La puerta al cerrarse me deja desconcertada, y miro los cartuchos que Pax me ha entregado.
—Estos son nuevos, no son los que yo tenía.
Ni modo, no puedo darme el lujo de desperdiciarlos, así utilizo uno para poder liberar mis vías y volver a respirar sin tanto esfuerzo.
—Tengo veintitrés, sin embargo, parezco una anciana de más de ochenta años con adicción al tabaco. Que maravilla, María —me digo sarcásticamente, sin embargo, cuando estoy en el proceso de ir recuperándome, veo por el espejo una tímida pequeña que me observa con curiosidad.
—Gia —digo, levantándome de la cama—. ¿Qué haces ahí, cielito? Ven aquí —la llamo, y ella entra a subirse a mis piernas.
—¿Estás bien, María?
—Por supuesto que sí, es mas ya casi bajaba para reunirme con ustedes.
—¿No nos vas a echar?
—¿Qué? No, por supuesto que no, ¿de donde sacas eso?
—Es que el señor con el que estabas hace un rato lo dijo.
Fue cuando descubrí que Pax había alzado demasiado la voz y la pequeña lo había oído todo.
—Lamento que escucharas eso, pero nadie se irá. Ustedes son mis invitadas.
—Entonces, ¿no nos iremos?
—Claro que no, es más, vayamos todos a la cocina para comer una pequeña merienda, apuesto que todas están agotadas.
Ella asiente tocando su estomago.
—Entonces no hay más que hablar, vamos a la cocina —me puse de pie con ella en mis brazos—, porque yo también estoy hambrienta.
—María, te quiero mucho, ¿por qué no te quedas a vivir con nosotros?
—Bueno, la razón es que estoy casada y…
Al salir de la habitación, me encuentro a Pax, saliendo con el auricular en su oreja, al parecer conversaba con alguien.
—¿Sigues aquí? —me pregunta.
—Así es, y mis niñas también. Son mis invitadas, así que si me disculpas, tengo personitas importantes que necesitan de mi atención, y si a alguien les molesta, pues que se aguante, porque yo recuerdo cuando alguien dijo que tengo la libertad de decidir en esta casa. Claro, a no ser que la otra persona sea un vil mentiroso.
Pax no responde, solo me mira con frialdad, por lo que lo tomo como una respuesta.
Camino con Gia en mis brazos, quien mira desde mi hombro y luego vuelve a verme para mover la mano como si estuvieramos en problemas.
—Se ve muy molesto —me comenta.
—No tienes nada de qué preocuparte, pequeña.
Cuando respondo esto, Gretta pasa por el camino contrario, apretando el pañuelo que trae en sus manos.
Inconscientemente sonrió, sé que ella esperaba que yo fuera humillada, mas aún no sabe que así como puedo ser amable, tengo un carácter que he construido en base al trato que he recibido.
El hecho de que sonría no significa que sea tonta, solo es mi respuesta a la vida. No voy a volverme una amargada o llorona por lo que pasé. Aquí estoy para recibir los golpes que deseen darme, pero que se cuiden, porque también sé cómo devolverlos.
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POV Annet
—¿Cómo? Eso… Eso no puede ser verdad… —mi voz temblaba, mis manos eran incapaz de mantenerse quietas, mientras escuchaba el regaño de mi jefe—. ¡No puedes dejarme a la deriva! Lo hice por amor a mi trabajo.
—¿Amor a tu trabajo? ¡Es un asco lo que has hecho! ¿Cómo se te ocurre llamar amante a la esposa de Pax Palmieri?
—Pero no es mi culpa. Él nunca dio aviso de su matrimonio a la prensa.
—¿Annet, realmente eres periodista? Te di la libertad de hacer este trabajo porque me dijiste que eras muy profesional.
—¡Y lo soy! —grité con desesperación desde el celular, sin poder evitar morder mis uñas. No iba a quedarme sin trabajo.
—Los superiores están muy enojados, y como yo soy tu jefe, los gritos han caído sobre mí.
—Por favor… Te lo ruego, no me despidas… —empecé a sollozar desesperada.
Él suspiró desde la otra línea.
—Escuchame. Tal vez logre hacer algo, puedo hablar con los jefes y decirles que fue un error de imprenta, o que usaron otro artículo que tú no enviaste. La culpa quedaría en los que produjeron la revista.
—¡Oh gracias! —fingí emoción y alegría.
—Espera, no te emociones tan rápido, deberás hacer algo más.
—Haré lo que sea, estoy dispuesta a todo. Solo soy una joven solitaria que busca hacer bien las cosas.
—Perfecto, porque vas a escribir otro artículo pidiendo disculpas.
—¿¡Cómo!?
—Lo que escuchaste, Annet. Esa fue la condición de Pax Palmieri para no demandarnos por difamación a su esposa.
—¡Eso jamás! Digo… No fue mi culpa, yo jamás iba a imaginar que esa horrible mujer iba a ser la esposa de un hombre tan importante como él.
—Pues debiste investigar, esa es nuestra labor antes de afirmar algo.
—Pero…
—Mira, por el momento niegalo todo. Le echaremos la culpa a otros, además sabes como ganarte el afecto de los superiores, supongo que eso te salvará de quedarte desempleada.
—Está bien… —contesté con una voz exagerada para causar lastima.
—Espera mi llamada, por el momento no te presentes. Haré que se relajen y luego vienes.
—Gracias por todo lo que haces por mí, eres un hombre maravilloso.
Estaba segura que eso lo dejó sin palabras, pues el pobre hombre es un tipo cuya esposa no le da ni la hora, así que una mínima dosis de halago, lo volvía feliz.
—S-sí… Por favor, no vuelvas a cometer tal error, Annet.
La llamada finalizó, del mismo modo que mi tolerancia.
Apretando el celular entre mis manos, miré con odio al suelo, imaginando la cara de María, por lo que para borrar su imagen, dí una fuerte pisada con mi tacón.
—¡Maldita!
¿Cómo era posible que María fuera esposa de un hombre como él? ¿Por qué Zack no me lo ha contado? Si tan solo ese idiota me hubiera prevenido, no tendría que volver a interpretar este papel de sufrimiento.
Pero lo que más rabia me daba, era que ella; una simple mujer que creció en un orfan@to como yo, tuviera esa semejante suerte de quedarse con el premio mayor, mientras que yo solo debo conformarme con las migajas de la basura.
—¡Esto no puede quedarse así! ¡Ella no puede estar mejor que yo!
Volví a usar mi celular, llamando a Zack, quien contestó casi al instante.
…
—Ahora entiendo el descontento de mi cuñado, pero no imaginaba que fuera a ser capaz de llamar a los jefes de su competencia para amenazarlos con denunciarlos —decía mientras leía el artículo que yo escribí en la revista.
—¿Por qué no me dijiste que María está viviendo contigo bajo el mismo techo o que al menos estaba casada con el hermano de tu esposa?
—Palmieri es un hombre que hace las cosas sin avisar, además, no tengo que ir hablando de sus conquistas… ¡Y más si esa mujer es mi ex esposa! —su respuesta fue acompañada de la tensión en sus puños, como si le afectara que ella estuviera casada.
—¿Por qué permitiste que esos dos se casaran?
—Porque no tengo la autoridad suficiente para darle consejos a Pax, además, yo me enteré que estaban casados cuando regresamos de nuestro viaje. ¡Si tan solo…!
—Pero tienes la autoridad sobre la hermana de Pax, a ella nunca le niega nada. Tú mismo me lo has dicho.
—¿Qué pretendes que haga?
—Mientele sobre María, haz algo que la lleve a desconfiar de ella.
—Eso es imposible, ellas se han vuelto muy cercanas.
—Pues piensa algo, ¿acaso quieres que tu sacrificio se vaya por la borda? Si ella se queda, la herencia será de María y no tuya. Está a la espera para robarte lo que debe ser tuyo; la fortuna Palmieri.
—Mis años de matrimonio… —murmuró—. Todo el tiempo que he tenido que aguantar ser el esposo de una tonta… ¡No voy a dejar que María provoque eso!
—Estoy contigo, mi amor. Sabes que te amo y que por eso me quedé contigo después de que tu fortuna se desplomó.
Lo rodeé de los hombros, acariciando mi nariz con su nuca, a lo que él giró para tomarme entre sus brazos y sentarme a horcajadas sobre su regazo.
—Si tengo que tener diversión con mi esposa, primero dámelo tú —sonrió con lujuria, a lo que respondí con un beso cargado de humedad.
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POV María
Dos días después de que el artículo de esa revista diera la vuelta entera sobre mi supuesto amorío con Pax, las miradas prejuiciosas de los empleados no se hicieron esperar.
—Es una interesada, una z0rra, una vil gata que se sube a los pantalones de los hombres —y esos eran los comentarios más suaves. Podría pararme a explicar y decir que en realidad soy la esposa, pero… ¿qué caso tiene? No llevo mucho tiempo en este trabajo, y los pensamientos no cambiarán.
—¿Jefa? —me despierta de mi pensamientos, Dan, quien trae los gráficos que solicité.
—Oh, gracias. Esperaba esto.
—Sí, es la aprobación del público con respecto a las promociones hechas en TV.
Acomodándome en mi silla, tomo lo que necesito, pero Dan sigue de pie, rascándose la oreja.
—¿Pasa algo? —Le pregunto.
—B-bueno…
—Ah… Ya sé, seguro vienes a preguntar sobre si lo escrito en la revista es real.
—No quiero ser un entrometido, si no quiere contarme está bien. No soy más que un empleado más, cuya opinión no vale más que la de usted.
¿Estaba nervioso?
—Dan, sé que nos conocemos solo un mes y unos pocos días más, que es el tiempo que llevo aquí. Me caes bien, eres agradable, así que no tengo problema en decir que entre el señor Palmieri, no existe nada.
—Pero los demás dicen que…
—A mi me interesa poco la opinión del resto. No vivo de lo que dirán de mí, prefiero callar bocas con mi trabajo y no con chisme.
Dan asintió sonriente.
—El resto está equivocado, usted se ve una muy buena persona y sus ideas nos han traído ganancias. Quizás sea la envidia lo que lleva a que los demás hablen.
—Estoy acostumbrada a recibir la espalda, no tiene caso.
—Es bueno, tener a alguien cuerdo en esta área. El antiguo encargado era el señor Zack, pero lo removieron del puesto. Su trabajo dejaba mucho que desear.
Soy consciente que Zack tiene estudios, pero nunca fue responsable.
—Por cierto, dejaron esto. Es una invitación al restaurante de tres tenedores de Gastón.
—¿A mí? ¿Y por qué?
—El señor que trajo esto, dice que es para hablar sobre una colaboración que desea hacer con Palmieri.
—Pero esas reuniones no me corresponden, debería hablarlo con Pax.
—El jefe es algo intimidante, usted lo hará bien.
—Bueno, está a mi nombre y será a plena vista, supongo que no hay riesgo.
Vi la fecha, sería el viernes en la noche.
…
Los días continuaron, Pax y yo no hemos vuelto a hablar. Curiosamente hasta ahora no hemos compartido habitación más que una sola vez, que fue cuando él durmió en el sillón, luego de eso se fue de viaje, y ahora que está de regreso, llega muy tarde a casa, durmiendo en la habitación de lado. Únicamente entra donde yo duermo, para sacar su ropa y fingir ante los demás en casa que si pasamos la noche juntos. Realmente parecemos dos desconocidos.
Únicamente le di aviso a Arya de que saldría esa noche, ya que Pax no había hecho su aparición en casa, imaginé que no le importaría, pues ni nos dirigimos la palabra.
De modo que, después de tomar un taxi que me llevara al restaurante, bajé para entrar, di mi nombre a la reservación, y comprobaron que había una mesa apartada para mí, pero que quien lo había hecho, aún no llegaba.
Así transcurrió una larga y eterna hora, donde nadie llegó.
—Ya está lista para ordenar, señorita.
Decepcionada, me levanté a decir que no. Simplemente tomé mi abrigo y salí.
—Seguro era alguna broma de mal gusto de los demás trabajadores de la empresa.
Claro, eso tenía sentido. Por eso hicieron esa carta.
Caminé bajo la oscura noche, buscando algún paradero para tomar un taxi, mas lo que encontraba era el silencio de la calle.
—A esta hora todos están durmiendo —froté mis hombros desnudos—. Uy… quiero mi camita —tirité de frío—. Debo seguir caminando, de lo contrario me congelaré.
Continué con mi caminata, pasando bajo los faroles de luz, iba algo distraída, cuando unos pasos torpes se detuvieron frente a mí.
—¿¡Quién es!? —retrocedí—. Tome mi bolso, no me lastime, pero cuando la persona se apoyó bajo el farol, reconocí esa mirada entre azul y gris—. Pax —dije acercándome a él.
—¿Qué haces en la calle a esta hora? ¡Ugh! —mordió sus labios evidentemente lastimados.
—¿Pero qué te pasó?
Su camisa y abrigo estaban con manchas de sangre, estaba todo golpeado y cuando vi su pierna…
—¡Oh por Dios! Te apuñalaron…T-tienes que ir a un hospital.
—Puedo soportar esto —se hizo el fuerte.
—Oye, ya sé que tienes algo de demonio, pero esto es grave. No es como si te hubiera caído de la bicicleta, estás muy mal herido, a penas puedes estar en pie.
—Puedo llegar a casa solo, no necesito ayuda.
Este tipo estaba loco, no puedo dejarlo solo, no está bien.
—No hay un taxi por estos lugares, y veo que no traes tu auto.
—Las llantas se desinflaron, las dejé por algún lado.
Pensé en algo rápido, y sólo miré los moteles. Lugares donde las personas pasaban la noche cuando no tenían donde ir.
—¿Qué haces?
—Ven conmigo.
Como él no tenía mucha fuerza para resistirse, lo llevé al motel, el recepcionista nos miró con curiosidad.
—Tuvo una pelea —le contesté, para luego recibir la llave de la habitación—. Disculpe, ¿tendrá alcohol, algodón, o algo para curar las heridas?
—Esto no es una farmacia, hay una a seis calles que está abierta toda la noche.
—Oh, ya veo.
Fue difícil, pero llevé a Pax a la habitación, lo dejé acostado en la cama, en lo que saqué dinero de mi bolso para ir a comprar lo que necesitaba.
Y caminar seis calles en tacones, con mi asma que quería volver, no era lo mejor.
No sé cómo, pero lo hice. Regresé casi ahogándome, pero lo logré.
Al entrar, lo encontré aún despierto, pero no tan conciente.
Acomodé algunas cosas para que se sentara, y así limpiar sus heridas.
—Estás todo lleno de sangre, ¿qué te hicieron?
Pax limpió sus labios, retirando
parte de la sangre con su manga.
—No seas entrometida.
—¡Pues te aguantas! —lo regañé,
vertiendo más alcohol de lo esperado
en el corte que le hicieron.
—¡Ugh! ¿¡Tratas de matarme!?
—No creo tener tanta suerte, y mejor
callate que no estás en condiciones
de seguir con ese temperamento.
Limpié cada herida y cuando finalicé, toqué su frente.
—Estás algo caliente, afortunadamente también traje medicina.
Saqué de la bolsa las pastillas y el agua, ofreciéndole para que las tomé.
—No voy a tragarme eso.
—Pues es esto o el hospital.
—Maldición… —murmuró, aceptando las pastillas.
—Ahora procura dormir, no te esfuerces tanto, estás todo mal herido.
Él no se resistió, pero al comprobar que solo había una cama, me pregunto: ¿Y qué hay de ti?
—Estaré bien —le sonreí—. Solo descansa.