Preludio
Tenía aun ese nudo en mi garganta, es la primera vez que me alejo de mis padres, despedirme de ellos se sintió terrible, pero tenía que hacerle frente a mi propia decisión. Yo quise hacerlo, fui en contra de mis padres, así que es hora de cumplir con mi parte.
Los autos que fueron a casa por mí, se detienen en la mansión más grande, el lugar está un poco más alejado del resto de casas. Hay mucha vigilancia, hay muchos hombres cuidando de esta familia. La mansión del difunto Dante Ivanov, era más grande de lo que imaginaba, tenían cámaras en las entradas del lugar y en algunos espacios del interior, había tantos hombres cuidando de nuestras espaldas que no podré tirarme ni un ped* con esos ellos rodeándome.
—Señorita, bienvenida. El señor Gavriel no dijo que vendría; de inmediato instalaremos sus cosas en su habitación.
—Oh, está bien.
La mujer me sonríe y pasa por mi lado directo al auto para ir por mis maletas.
Di un par de pasos en el interior, no dejaba de apreciar los cuadros, los adornos, las enormes lámparas de cristales que decoraban la casa. Oh, es tan enorme esa cosa que de caerse podría matar a cualquiera. Miré el piso y se veía tan brillante, ¿me pregunto qué material es este?
—Hola Isa, bienvenida a tu nueva casa.
Busqué la voz que no se me hacía para nada familiar, miré a la hermana de Gavriel y trataba de recordar su nombre, solo la vi en la ceremonia; pero no recuerdo como se llama.
—Gracias.
—Parece que por fin tendré a alguien con quien hablar, me hará bien tener a otra mujer en casa. Todo el tiempo estoy rodeada de hombres aquí, que bueno que ahora estarás con nosotros.
La mujer sigue bajando las escaleras, intenta acercarse más a mí por lo que di un par de pasos hacia atrás. Ella no se detenía, parece que cruzará esa delgada línea de distancia que se debe respetar entre las personas. Al sentir que un enorme pilar estaba detrás de mí y no tendría manera de seguir retrocediendo, me detuve y le sonreí, esta abre sus brazos y me rodea con ellos, deja en un beso en mi mejilla y se aleja.
—Están ubicando tus cosas en tu habitación, amarás algunos cambios que sugerí para tú comodidad, te dejaré para que descanses, ha sido un día largo para ti. Nos vemos en el desayuno.
Eso fue extraño, como puede tratarme con tanta cercanía si recién la he conocido.
—Gracias.
—Soy Lyah, por cierto. Creo que has olvidado mi nombre.
Ella vuelve a subir las escaleras y se aleja de mí.
Es primera vez que estoy dentro de una casa tan grande, me pregunto qué hay del otro lado, desde afuera de ver que las extensiones de la propiedad no tienen fin, de seguro hay de todo aquí. Reparaba los cuadros que tenía a mi alcance, había algunos que solo había visto en películas, en revistas de arte, me pregunto si son auténticos. Me incliné al cuadro y luego de percatarme de que nadie estuviera cerca, pasé mi dedo sobre el lienzo.
—Señorita, sus cosas ya están en la habitación —dice una mujer con uniforme blanco y gris.
—Oh, no estaba tocando nada —dije alejándome del cuadro—. Gracias, voy de inmediato.
Subí las escaleras mirando lo brillante e impecable que se ve todo, hasta el tapiz de las paredes luce caro.
—Señorita —dice otra mujer haciéndome saltar de la impresión—. Por aquí está su habitación.
—Oh, gracias —respondí con la mano en mi pecho.
La mujer me lleva hasta la mitad del camino, luego me señala la habitación que está de fondo.
—Dios mío, no puedo creer que esta sea mi nueva habitación.
Podría jurar que solo el cuarto, era más grande que la sala de mi casa, tenía una cama enorme en la que sin problemas dormiría toda mi familia, una pared de fondo de cristal que da a la hermosa vista del jardín, las alfombras combinan con las paredes y los muebles son en una madera preciosa. Abrí el closet y me di cuenta que mi ropa había sido ubicada en el interior, incluyendo también mis interiores, que vergüenza. Tomé los de Hello Kitty y Minie Mouse y los llevé al fondo de la gaveta, no quiero que nadie más los vea.
—Oh, hay un closet más, me pregunto si han comprado más ropa para mí.
Sonreí por la idea que tenía, abrí la otra puerta emocionada y mi sonrisa se borró, había en su interior trajes de hombre. Abrí la gaveta y encontré ropa interior masculina, tomé uno de los calzones y lo levanté en el aire con uno de mis dedos.
—¿Qué hace olfateando mi ropa interior? —pregunta alguien detrás de mí.
Espantada lo solté y miré hacia Gavriel, ya había llegado a la mansión.
—Oh, es que… estaba mirando mis cosas y creo que por error dejaron su ropa en mi closet.
—¿Error? No hay ningún error, pedí cambiar mi closet por uno tres veces más grande para que pudieran entrar sus cosas.
—¿Compartiremos guardarropa?
—Mejor dicho, compartiremos habitación.
Gavriel se quita su saco y lo tira en la cama, vi que empezó a desbotonar su camisa dejando al aire libre la piel de su pecho.
—¿Qué hace?
—Me preparo para dormir, acabo de terminar algo importante y quiero descansar.
No comprendía lo que pasaba, esto no debe ser de esta manera, nunca me hablaron de esto.
—Debe haber un mal entendido, pensé que me daría una habitación para mí. Usted dijo que no sería una relación real.
—Así es, eso dije, no tendremos un romance.
Fruncí mi ceño al ver que este se empezara a bajar los pantalones frente a mí, era como si no le importara que yo lo viera. Debe ser una broma de mal gusto, quiere incomodarme, no creo que se desnude por completo frente a… Dios mío.
Me di la vuelta al darme cuenta que se bajaría los calzones.
—Usted no le mencionó algo así a mi padre, él no sabe que debo compartir mi cama con usted, nos engañó y…
Me di la vuelta y ya no había nadie detrás de mí, un segundo después escuché el agua caer de la regadera, Gavriel había entrado al baño.
Quizás deba llamarle a papá, este hombre se ha burlado de nosotros, nunca nos habló de algo como esto, no pienso dormir con él. Empecé a buscar mi móvil entre mis cosas, pero no lo encontraba, soltaba una maleta y luego seguía en la otra, pero nada; no estaba ni mi computadora, ni mi tableta.
—Sus aparatos electrónicos están siendo revisados por mi equipo de seguridad, es algo que normalmente hacemos para garantizar nuestra propia seguridad.
Gavriel estaba de nuevo en la habitación, pero esta vez con una toalla amarrada en su cintura.
—Quiero hacer una llamada.
—Me temo que deberá esperar hasta mañana para eso, por ahora, vamos a la cama.
El pretendía acostarse desnudo.
—No iré a la cama con usted, no dormiré con usted —dije dando unos pasos hacia atrás—. Por lo menos busque ropa y cúbrase.
—No puedo usar ropa para tener se*o, señorita Isabella, eso sería algo extraño ¿no cree?
—¿De qué me habla?
—Hoy es nuestra primera noche de casados, hoy iniciaremos nuestra vida s*x*al, eso ya debía saberlo.
Mis ojos se abren, mi corazón se acelera y mi respiración se empieza a cortar.
—No tendré s*x* con usted, ¡quiero mi propia habitación! ¡nunca me habló de algo así!
—Estaba estipulado en el contrato que firmó, ¿no lo leyó?
Lo miré confundida por lo que decía, no leí algo como eso, solo leí las primeras líneas y firmé.
—No había nada de eso en…
—A caso no llegó al punto donde explicaba que dormiría conmigo y que llevaríamos una vida s*x*al como cualquier pareja de casados, o no leyó la parte donde le indico que, en un lapso de seis u ocho meses debe quedar embarazada de mi primogénito, que debe permanecer en casa y acompañarme a los eventos que considere debe asistir, que no puede tener relaciones sentimentales con otro hombre… ¿no se detuvo a leer nada de eso? —vuelve a cuestionar frunciendo su ceño.
—¿Un hijo? No le dijo a mi padre nada de un hijo.
Un hilo frío recorría mi cuerpo.
—¡Pues ya lo ha firmado! Ya firmó mi contrato, ya pasamos por una ceremonia, su familia hoy recibió el primer pago, no puede echarse para atrás.
—Me niego, quiero irme a casa. No puedo embarazarme de usted, no se supone que sería así; no quiero irme en dos años con un hijo en brazos. ¡Me niego!
—¿Es broma? Esperas hasta ahora para decir que no quieres, la prensa sacará mañana la primera nota de la boda.
—No tendré un hijo con usted —repetí— ¡me niego! No podré después encargarme de un niño por el resto de mis días, no sé cuidar de mí ¿Cómo cuidaré de un niño que no quiero tener con usted?
El hombre sonríe con enojo, pasa sus manos por su cabeza y me mira con furia.
—Si incumple el contrato, deberá asumir las consecuencias, le recuerdo que su familia no tiene como responder, mucho menos usted. Espero que por lo menos eso si lo haya leído en el documento que usted misma firmó.
Seguí callada, porque no, tampoco me detuve a leer esa parte.
—Necesito un hijo en el tiempo que le mencioné, a mi hijo nunca le faltará nada, estará contigo; pero no le faltará nada.
—¡No, lo haré! ¡MALDICIÓN! ¡DIJE QUE NO LO HARÉ!