Hebe miraba a los niños como nunca imaginaría que viera a otra persona. No tenía idea de que ella pudiera tener tal capacidad de desenvolvimiento con infantes. Yo solo conocía su lado áspero y sarcástico. El señor Hemed Wong veía con sus arrugadas expresiones a la mujer que yo decía que es mi esposa. —Señorita Hebe —dijo otro de los pequeños que se acercó a ella. La respuesta que recibió fue una caricia en la cabellera y una mirada cálida. —¿Cómo te has sentido aquí? ¿Has hecho nuevos amigos? —Sí, todos son mis amigos, aunque también extraño a mis otros compañeros del hogar de niños. Ella se colocó en cuclillas para estar a la misma altura del infante, sus manos le acariciaron las mejillas sin perder el brillo en sus pupilas. —Jim, ¿Sabes? En la casa de niños, también de