Capítulo 4

3688 Palabras
POV. JAZMÍN Debía admitir que mi primo sabía cómo cocinar y por la cara de Nadia podía decir que ella disfrutaba cada mordida de su porción. Estuvimos comiendo en silencio hasta que Víctor nos quitó los platos. —Bien, ¿quién me va a decir que está pasando? Nadia me miró inquisitivamente y tuve que contar todo lo que Pierre me había dicho. —Te das cuenta que es la cosa más estúpida que he oído en mi vida. Miré a Nadia con rabia, ella me hacía hacer estas cosas. —Pues no es tu problema y si no me dejas ir crearé un lío tan grande… Víctor estaba entrecerrando los ojos mientras estaba hablando con él, que no se dio cuenta de la aparición de Nadia a su lado. De pronto me encontré en medio de una escena para adultos. Nadia había agarrado a Víctor de su camisa y le había dado un beso en la boca, claro que mi primo no había perdido el tiempo; había agarrado a Nadia de la cintura y la tenía pegada a él. Nadia me hizo una seña que tomé por una retirada, no perdí el tiempo y me largué de allí. En mi habitación había una pequeña nota en mi mesilla de noche. De seguro, Nadia había escrito la nota antes de que llegara con Víctor a mi lado. Miré mi móvil y luego le di una ojeada a la nota: “Salimos a las 14 horas, viaje sin escalas”. Víctor viajó con nosotras. Yo estaba furiosa. Creo que ya era una palabra que usaba con bastante frecuencia, pero esta vez podía jurar que era por una buena razón. —Si no cambias esa cara te va a quedar una arruga en la frente. —A los hombres no nos gustan las mujeres con arrugas. —Se rió Víctor, por alguna razón se estaba comportando anormalmente feliz, y comenzaba a asustarme. Me acomodé en mi asiento del avión. —Tengo que soportar la compañía de ustedes, por favor Víctor no me asustes con tu felicidad. –Terminé con una sonrisa irónica. La cara de Víctor cambio de inmediato. —Solo me siento feliz de poder viajar con ustedes, no quiero que se metan en líos. —No le hagas caso a Jazmín, Víctor, solo está algo nerviosa por la locura que va a suceder. —La mirada que me dio no dejaba lugar a dudas: Molesta a mí chico y te tiro del avión. Llevábamos ya varias horas volando. Habíamos tomado el avión a la hora prevista, pero con un pequeño cambio de planes, a última hora llevábamos un acompañante. Me había costado una promesa y casi lágrimas dejar la casa, el abuelo no estaba muy feliz con mi partida, pero no se había reusado cuando Nadia le había insistido que necesitábamos tomarnos un pequeño descanso, el abuelo nos había mirado con algo de desaprobación, pero luego nos había dicho que no podíamos ir dos jóvenes solas a París. Fue cuando Nadia hizo lo imperdonable. —Víctor se ofreció anoche a venir con nosotras, dice que necesita un tiempo para relajarse y que le caería muy bien acompañarnos. La había mirado, le había golpeado disimuladamente con la mano, había dado indirectas pero ella me había ignorado, cuando se le metía una idea…bueno éramos familia definitivamente. Ahora viajábamos los tres hacía París. Pero habíamos tenido que cambiar el vuelo, ahora hacíamos un vuelo con escalas, algo que no le agrado a Pierre para nada, pero ya no podía hacer nada por él. También había recibido una noticia grata; Irina estaría en París, su doctor le había dado luz verde para viajar y no habían perdido el tiempo. Ahora nos encontraríamos en el lugar de retiro que pertenecía a la empresa. El sitio se ubicaba a las afueras de la ciudad y en una zona verde. Pierre estaba aprovechando una segunda luna de miel, por lo que me había contado Irina en una breve pero grata charla, ahora quería llegar junto a ellos. Deseaba ver que tanto se notaba el embarazo de Irina, no la había visto desde su boda y de eso ya hacía casi un año y medio. Cerré los ojos y después me dejé llevar por la paz que, irónicamente, me traía el murmullo de las diferentes personas que viajaban junto a nosotros. Me dormí y lo supe porque de pronto estaba siendo sacudida y eso no habría pasado de estar despierta, ¿tonto, no? Me tomé un momento para despejarme, miré a quien me estaba sacudiendo y no era nadie más que mi primo. —¿Qué pasa? —Estabas roncando y me molestaba. Le fruncí el ceño. —Yo no hago eso. Víctor me sonrió. —En realidad quería hablar contigo un rato. —Apuntó con su índice detrás de él. Nadia se quedó dormida hace un momento. Suspiré. —¿Sobre qué quieres hablar? Él me sonrió de forma cansina esta vez. —No me gusta molestarte, siempre has sido muy buena conmigo, paciente a pesar de que no suelo ser la mejor compañía y me preocupa que estés cometiendo el peor error de tu vida, ¿por qué no volvemos a casa y le das una oportunidad a Velkan? Negué de inmediato. —Tenemos personalidades iguales, no nos gusta que nos manden y tendemos a enojarnos con facilidad. Admito que he estado bastante tranquila, pero creo que si volvemos a hablar…—Le sonreí divertida. —Lo golearé en una parte… que quizás no tenga hijos en un futuro. Víctor comenzó a reírse despacio y para terminar riéndose a carcajadas. Le tapé la boca con la mano, pero fue inútil. —Si quieres lo sostendré por ti. Nadia bostezó. Teníamos asientos unidos; ya que íbamos en la fila de en medio. Nos miró, pero luego volvió a acomodarse, esta vez se abrazó de Víctor. Le di un pequeño codazo a éste. —¿Cuándo me van a decir que están de novios? Víctor se sonrojó. —No sé si estamos de novios Jazmín, parece que le agrado… Moví la cabeza con exasperación. —Víctor. —Dije en voz baja. —Ella está loca por ti, y francamente, hasta ayer creía que tú la odiabas. Víctor abrazó a Nadia aún más fuerte, ella solo se acomodó mejor en su abrazo. Hacían tan linda pareja. —Yo nunca la he odiado, siempre me ha gustado. —No había duda en como miraba a Nadia. —Pero siempre evitas hablar con ella. Y ya que estamos en confianza, eres un idiota por hacer eso, le dabas la peor impresión posible. —No me lo creo, que idiota he sido. —Me encogí de hombros, él lo había dicho. —¿Quieres un buen consejo? —Asintió. —Declárate. —¿Cómo quieres que haga eso? —Me miró asustado. —Dile; Nadia te amo desde hace mucho tiempo… —Años. —Me interrumpió con suavidad. —… ¿Quieres ser mi novia? —Le di un golpe en la cabeza. —Así de fácil. Movió la cabeza con desgana. —Si me rechaza quedaré traumado de por vida y será tu culpa. —O serás inmensamente feliz, quizás, por el resto de tu vida. Y me lodeberás. Me sonrió y luego se acomodó para hacerle más espacio a Nadia entre sus brazos. Me acomodé yo en mi asiento y volví a prepararme para dormir. Sentí mi cuerpo tan liviano hasta que alguien me volvió a despertar. Abrí los ojos de mala gana. —Jaz. —Me susurraron. Miré hacia dónde venía el susurro. Era Nadia. —¿Qué quieres? —Le dije. Nadia me hizo chitón. —No hables tan alto, esta dormido aún. Los miré, Víctor aún estaba dormido y tenía a Nadia firmemente agarrada. —¿Quieres que te suelte? Solo tienes que darle un codazo… —¡No! —Me susurró con más fuerza. —¿Estás loca? Bueno si, lo estás, pero si lo alejas de mi te mato. —Eso mismo opinaría él. —Dije suavemente, no quería despertar a mi primo, probablemente moriría de la vergüenza si nos escuchara. Nadia estaba rebosante de la emoción. —Entonces él me abrazó. —Tú te pegaste a él. —Nadia me piñizco. —Bueno, después él te abrazo. No tenía por qué decirle que, también había acordado que le pediría que fuera su novia. Eso era algo que tenía que decir Víctor. — Solo me despertaste para decirme eso, porque quiero descansar. —Llevas durmiendo desde hace más tiempo que yo, y además roncabas. Le di una mirada sucia y después seguí durmiendo. Descansé lo suficiente en el viaje, a pesar de las diferentes paradas que hicimos. Incluyendo una breve parada que hicimos en Alemania, y en la que Nadia nos obligó a quedarnos a dormir en casa de su abuela en Berlín. —Tenemos veinticuatro horas para disfrutar Berlín y mi abuela materna vive aquí, ¿no es genial? Víctor se sonrojó. —No sé si es buena idea. Mi estómago hizo ruidos. —Quiero comida casera. Nadia miró de forma coqueta a Víctor. —¿No te gusta la comida casera? Como todos los hombres, Víctor pensaba con el estómago, o tal vez con otra parte al ver a Nadia con vestido. Para la ocasión se había vestido con un vestido veraniego con flores, y sí, era mío. En su bolso no cabía nada, además de un par de cosas (que no había querido decir qué eran) y un poco de ropa y zapatos de deporte. En fin, terminamos tomando un taxi fuera del aeropuerto y nos dirigimos a casa de la abuela de Nadia. Treinta minutos después estábamos en la casa de la abuela Marian. Quien vivía en una casa antigua y extrañamente agradable; un jardín inmenso y una cerca de madera, era la casa más bonita del vecindario. —Abuela, a que no adivinas quien viene a visitarte… —Nadia estaba hablando por teléfono. —¡Si!! Soy tu nieta favorita y unos amigos, bueno mi prima Nadia y Víctor. Si, el niño con el que jugaba en el jardín de niños, si, el que tiene un gemelo. Si, a eso último también. —La cara de Nadia estaba totalmente sonrojada. —Estamos fuera de tu casa… La puerta de la casa se abrió de par en par y una mujer pequeña salió corriendo. —Nadia, mi pequeñita. Nadia corrió a abrazar a su abuela y ese fue el comienzo de una noche mágica, su abuela se emocionó tanto de vernos que nos hizo muchas cosas deliciosas, y nos preparó un lugar donde dormir a Nadia y a mí, a Víctor le dio un cuarto bien alejado del de nosotras. La noche de descanso valió la pena cuando llegamos al día siguiente a París y por fin llegábamos al centro de retiró Home. Cuando nos registramos, nos llevaron de inmediato a nuestros cuartos, estaba tan cansada que casi se me pasa por alto algo bastante importante. —Aquí hay dos llaves. —Miré las tarjetas que me había pasado. —No quiero volver a compartir cuarto contigo Nadia, no soportaría aguantar más almohadazos solo porque según tú ronco. —Pero tú si roncas. —Me dijo amablemente Víctor. —Calla Víctor. —Le dije como amenaza. —Ahora vamos, supongo que aguantaré a Nadia un poco más, hasta que pida otra llave. Nadia me quitó una llave. —En realidad. —Nadia miró a Víctor. —Esta llave es para nosotros. Los miré alarmada. Sabía que no tenía cara para decir esto, pero…—Nadia Petran, eres una descarada y tu Víctor... Víctor me dio una de “esas” sonrisas, de las que había visto en mi padre cuando quería conseguir algo de mamá. Oh no chico, yo conozco ese juego. —Somos novios oficialmente desde hace una noche. —Lucía bastante satisfecho al abrazar a Nadia. —¿Cuándo pasó esto? —Dije apuntándolos con mi tarjeta, ya sabía de ante mano que esto pasaría, pero, ¿cómo no me había dado cuenta? —Y eso no te hace aún lo suficientemente responsable como para ya… compartir cuarto con Nadia. —Agregué. Víctor apretó a Nadia en su abrazo de forma posesiva. —Cuando llegamos a Alemania le pedí que fuera mi novia, y ella me dijo que sí. —Aún los miraba con desconfianza. —Fue cuando tuviste que ir por tu maleta. —¡A mis espaldas! —Como los dos se ven tan felices no puedo evitarlo. —Bien, lo acepto; hacen una linda pareja, solo no se precipiten y por eso quiero decir que nada de sobrinitos. Ambos asintieron de forma rígida. —Bien Los dejé en el pasillo y entre a instalarme. Debía decirle al abuelo que, el botones estaba haciendo su trabajo, mi maleta y mi bolso que traía conmigo ya estaban esperándome a un lado del armario como buenos compañeros de viaje. Miré por toda la habitación; las paredes pintadas de un color crema para estimular la relajación, la cama con dosel, el espejo de cuerpo entero que parecía tallado en la pared, una terraza que iba hacía un pequeño jardín. Todo el centro de retiro tenía forma de bungaló por lo que ocupaba toda una extensión de terreno, pero poseía un ala que servía de spa. Lo que me encantaba de los centros de retiro que el abuelo poseía eran los pequeños detalles; un vestidor de otro tiempo, sales aromáticas en el baño y un juego de toallas que diferían de las típicas de color blanco, el olor del cuarto (el mío olía a camelias), y los detalles en la decoración; ya que siempre predominaba un color en cada cuarto, así el cliente se sentía especial y eso también ayudaba a que se relajara. Como esta vez estaba aquí como clienta y no como evaluadora decidí tomar un poco de mi tiempo para disfrutar de un baño relajante con sales aromáticas y me permití un momento para pensar en Patrice, y en que debía decirle cuando viera a… ¡Iba a verlo pronto! Me hundí en el agua. Todavía podía escuchar su voz, ese tono decadente y algo ronco, en especial cuando hablaba en francés, ese tono que cuando hablaba podía sentir como un leve cosquilleo que recorría mi cuerpo. Y su cuerpo, era tan definido, era el mejor cuerpo que había visto y aun podía recordar cada línea de su torso. También podía recordar su cara y esas facciones que hace tiempo habían dejado la redondez que implica ser las de un niño por unas facciones más determinadas, si estaba serio hasta se le podía catalogar como alguien bastante gruñón, pero eso era lo más sorprendente de Patrice; no conocía el significado de ser gruñón porque él siempre procuraba estar feliz con todo mundo. Cerré los ojos y casi pude sentir sus manos… tomé el jabón y comencé a pasarlo por mi cuerpo, era la antítesis de la aspereza que tenían sus manos, así no recordaría cómo estas me habían recorrido, justo un momento antes de que su boca hiciera el mismo camino. Me sonrojé al pensar en todas las palabras cariñosas que había usado cuando habíamos estado juntos en mi cuarto. Me sacudí mentalmente, también tenía que recordar la escena de la fiesta, pero…siempre había un, pero. —Si Pierre estaba en lo cierto, él me debía una explicación muy buena para todo ese show. —Toc toc. Me levanté de la bañera. Esa voz. Esa voz la conocía bien. Salí de la bañera y me envolví en un albornoz rojo que había a un lado de la bañera, rápidamente me sequé con una toalla el cabello, y corrí a reunirme con mi hermanita. —¡Irina! —Grité. Irina me abrió los brazos, pero me detuve un momento para no aplastar a mi sobrinita. Aun así, la abracé con mucho cariño. —Irina. —Abracé a mi pequeña hermana. —Estas tan linda, y esa barriguita tan hermosa. La separé de mí. Irina estaba vestida con una jardinera de premamá azul claro y una chomba de cachemira negra. Ella también se estaba mirando, se veía tan hermosa, había crecido más; su rostro estaba un poco más redondo y sus labios estaban de un color rojo. Llevaba más maquillaje del que le había visto nunca; sus ojos estaban delineados y hacían que sus ojos de color café claro se vieran enormes y hermosos. —En realidad creo que me veo algo deprimente con este color tan oscuro, pero a Pierre le encanta este color, así que no me pude negar. Y también me obliga a usar estas cosas. —Se tiró de la jardinera. —De todas formas, te ves hermosa, —puse mis manos en su cara y en sus hombros, no sabía qué hacer con esta Irina. —¿Te va bien la vida de casada? Se encogió de hombros, pero la felicidad no la abandonaba nunca. POV. IRINA —A veces se me quema la comida, pero Pierre nunca se ha quejado, todo lo contrario, siempre me anima a que siga cocinando y nunca pone esa excusa de “mejor vamos a cenar fuera” sino que siempre trata de ayudarme cuando algo no me sale. Lo admito, él es mejor que yo en la cocina. Y a veces él llega tarde, pero siempre procura que alguien me acompañe mientras él llega a casa, quien siempre suele ser mi suegra con mis mini cuñados. —Me sonrió encantada. —También hay veces en que me siento tan enferma con las náuseas, pero él siempre me acompaña… esa es mi vida. Además de estar aun con mis clases de literatura, en las que no me va nada mal. POV. JAZMÍN Nos sentamos en mi cama, no quería que estuviera parada por mucho tiempo. —Me alegro tanto por ti, pareces tan feliz, pero ¿cuándo llegaron aquí? —Le pregunté emocionada. Irina se puso a pensar. —Bueno, Pierre llegó aquí después de hablar contigo y yo decidí venir también, mi doctor dice que puedo viajar si el período entre ida y vuelta es de varios días. —Bueno, eso está bien. —La volvía a abrazar. —¿Has descansado? —Jaz me asustas, antes me hubieras dado mi espacio en un cuarto, ahora no me dejas respirar. —Me reí. —Jaz, hablo en serio no me dejas respirar. Me separé con reticencia, Irina se reía mientras se acomodaba la ropa y de pronto ahí estaba su pancita. —El doctor dice que está bastante desarrollada a pesar de tener unos meses. Al principio creí que serían gemelos pero el doctor dijo que es solo una pequeñita que va a ser un poco grande. —Dijo Irina dulcemente. –Pensé en el arto, pero por lo visto Irina había leído mi expresión. Voy a tener un parto normal, yo quise ser mamá así que ahora quiero sentir lo que es traer al mundo a mi pequeña Catalin. Toqué su barriguita y no pude evitarlo, yo también quería esto, pero había varias personas que me matarían si supieran eso, pero al diablo. —Te envidio, yo también quisiera estar embarazada… Irina me miró con sorpresa. —Jaz, no sabía que tú quisieras un bebé. Me sonrojé. —Claro, es algo así como una realización personal. Ser mamá es lo que más quiero en mi vida. De pronto me di cuenta que es lo que quería; ser mamá de un pequeño o pequeña, que este me dijera mami y ser su mundo por unos cuantos años. Luego enseñarle el mundo y… tener a alguien, a una pequeña personita amándome tanto como yo a ella. —En verdad te envidio Irina. —Jazmín ya verás que en un par de años tú también serás mamá, solo dile a Velkan que no se lo tome como un deber. Me avergoncé. Irina, ya no estoy con Velkan y te juro que si lo vuelvo a ver y me hace una escena lo voy a golpear. —O sea que ustedes terminaron, así como así, no, espera me estás diciendo que te hizo una escena, ¿qué escena? Y ¿por qué Cornelia no me dijo nada? —Irina aún estaba algo impactada, se veía en su cara, pero le daba crédito por seguir como si nada. Le di unas palmaditas en la espalda. —Tal vez porque Cornelia tiene su propio hogar, lejos de la casa familiar. Alexandru y ella solo aparecen una vez al mes a comer, bueno Alexandru se la pasa ahí por todo eso de ser parte de la seguridad de la mansión, pero eso no cuenta porque con lo callado que es nadie se entera de nada de la mansión, ni siquiera de un chiste. —Jaz, estas parloteando ¿estás nerviosa? ¿Es por Patrice? Pierre ya me contó lo que te pidió y quiero que sepas que no estoy de acuerdo con todo esto… —Irina me miró fijamente. —¿En verdad es por él? Le sonreí tristemente. —Claro que estoy nerviosa, veré a Patrice mañana y aún no sé qué decirle, supongo que se me ocurrirá en el momento. —Sino quieres hacerlo se lo diré a Pierre, después de todo esto es una locura. Él te partió el corazón, no se merece que tengas que buscarlo para que te dé explicaciones ni nada por el estilo. —A ti te agrada Patrice. —Le recordé. —La última vez que hablé contigo, si mal no recuerdo, dijiste que sería padrino de Catalin aparte de mi persona. —La apunté con el dedo. —Lo dijiste como si fuera lo más obvio del mundo. —Si, me agrada un montón su forma de ser y ese humor que a todos nos saca una sonrisa, pero seamos francos, no me agrada cuando te colocamos a ti en la mezcla. —Me respondió indignada, a veces se le olvidaba quien era la mayor. —Te hizo daño y por más que seamos amigos no permitiré que lo vuelva a hacer.
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