Un robo a tus labios.

2424 Palabras
—Lamento darte la razón, Roxana.—Se relajo la garganta después de sorprender a su amiga con esa confesión.—Ahí, solo habían puros viejos cochinos, bueno al menos eso imagino. A ninguno les vi la cara, llevaban máscaras Hablo con un tono de voz bastante bajo, con temor a que la pudiera escuchar los demás asistentes. —Te lo dije, no me daba buena espina, tanto misterio, incluso en el hotel no había ningún tipo de publicidad que muestre que se estaba llevando a cabo este evento.—No parecía nada extrañada, la ruda mujer. Hizo revolotear sus ojos por todo el panorama, sin pizca de disimulo, hacia las chicas que empezaban a comentar su fortuna con poca verguenza.—¿¡Escuchaste!?.—A una delicada pelirroja se le zafó decir, que un cliente la habia seleccionado. Se vieron en complicidad asertiva ante sus premisas. —Es más que extraño, más bien diría que es un circulo turbio. —¡Son prostitutas!. —Se llevo las manos a los labios. Roxana tenía poco filtro para hablar. —¡Calma!, estoy también al creerlo.—Varias de la chicas empezaba a salir con elegantes atuendos y sonrisas sin rastros de pudor. Se le hizo un nudo en el estómago, el solo pensar en haber aceptado los 2000 dólares adicionales y subir por segunda vez al escenario, en búsqueda de ser subastada como le había mencionado la supuesta empresaria caritativa, "Monic Sinclair. —Por eso decidí solamente tomar mi paga inicial y no volver a subir. Me imagino que estaban subiendo a esas mujeres como pequeñas mercancías sobre el escenario. Vió tantas máscaras a la vez , rostros ocultos, aún por debajo de las fachadas doradas que cubrían sus identidades, se le sentía la lascivia. Por propia experiencia, sintió que la desnudaban todos a la vez con sus ojos depredadores. —Bueno, será un buen ejemplo para una próxima ocasión.— Resopló algo avergonzada por no hacerle caso a Roxana. —Prometo llevarme de tus advertencias por poco me venden como tajo de vaca. —¿Y esas comparaciones Melo?. —Su amiga no aguanto mucho, sacudió su cuerpo con una carcajada.—¡Jajaja!. —La realidad, pero mejor olvidemos esto. —Observo las prendas que aún faltaban por empacar.—Avancemos con el trabajo, a la salida te prometo invitarte a cenar. —Me parece bien, Melo.—Les era fácil entenderse. Los de ella fue amistad a primera vista. Sus energías conectaban muy bien. Se dieron una pequeña palmada para darse ánimos. Comenzaron a recoger las piezas de traje de baño, e introducirlas en las cajas, todo eso debía ser empacado con bastante cuidado, eran piezas costosas, muy delicadas, su destino era regresarlas a la tienda de su empleador. Ya había un equipo que se encargaría de ese proceso, pero mientras tanto a ellas les tocaba empacarlas, por demás cerciorarse de que las piezas no tuvieran ningún daño en las costuras. Cuando más concentradas se encontraban en dicho trabajo, apareció una joven pidiéndole un favor apresurado. De primera impresión no parecía mala persona aunque su rostro no lo reconoció. —Hola. —No lo habían visto rondado en las cercanías de ese espacio, ambas se miraron con interrogantes y corta suspicacia encontrada. —Me disculpan pero necesito a una de ustedes. Sin esperar respuesta, señaló a Roxana. —Tu me servirás.—Hombre tan raro, pensó.—Quiero que me ayudes a cargar unos ajuares que usaron los clientes en el salón principal.—Parecia lógico lo que decía, este se fue acercando y mostró su identificación. Era subgerente del hotel. Al menos eso decía su placa. Roxana la miró con algo de duda, le tocó asentir, para indicarle que estaría bien, igual ella...no había nada que temer. —Pero debo terminar de ayudar, a empacar. —Es la señora Monic Sinclair que lo ordenó, no tardaremos mucho.—Su voz se torno más autoritaria. —Ve Roxana, te esperaré aquí, si tardas mucho iré por ti.— Le restregó la mano por la espalda, su amiga era de naturaleza desconfiada. —Tú, no te muevas, me esperas aquí, recuerda que nos iremos juntas, tenemos mucho que hablar. —Perfecto. —Dejo salir una sonrisa para que se sintiera tranquila. Poco a poco se fue alejando al lado del hombre, pronto sus figuras las dejo de apreciar, cuando doblaron el umbral de la puerta que daba al salón VIP. En un breve recorrido por el salón, diviso la ausencia de más personas, solo le tocó bostezar y agilizar su labor. Se mantuvo pendiente de su trabajo, ordenando de manera fiable todas las piezas, acomodaba tanto las pantaletas como los sostén, trajes de baños y lencerías delicadas. Comprobó varias veces la cantidad de piezas, solo le faltaba buscar una caja en una pequeña habitación que tenía a unos pasos, con piezas extras que habían llevado. Con estas culminaría esa parte del trabajo. Se movilizó para entrar, su amiga no tardaría en llegar. Revisaba las cajas para comprobar cuál era la que tenía las piezas. La leve sonrisa de satisfacción que hizo al dar con ella, casi al instante se eclipsó. Algo en su interior comenzó a removerse. No estaba sola. Pronto, un aire caliente se acercó a su cuello. —¡Hola, costurerita!.—¿Esa voz? Respingó hacia arriba por el susto. Esa voz la conocía, esa voz desagradable, de un ente prepotente y burlón. Cerró los ojos e intentó decirse a sí misma que no era cierto, que no podía estar nuevamente en presencia de ese hombre. —¡Date la vuelta, costurerita!.—Seguia igual de arrogante, con cada palabra escupía su desprecio. —Quiero verte la cara, infeliz. Así como te la ví unos minutos atrás mientras modelabas como una puta sobre el escenario.— Se giró. Con rostro desafiante. Esa vez no sentía miedo ni temor. Solo sentía un ligero malestar escabroso en su interior. Jamás ningún hombre la había llamado de tal forma. El no tenía derecho a ofenderla. —Usted es detestable.—Arrastró sus ojos por el tan duro como atractivo cuerpo del ser que la veía con diversión. Hizo un esfuerzo por controlar el hervor que empezaba a sentir al conectar sus pupilas en conjunto con las suyas.—Por favor, déjeme trabajar. —Lo último que pensé era que me la encontraría nuevamente.—Era tan cínico como apuesto.—Vendiendose. —Es asqueroso ver personas que desprecian a las mujeres trabajadoras como yo, señor Dimitrix. —¿Con qué recuerdas mi nombre, Melody, costurerita? Dime, ¿andas tejiendo?. ¿Dónde están los hilitos?.—Hacia gestos con su rostro de estar buscando dichos utensilios. Para el ella era casi una burla, se le notaba que gozaba al fastidiarla.—¿Dónde está tu aguja? —Usted también recuerda muy bien el mio, para considerarme tan insignificante.—Lo observaba con curiosidad. —No, simplemente, me lo dió quien te contrato para que modelaras como puta. —¡Ay, por favor, no seas tan detestable, patán, imbécil!.—Se empezaba a salir de sus cabales, lo peor era que estaba casi indefensa, la salida de ese pequeño cuarto, bloqueada por un inmenso hombre tatuado, amedrentandola con su aura sexi y arrogante. —Mejor váyase al bar del hotel a tomarse una copa champagne burbujeante, un vino digno de su majestad o un coñac. Y déjeme aquí, siendo humilde, una simple costurerita. —Las palabras empezaban a salirle con dificultad. —Por favor, alejate de mí. Intentó salir de su aura, de ese campo que calentaba su piel, la hacía sentir tan vulnerable. Esa reacción de su propio cuerpo la perturbaba. —Hoy no te ves tan mal. Y, ¿sabes? Me gusta tu cuerpo. Me imagino que en dos o tres días tal vez te esté follando y te quite lo amargada.—Quedo helada, aparte de su vocabulario tan vulgar. —Imagine que usted siendo tan digno y rico, al menos tenía clase.—Se precipitó a tomar la caja, para protegerse de su observación lasciva.—Usa términos bastantes asquerosos a la hora de expresarse. En esa parte es más insignificante que yo. —Asi le hablo a las zorras como tú. Es un idioma para las putas. —Si no se va en este momento, le juro que pierdo la compostura.—Lucho para que no se le escapara una lágrima, un nudo en la garganta y los temblores en su piel, la empezaban a debilitar. Más cuando sentia que en cualquier momento ese depredador se lanzaría sobre ella.—No me contendré más y lo golpearé con fuerza. Él era bastante alto, pero tampoco era que le doblaba la estatura. Ella tenía la suficiente destreza y carácter para defenderse de un depredador burdo y vulgar como él. —Inténtalo, porque yo sí te voy a golpear, pero de una forma que no hallarás cómo levantarte de la cama. Te dejaré en silla de ruedas, luego que te destroce el coño que tienes en venta.—Ese hombre estaba loco, las palpitaciones arreciaron en su pecho, de solo imaginarlo encima de ella. —¡Es un asqueroso!. Mejor aléjese de mí. Jamás en la vida estaría con un hombre como usted. —Fue más lejos y le escupió encima. El no intento esquivar la saliva que se derramó en su fina chaqueta. —No escupa para arriba, nena. Te puede caer en la cara.—Acortó la distancia que los dividía. — Algo si te puedo apostar. En unos días te veré loca por mi, follandote como a una perra, tú gritando mi en nombre con hambre de más placer, extasiada. Luego, como de costumbre, te voy a desechar, como la basura que eres. —¡Es un animal, un asqueroso!. No entiende que detesto su presencia, incluso siento que me enferma.— Empezaba a suplicar, ya estaba cansada de tanta tensión.—Además, yo no reconozco la gravedad de los hechos para que usted me odie tanto. —No te odio a ti. En sí no odio a nadie. Simplemente tengo apetitos. Bueno, quizás el día que te vi en el centro médico te odie algo, después de intentar matarme en las escaleras. —La escudriñaba con malicia. —También, tal vez tu cara sosa me desagrado, pero ahora que te vi bien, casi en pelota, mostrándome tus atributos, queriéndome seducir sobre el escenario, se me abre el apetito. Ahora solo quiero atravesarte. Estaba en gesto instintivo y sobreprotector. Se tapó, como si intentara ocultar todos sus encantos. Ese hombre la veía como un depredador, lo que tenía de bello y perfecto en anatomía, se reflejaba tal cual, en equilibrio con su desmesura burda y poco caballerosa, desde el minuto cero, le representaba casi el peor de sus traumas. Este cerro la puerta, para colmo con seguro, su corazón seguía latiendo de manera presurosa. Si no vienes, para darte una pequeña probadita, haré que te echen el trabajo. —¡Ay no señor!, usted no haría eso, no sabe que podría arruinar mi vida, además necesito este trabajo, más que nada, no crea que la vida es fácil, dado que lo tenga todo, pero yo estoy a punto de perderlo todo, por favor mejor déjeme en paz.—Ni ella misma pudo registrar todo lo que salió de sus labios, casi en llanto. —Jamás me olvidaría de que existes, menos después de verte en paños menores, como se te marcaba esa tanguita.—Parecia hasta ansioso al hablar. —No exageres, tenía el traje de baño más decente. —Lo contrarió.—No hice nada de eso, simplemente modelé, y si lo hice fue porque necesitaba dinero. —Lógico, obvio que lo hiciste por dinero, ahora cuando te llegue una propuesta mayor, piénsalo. —Con un movimiento brusco le quitó la caja de encima.—Piénsalo pequeña, podrías aliviar todos tus problemas, además yo podría ser ese hombre que calme todas tus necesidades, solamente tiene que divertirme por un rato. —Jamás me vendería, mi honra, vale mas más que eso. —Ay por favor ni que fueras virgen. Me imagino todas las vergas que te has tragado. Mira ese culazo que tienes, melody. —Saboreo su nombre. En un impulso rabioso, levantó la mano para intentar golpearlo, haber si le borraba esa mueca petulante de su cara. La esquivo con facilidad. —No lo vuelvas a intentar, zorra. La distancia que lo separaba se acortó, se vio prácticamente secuestrada, su fuerte cuerpo estaba muy pegado a ella, quitándole el aliento, esta no tuvo escapatoria. La acerco a él por la cintura, las piernas empezaban a fallarle, cerro los ojos con temor, intentando mantener la compostura. —Déjeme en paz, necesito estar libre, —La voz apenas le salía. —Olvídese de mí, yo no estoy en venta, tiene 24 mujeres para elegir. —Te quiero a ti costurerita, quiero follarte a ti, comerte. Cerro ligeramente sus ojos, tratando de recomponerse ante la asfixiante observación de Dimitrix. El contacto caliente, algo en ella parecía paralizado, el sentir ligeramente su aliento cerca de su cuello y de la piel sobrada de sus labios, su debilidad más profunda le hizo un hueco para que el la sometiera. Una embestida feroz la sacudió, este tocó sus labios, lo que duró, su lengua hizo un gran empuje para poder entrar en su boca y restregarse contra todo su paladar. Intento zafarse en vano, pero este la doblegaba, dejó de resistirse. La sensación cambió, como su lengua se estrujó dentro de la suya. Ahogo un gemido de deseo. Ese hombre la besaba, como ese hombre nunca la habían besado, por lo menos su difunto esposo. Lo empujó. Poco a poco fue recuperando el aliento, se tapó la boca con vergüenza por su propio descaro y por haberle dado respuesta a ese beso tan apasionado. —¿Ves cómo te gusto?. Es solo una ligera prueba de lo que vamos hacer pronto, así que prepárate, prepárate zorrita.— Replicó el depredador. Fue retrocediendo con su rostro absorto, apenas podía contener la agitación en su pecho, por suerte este se alejo...el aire le llegaba. El abrió la puerta, con su liberación vio el rostro de Roxana que estaba pasmado ante la escena de ver un hombre salir de la pequeña habitación. Ella se mantuvo en silencio, no podía hacer nada para disimular lo que acababa de pasar. Peor, sin lugar a duda no podía negar que nunca había experimentado esa sensación tan intensa.
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