4- Una chica peculiar

1473 Palabras
Capítulo 4 Una chica peculiar. Derek En la tarde, tuve que ir a llevar pan a una de las casas que más detestaba visitar, porque es la casa de Priscila. Ella siempre intentaba hacer algo que no era correcto cuando yo me encargaba de las entregas. Me apresuré y llamé a la puerta; una de las empleadas me recibió. —Por favor, pasa. —Me dice con amabilidad. —No podré llevar todo eso, deja todo en la cocina. —Por supuesto, señora. —Le digo en respuesta. No imaginé que vería a Priscila allí. Ella cerró la puerta de la cocina y se paró justo en frente con el objetivo de bloquear el paso. —¿Qué sucede, Derek? ¿Acaso crees que voy a morderte o algo por el estilo? Deberías estar agradecido porque mi familia te hace el favor de comprar lo que venden. Más bien deberías darme las gracias. —Sé lo que pretende, y no caeré en su juego, desde que llegué a ese instituto, no hace más que insinuarse. —Priscila, esto debe ser divertido para ti, pero no lo es para mí. Agradezco la compra; permiso. —Ella me jala del brazo, yo suspiro con molestia al respecto. —¡Por qué me rechazas! Soy hermosa y, además, tengo mucho dinero. Y no es como piensas; obviamente no dejaré que nadie se entere si salimos. Será en secreto. —Sonrío ante su propuesta. —No saldré contigo con esas condiciones. No soy un objeto, entonces, si me dejas pasar, debo retirarme. —Ella vuelve a colocarse frente a mí. —¡Eres un tonto! Yo jamás había estado detrás de nadie, y mírame aquí, estoy insistiendo, podemos ir a mi habitación, mis padres no están. —Ella está a punto de llorar; imagino que del enfado porque no acepto su propuesta. —Priscila, puedes salir con quien tú quieras. Solo te has encaprichado conmigo. —Ella insiste. —¿Te gusta esa rubiecita? —La aparto y sigo mi camino hacia la puerta, aunque ella sigue ahí, y ambos quedamos a escasos centímetros uno del otro, ella llevaba su traje de baño, se veía mojada de pies a cabeza, decidí mantener la compostura y continuar con mi plan de escape, ella es molesta, pude sentir su mirada furiosa clavada en mi espalda. Abrí la puerta y me dispuse a salir cuando, de repente, Priscila cambió de tono. —Derek, espera. No quiero que te vayas así. ¿Podemos hablar? —dijo con una expresión más sincera en su rostro. Dudé por un momento, pero accedí a escucharla. —Un minuto. —Le digo con el fin de no ser descortés. Entramos en la sala de estar, donde la atmósfera se volvió un poco más tensa. Priscila se sentó y me miró con seriedad. —Quizás me he comportado mal. Pero es que nunca me había sentido así por alguien. No estoy acostumbrada a que me rechacen, y eso me hizo actuar de manera impulsiva, se que somos diferentes y además me molestarán si me ven contigo. . —confesó Priscila, mostrando una vulnerabilidad que no había visto antes, es la primera vez que confiesa algo así. — Dime… ¿Te gusta Sol?. —No saldría con chicas como ustedes. No terminaría bien bajo ninguna circunstancia. —La dejo allí sin seguir con su supuesta conversación, además, Sol me pidió que nos encontráramos ésta tarde, solo hoy, para seguir con sus clases. En verdad es muy mala en matemáticas; espero que al menos logre aprobar la materia. Le dije que nos encontraríamos en una cafetería cerca del instituto, apenas tendríamos una hora para avanzar. Llegué antes, aunque sé que ella jamás es puntual. Pero cuando la vi bajar de ese automóvil elegante, me causó gracia su atuendo, nadie creería que se trata de una chica con tanto dinero y poder… Se ve algo diferente. —Ho… Hola. —Me dice mientras acomoda sus gafas. —Hola, no sabía que usas gafas. —Le digo en respuesta. —Bueno, es que a veces me duele la cabeza si leo mucho sin usarlos. —La volví a observar. «Debo estar volviéndome loco, pero no recuerdo haber visto sus hoyuelos tan marcados cuando sonríe...» —Disculpa que te haya llamado a esta hora; es que se me complicó un poco llegar. —Esto sigue siendo algo extraño. De seguro se comporta de esa manera para convencerme de dejar mi trabajo en la panadería, y hacer lo que le conviene a ella, pero no lo conseguirá. Debe ser igual a Priscila, intenta persuadir a su conveniencia. —Bueno, hay días en los que puedo, y otros en los que no podré. Espero no intentes convencerme de cambiar el horario. —Ella saca su cuaderno y con una sonrisa en su rostro responde con amabilidad. —No haría eso. Me dij... me dijiste que tienes trabajo, entonces entiendo. ¿Comenzamos? —Simplemente asiento. Rápidamente, ella completó el libro, aunque se equivocó en algunos de los problemas, en general lo hizo bien, terminé de verificar las respuestas. —De acuerdo, deberíamos irnos; parece que lloverá. —Ella busca su teléfono celular, yo acomodo mis pertenencias. —No traje mi teléfono. Le dije a papá que le avisaría cuando terminara de estudiar. Qué tonta, ni siquiera traje mi billetera, y no quiero llamarlo para eso, se preocupará. Caminaré hasta el estacionamiento. Bien, gracias por las clases de hoy. —También tomo mi mochila y voy a su lado. —De acuerdo, te acompaño. Son casi cinco cuadras. —Ella baja la mirada y se sonrojó de inmediato. Antes de este día, jamás me había fijado en algo como esto. —No es necesario, en verdad ya no quiero robar tu tiempo. —Aun así, la acompaño. Ninguno de los dos dice una sola palabra en el trayecto, hasta que ella decide hablar. —¿Qué llevas en esa bolsa de papel? —Elevo la bolsa que sostenía; Priscila me arrojó este paquete de pan francés cuando salí de su casa. No quise dejarlo en el suelo, así que lo levanté. —Es pan francés. Los clientes que lo pidieron, lo hacen cada par de días. Son pequeños en comparación al pan francés tradicional, pero esta vez no quisieron recibirlo. —Ella escucha atenta. —Debe ser divertido hacer pan. ¿Puedo probarlo, si no tiene huevo? Voy a pagarte mañana. —Sonrío al respecto, su pregunta fue demasiado inesperada. —No voy a cobrarte, ya no está caliente, pero se horneó hace pocas horas, y no lleva huevos. —Sus ojos reflejan la alegría que siente ante mi respuesta. —Disculpa, pero me gusta oler el pan antes de comerlo. —Hago un gesto de aprobación. Me pareció tierno su rostro cuando olfateó el pan, y luego lo mordió, pensé que lo partiría con sus manos, pero no lo hizo, le dio un mordisco generoso. —¿Te gustó? —Pregunto curioso. —Es delicioso, imagino el sabor cuando acaba de salir del horno o con queso adentro. — Finalmente llegamos al estacionamiento. —Allá está el chofer que trabaja para mi papá. Me llevará a casa. En verdad, te agradezco la compañía y el pan. —Se despide y va corriendo hasta el automóvil. Me cercioro de que suba al auto. Ella vuelve a despedirse moviendo sus manos de un lado a otro. «Hoy se veía diferente, demasiado...» Después de despedirme, regresé a casa con la mente llena de pensamientos. La actitud de Sol durante la tutoría fue novedosa, y no pude evitar preguntarme si había algo más detrás de su repentino interés en mis clases. Aunque traté de no darle demasiada importancia, no pude dejar de pensar en ella Una tarde, mientras organizaba los pedidos en la panadería, recibí un mensaje de Sol en mi teléfono. "Hola, Derek. ¿Te gustaría estudiar juntos de nuevo esta tarde? Hay algo que me gustaría discutir contigo." La curiosidad me ganó, y acepté su propuesta, aunque con ciertas reservas, no me atrevería ni siquiera a invitarla a algún lugar, debe estar acostumbrada a lugares costosos y elegantes. Nos encontramos en la misma cafetería de siempre, y Sol llegó puntual, sin embargo, su expresión denotaba una seriedad que contrastaba con su alegría de días anteriores. —Derek, necesito hablarte sobre algo importante —dijo Sol mientras tomábamos asiento. —Claro, ¿qué sucede? —pregunté, notando la seriedad en su tono, hemos estado viéndonos después de clases por casi dos meses, y disfruto de su compañía… «De seguro ya no querrá que estudiemos, ella se ha vuelto muy buena en la materia, la he conocido poco a poco, y es diferente a cualquier otra chica del instituto, me gusta y creo que más de lo que debería, me pongo muy nervioso cuando está cerca de mí.»
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