~Capítulo 1~

2612 Palabras
AUSTIN   ¡Infiernos! Olvidé nuevamente pagar el recibo de la luz. Siempre termino por olvidarlo, mamá solía decirme que hubiera perdido la cabeza de no ser porque la tengo puesta. ¡Ajá! Mi madre siempre intentaba hacerse la graciosa, nunca le funcionó del todo. Solía reírme por compromiso. Si me decido por tomar el metro podré llegar a tiempo antes de que cierren la oficina. Quedarse sin luz es decirle adiós a la televisión, al microondas, al agua caliente, y al internet, todos menos eso. Podría pagarlo en línea, pero en una ocasión hice un pago desde el portal y no resultó del todo, me cobraron en la tarjeta y la cortaron al siguiente día. Me siento fatal, incluso me duelen los ojos, tal vez terminen por cerrarse un día. Cuando uno tiene rasgos asiáticos todos suelen preguntarte si hablas el idioma. Yo no soy ningún prodigio, con trabajo puedo pronunciar la palabra “trabalenguas” sin ¿trabarme la lengua? Lo admito, eso ha sido estúpido. En fin, muchos países se han mezclado de idiomas, el inglés ha perdido importancia hoy en día. El nombre Austin Payne no es exactamente a******o, mamá estuvo a punto de llamarme Jae Min, el capricho le duró solo cinco minutos, así que gracias a Dios soy uno de los miles de Austin en el mundo, y también bastante normalito. Por fin llegué al metro. Mi madre me contó que en sus tiempos todo esto era un caos, personas pegando su trasero al tuyo, pisándote los pies, rociando su olor al mundo…, ahora viajar en metro puede ser bastante rápido, eso es lo que pasa con la sociedad de hoy en día, valoran mucho el tiempo y eso es lo que el asombroso tren subterráneo ofrece a los habitantes de Chicago. Ya es tarde, las cinco con cuarenta. El vagón está casi vacío. Mientras observo las pocas caras de los pasajeros, me pregunto, ¿qué voy a cenar? Tengo hambre, siempre tengo hambre y cómo de todo, excepto el apio, lo odio. La pizza es lo mejor del mundo, pero si hubiera una pizza con sabor a apio sería el último en probarla. En fin, agradezco que todo lo que como desaparezca mágicamente sin convertirse en grasa. Me amo por eso. He llegado a las oficinas, y tengo suerte, ya están a punto de cerrar. Escanean mi credencial y mis datos aparecen en una pantalla, coloco frente al lector mi tarjeta y el cobro se hace de inmediato. Ha sido un milagro que me atendieran, pero creo que fue gracias a la señora Patty, ella es una mujer regordeta muy simpática que recibe a las personas que van a pagar. Según ella instalarán pronto, en mi área, cajeros inteligentes que cumplen la función de pagar tu adeudo con solo tomar tu huella dactilar, inclusive funcionarían hasta tarde. Eso es un alivio para alguien como yo que suele llegar tarde a todo. Como sea, lo repito, me siento muy cansado, estudiar robótica avanzada es agotador. Mi mamá alguna vez dijo que tengo cualidades de mi padre, que él es un hombre de ciencia y bla, bla, bla. Jamás le di gran importancia a lo que dijera de él, un hombre que no se hace cargo de su hijo y que jamás tuvo interés en casarse con mi madre, no tiene derecho a recibir un poco de mi atención. No me interesa. Ellos se conocieron en un viaje de avión, mamá era azafata y ese hombre viajaba por trabajo. Se enamoraron durante el viaje, o bueno, mamá se enamoró durante ese viaje y ambos salieron por varias semanas. Las consecuencias de esa aventura pasajera fui yo, un adorable chico adicto a las máquinas que diecinueve después vive solo en un departamento que exige con urgencia una reparación inmediata. Sí, esta es mi gran vida. Demonios, la llave de la puerta se atascó como todos los días. Siempre lo mismo. Una patada en la cerradura y asunto arreglado ¡Genial!, ha funcionado. —Estoy de vuelta, mamá —la fotografía de mi madre me sonríe como cada tarde que regreso a casa—. La próxima semana es tu aniversario, ¿debería llevarte rosas azules? Son tus favoritas. Cuando tu madre muere de cáncer y no puedes hacer nada para ayudarla es, al principio, doloroso. Te sientes impotente y sufres porque sabes que el momento tarde o temprano llegará. Antes no había una cura para esta enfermedad, y ahora que la hay es demasiado costosa para las personas. Digan lo que digan, la ciencia no quiere la cura para las enfermedades, la ciencia quiere una estabilidad, encontrar curas solo hace que la humanidad de desestabilice y la sobrepoblación nos preceda. Pero yo, quiero cambiar el mundo. —Y para cambiar el mundo necesito comer, vamos a ello. —Me serví un gran tazón de cereal, la última porción de rueditas de fruta, y me senté en la mesa con mi tableta escolar. Dentro de dos meses tengo que entregar un modelo que tenga un uso favorable para las personas. Siempre he querido mejorar los modelos de brazos y piernas robóticas para uso humano. Desde que inicié la Universidad he querido hacer aportes a la medicina moderna por medio de la robótica, insertando brazos o piernas en personas que las han perdido y que estos sean controlados por medio del cerebro de manera instantánea a través de los nervios. Hace tres años una compañía de Corea implementó la tecnología avanzada en sus estúpidos muñecos llamados Human Doll, qué cosa más absurda. No lo hacen por ninguna causa benéfica, son solo muñecos robots perfectos sin ningún fin en específico más que el de estar ahí sin hacer absolutamente nada útil. Tonterías. He de admitir que es impresionante el hecho de lograr que un muñeco sea casi tan perfecto, pero no dan ningún aporte que valga la pena rescatar. Un compañero de la Universidad tiene uno, está por demás decir que se pudre en dinero, su papá es dueño de una empresa dedicada al software computacional y se gastó tres millones en un regalo de cumpleaños para su tonto hijo, una muñeca de la marca Lutz que ha llevado incluso a la clase ¡Qué valor! —Mañana pasaré por La Chatarra de Rosco, puede que encuentre algún dispositivo que me ayude con mi trabajo de robótica.     Esta tarde fue bastante productiva, pero también pude salir antes, y eso es bueno ya que pienso ir directamente a La Chatarra de Rosco. Es un depósito de chatarra que queda cerca de Lane Beach, y el cual está manejado por un tipo bastante huraño llamado Rosco. Este tipo de establecimientos ganan miles de dólares diarios vendiendo piezas. Ahí he encontrado lo que necesito cuando debo hacer un trabajo, así que espero salir de ahí con algo que me ayude con mi modelo para un brazo mecánico. Me ha tomado doce minutos llegar con Rosco. Ya me conoce, así que me dio libre acceso para que me paseara por los pasillos repletos de piezas robóticas mientras él atiende a otro cliente con mucho más dinero en sus bolsillos que un simple estudiante universitario. —¡Austin! —el gritó me tomó por sorpresa, pero esa voz la conozco— ¿Vienes por el trabajo del Señor Brown? —Ah, Peter, hola. Sí, busco algo que pueda servirme. —Peter es un compañero de la Universidad, tomamos juntos la clase de robótica del señor Brown. —¿Vas a lucirte de nuevo? Estoy esperando ver tu trabajo, no me gustaría que Lewin te ganara de nuevo, es injusto, él puede comprar lo que quiera con solo dar una orden. Este año debes dejarlo en ridículo. —Tú también esfuérzate, Peter. —Claro, hombre. Bien —la palmada que me dio en el hombro me sacudió, Peter tiene bastante fuerza, y olvida que chicos tan enclenques como yo pueden tambalearse por casi nada—, nos vemos en clase. Si vas por el pasillo B12 encontrarás nueva mercancía ¡Hasta el lunes! ¿Ganarle a Lewin, eh? Sería divertido. Pasillo B12, ¿qué es lo nuevo que Rosco tiene para ofrecer? La bodega de chatarra es inmensa, desearía que fuera menos oscura. Al final me las he arreglado para encontrar el pasillo que Peter me recomendó que visitara. Hay algunas cajas con tornillos, otras con cables y algunas más con pedazos de motores de diferentes máquinas. —Baterías solares, Peter debió llevar de estas. Solo tengo cuarenta y cinco dólares, ¿dónde están las piezas de robot? —una caja con un brazo sobresalía, lo tomo, es pesado. Hoy se fabrican modelos más ligeros que esto, pero podría servirme ¿Cuánto pide Rosco por una pieza así? Entre cuarenta y cincuenta dólares, probablemente. Necesito hacerlo aceptar mi oferta de cuarenta y cinco. Estoy por volver, pero siempre tengo la mala costumbre de no mirar por donde camino, por desgracia tropiezo con una caja mal acomodada en el suelo de la bodega. Está golpeada, una de las esquinas tiene una enorme abertura, como si hubiera recibido un golpe tremendo. Paso mis manos por la cubierta gris, ¿será apropiado mirar? Es bastante grande, igual que mi curiosidad. —La curiosidad mató al gato, pero yo no soy ningún gato. Veamos. Me cuesta abrirla por completo, está atorada. Cuando por fin puedo levantar la tapa, pierdo el equilibrio y caigo al suelo por el esfuerzo. Poco me importa el golpe y estiro mi cuello para poder mirar al interior. —¡Un cuerpo! —vuelvo al suelo, incluso he retrocedido un poco con ayuda de mis pies y mi trasero. ¿Eso es un c*****r? Rosco puede ser un poco intimidante, pero no tiene pinta de asesino, al menos eso creo. Me armo de valor, tomo mi celular y con mi voz temblorosa pronuncio la palabra linterna. Pronto una luz azulada se enciende en mi celular. Con manos temblorosas volvo a acercarme al interior de la caja de plástico gris. Muerdo mi labio al comprobar que el cuerpo sigue ahí, sin moverse, de lo contrario me hubiese dado un infarto. Diablos, tal vez estoy actuando demasiado paranoico. Mis ojos captan la palabra Lutz escrita dentro de la cubierta de la tapa. Dejo salir todo el aire contenido. Es solo un muñeco… Un doll, un Human Doll real. Me inclino más en la caja. Un modelo H-Doll masculino, parece casi humano. Vaya, incluso envidio ese cabello oscuro, piel blanca y con la perfección que los caracteriza. ¿Cómo ha llegado aquí un muñeco como este? Ni aquella Doll de Lewin se ve tan perfecta como el Human Doll que está frente a mis ojos. ¿Es acaso un modelo avanzado? No, sería imposible desechar algo así. Acerqué mi dedo índice en dirección a sus pómulos. —Austin. —Rosco provoca que nuevamente caiga al suelo. Me mira con molestia y los brazos cruzados, justo al inicio del pasillo. —Solo estaba viendo —se acerca. —Intenté encenderlo para ver si funciona, pero ni siquiera trae un código. Parece que el golpe que recibió durante el viaje lo ha dañado. —dice, observando el muñeco inerte cual c*****r. —¿Dónde lo conseguiste? —En una bodega de objetos perdidos en la bahía. Los paquetes que no se reclaman van a parar ahí. Esta caja sufrió daños durante el viaje, nadie lo reclamó, así que lo compré con la intención de venderlo, pero parece que no funciona. Tal vez le cayó agua dentro. —¿Qué harás con él? —Estas cosas son muy delicadas, no puedo venderlo como piezas, casi nadie tiene uno, así que voy a aceptar que se lo lleven como decoración —intenta reírse de su propio chiste, pero parece dolido por perder dinero por ese Doll inservible. No sé qué me pasa, quiero creer que es solo un impulso, probar que yo soy tan bueno como para hacerlo funcionar de nuevo. No lo sé, siempre he manifestado abiertamente mi odio por la compañía Lutz, pero algo en ese Human Doll me ha hecho tomar esta decisión. —Lo quiero. —Rosco suelta una carcajada. —No puedes usarlo para nada, no te servirá. —Ese es mi problema. Te ofrezco cuarenta y cinco dólares. —Todo lo que tengo. —Es muy poco. —Se queja. —Pero tú mismo dijiste que no sirve, nadie lo querrá así —parece pensarlo. Cuando se rasca la cabeza es señal de victoria, mi victoria. —Bien —¡Sí! Saco de mi billetera los cuarenta y cinco dólares arrugados, y se los doy. —He perdido demasiado con esta chatarra. Sácalo de mi vista. Cierro la cubierta de plástico. Ahora tengo un modelo defectuoso de Human Doll, pero también tengo la confianza de poder arreglarlo. ¿Cómo es que puede tener un daño así? Su cuerpo no parece golpeado, solo la caja. Tampoco creo que el agua sea el problema, todos los doll de Lutz pueden mojarse. Tal vez el movimiento hizo que sus circuitos se desconectaran, necesito encontrar la falla. —Me llevaré una máquina de carga para transportarlo. —De eso nada, con un carrito de supermercado bastará. —Los viejos carritos de súper. Asiento disgustado, será pesado empujarlo hasta mi departamento, estoy dudando incluso si entrará en el carrito, pero no insisto para no hacer enojar a Rosco. Así fue como he terminado agotado frente a la puerta del departamento, intentando luchar con ella para poder abrirla. No pude subir el carrito por el elevador, así que me las arreglé para llevar solo la caja. Fue una suerte no patear la puerta de nuevo, mis fuerzas son nulas. Arrastro la caja hacia la sala y me dejo caer encima de ella. Si esto no funciona no sé qué haré con un muñeco tamaño real en mi casa. Creo que traerlo aquí ha sido mala idea, ¿por qué tengo que ser tan impulsivo cuando se trata de un reto? —Bueno, tal vez las instrucciones vengan debajo. Te sacaré de ahí. Abro la caja, esta vez no tuve que luchar con ella. El mismo rostro me saluda de nuevo, parece incluso dormido. Meto mis manos y lo tomo de sus axilas para levantarlo. A pesar de que su esqueleto es metal ligero, aun así, resulta pesado. Con sumo cuidado lo pongo en la alfombra e inspecciono la caja de plástico, no hay nada dentro, ni siquiera un papelito de instrucciones.  Nada. —¿Qué rayos?, ¿de verdad esto es todo? Tal vez dentro de la ropa del muñeco pueda encontrar algo. Observo su atuendo, está vestido con ropa común. Mezclilla ligera de color azul oscuro, un suéter blanco y descalzo. No hay nada en sus bolsas. Quizá tenga el código de inicio en su cuerpo. —Número, número…, vamos —busco debajo de su cuello, en sus pies, incluso levanto su suéter para ver si de casualidad está marcado en su abdomen, pero nada. Me siento por este corto momento algo raro, es como estar, de alguna manera, invadiendo la privacidad de alguien. Me rindo luego de un rato ¿Cómo funciona ese Doll? No puedo entenderlo ¿Acaso no se activa con un número único como los otros? Tiene que haber una manera. —Voy a golpearte a ver si funcionas. —Lo miro de reojo, en ese momento algo n***o llama mi atención desde la manga levantada de uno de sus brazos. Me acerco. Subo la tela por su brazo dejando ver un tatuaje de tamaño mediano. Unas letras muestran un nombre claramente. —¿Jayden? —Leo. Entonces sus ojos se abren.
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