocionado se corre por todo el club. Yo doy otro trago a mi whisky mientras pienso en cómo será la chica nueva. Y si querrá aceptar mi invitación una vez termine el show. De no hacerlo, sé que habrá alguna otra dispuesta, pero no me gusta repetir y darle falsas expectativas a quien no puede tenerlas. Una cosa es lo que hago en este club y otra muy diferente, lo que es mi vida. En una de las tarimas frente a mí se crea un haz de luz, justo antes de que aparezca una joven semidesnuda, con una máscara que tapa la mitad de su rostro y un movimiento de caderas que me hipnotiza desde el primer momento. Ni siquiera presto atención a la música ni a lo que rodea el escenario, solo tengo ojos para ella, para su sexy cuerpo moviéndose por el área como toda una experta. Se fija en mí. Basta un vistazo en mi dirección para que su impulso sea acercase. Y lo hace. Como hipnotizado, sigo cada uno de sus pasos. Dejo el vaso sobre la mesa como por instinto, queriendo tocarla con ambas manos si ella así me lo permite. Cuando llega a mi posición, un olor dulce me rodea, demasiado dulce para mi gusto, pero logra atraparme solo con eso. De cerca, puedo saborear sus perfectas curvas. Admirar la ondulación de su cuerpo cada vez que se mueve al son de la música instrumental de fondo. Y cuando se sienta a horcajadas sobre mí, algo explota en mi interior. Una necesidad ardiente de poseerla. Busco sus ojos y a través de las rendijas de la máscara puedo ver que son oscuros, su cabello también parece ser castaño. Mis manos se posan en sus caderas solo un segundo, pero su piel parece quemarme y presiono mis dedos queriendo marcarla para mí. Pero la música acaba demasiado pronto y ella, como mismo vino, se aleja. Dejándome con ganas de más. Avanza entre la multitud que antes le abrió el paso en mi dirección y cuando llega al escenario, no recoge ni uno de los billetes que hay sobre el reluciente piso. Solo da un vistazo hacia atrás, me busca a mí. Luego sonríe y se va. Cuando desaparece por el telón que separa el salón de los camerinos, llamo a mi jefe de seguridad. —Averigua todo sobre esa chica que acaba de bailar para mí. La quiero en mi cama y la quiero por tiempo indefinido. «¿Una locura? Lo sé». Pero hasta ahora nadie había podido cautivarme de esta forma. Los movimientos de caderas de otras mujeres solo me provocaban un deseo carnal, con los de ella quiero más que sexo sucio y pecaminoso. Y lo voy a tener.

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